La policía francesa encontró estas drogas en poder de los terroristas que atentaron en París. La producción propia en territorio rebelde.
La Policía Francesa descubrió en los últimos días que los jihadistas del Estado Islámico recurren a ayudas químicas a la hora de cometer sus actos extremistas. Se trata de la fenetilina, una droga estimulante sintética que se comercializó con el nombre Captagon desde mediados de la década del `60, cuando fue puesta en venta para combatir cuadros depresivos, deficiencia de atención y narcolepsias. Sin embargo, sus efectos primarios y secundarios a corto, mediano y largo plazo, llevaron a que se prohibiera para cualquier uso a principio de los años ’80
Desde entonces se produce de manera clandestina y sencilla –sólo se necesitan laboratorios caseros y precursos químicos– en oriente medio, en la zona fronteriza entre Siria y Líbano, territorio que se ha convertido en los últimos tres años de conflictos bélicos, en el principal proveedor de Captagon de Oriente Medio, según se desprende de una investigación de Reuters.
Ahora ¿Qué es y qué produce esta droga? La fenetilina es una droga compuesta formada por un 75% de anfetamina y un 25% de teofilina, un alcaloide estimulante del sistema nervioso central que también puede encontrarse en bajas dosis en el té.
Según el doctor Sergio Saracco, miembro de la Asociación Toxicológica Argentina, para hablar de fenitilina, primero hay que abordar a las anfetaminas, estimulantes, sustancia psicoactiva estimulante del sistema nervioso central. “Los estimulantes utilizados para el consumo, varían dependiendo de la región. En Argentina, por una cuestión de proximidad, la droga más utilizada es la cocaína. En Europa y Oriente Medio recurren a los derivados anfetaminicos, sustancias que se producen en laboratorios, con efectos estimulantes, que producen el efecto buscado y deseado: desinhibición, euforia y placer”. En diálogo con NOTICIAS, el especialista explica que los estimulantes “actúan sobre la dopamina, generando placer, y sobre la serotonina, que regula el estado anímico”.
Saracco agrega que “estos agentes son de tipo adrenérgicos, generan sensaciones similares a la adrenalina, producen acciones directamente a nivel de las membranas sinápticas: estado de euforia, perdida del apetito, insomnio y un aumento de la respiración”.
Entre los efectos secundarios, aparecen los problemas sobre el físico, “hipertensión, taquicardia, dilatación de las pupilas, hipertermia, rigidez muscular, rabdomiolisis que llevan a la insuficiencia renal”, explica Saracco, quien agrega que “en pos de potenciar los efectos, se suman drogas que tienen acciones similares, buscando el efecto deseado con menos cantidad. En el caso del Captagon, al agente anfetamínico se suma la teofilina, que provoca un efecto estimulante, y aislada se usa para el tratamiento del asma”.
“Los efectos aparecen entre los 30 a 60 minutos de ingesta vía oral, pero si se ingresa en el organismo por vía mucosa o endovenosa, los síntomas son practicamente inmediatos”, cuenta el especialista consultado por NOTICIAS, y explica que “la duración de vida plasmática es de doce horas, pero puede oscilar entre las cinco y las treinta horas, dependiendo de la manipulación potenciadora que tengan”.
El por qué del uso. “Son utilizadas para envalentonarse, como la cocaína en algunos delitos”, cuenta Saracco, y añade que “el individuo que consume estos estimulantes se siente más poderoso, mas autovalorado y con mayor autoconfianza; por otro lado pierde el alerta, pierde el miedo. El consumo de estas sustancias están para llevar estas situaciones que en condiciones de normalidad, el mecanismo de autodefensa, no tomaría. Está estrechamente vinculado el aumento de consumo de estimulantes con el aumento de la violencia. Los segundos de reflexión para tomar una decisión, al estar bajo consumo, se pierden y se actúa de manera automática, sin medir las consecuencias”.