Una vez vencido el hechizo inicial, es posible pensar que esta escenografía de película es también una región productiva. Señalar, por ejemplo, que cada año que pasa hay más vacas y menos ovejas o que los productores fueguinos no se cansan de experimentar tanto en técnicas como en nuevos emprendimientos. Prueba de esto es la implantación de alfalfas en estas latitudes y la cantidad de estancias actualizadas para recibir al turismo de forma profesional.
Aunque en forma quizá menos espectacular que en la pampa húmeda, donde es más fácil observar los saltos productivos, en la "isla", como comúnmente se denomina a la provincia de Tierra del Fuego, se está produciendo un interesante proceso de transformación. Claro: vale aclarar que las inclemencias propias de la Patagonia siempre estarán presentes por más que éste sea su enclave más privilegiado.
A las bajas temperaturas, las nevadas, la degradación de las pasturas naturales o las pronunciadas subas y bajas del precio de la lana, se agregaron en estos últimos años los castores y las jaurías de perros que diezman las majadas. Hasta tal punto que se podría llegar a decir que lo que se observa aquí no deja de ser un interesante banco de pruebas para las habilidades y fortalezas de los productores.
El cambio más significativo de este proceso "silencioso" es la paulatina disminución del rodeo lanar y su contrapartida, el incremento de cabezas bovinas. Quince años atrás, el stock ovino alcanzaba a las 563.676 cabezas mientras que el rodeo bovino sumaba 28.451. Hoy, las estimaciones hablan de 430.000 ovinos y algo más de 40.000 vacunos. Una tendencia muy clara que despierta discusiones y polémicas. ¿Es éste el rumbo adecuado? ¿Conviene profundizarlo?
Según los técnicos consultados, la producción ovina está más adaptada productivamente y es más rentable que la bovina. Algunos cálculos estiman un 20% de diferencia entre los números de una y otra actividad. Pero a pesar de que en los papeles la actividad lanar tiene todo para ganar, hay factores que se suman en su contra y explican por qué puede crecer una actividad menos adaptada como la bovina.
Para la lana, aún perdura el recuerdo nefasto de la década de los noventa, por el sobrestock de Australia, el mayor exportador del mundo. Y en los últimos años se hicieron sentir las bruscas variaciones en su precio. Como contrapartida, la producción de carne vacuna exhibe una mayor estabilidad en sus precios y la posibilidad de incrementar el abastecimiento del mercado local; actualmente sólo llega al 20% del consumo total.
Sin embargo, la amenaza que representan las jaurías para los ovejeros hace que todos esos análisis y especulaciones parezcan pura teoría. Son muchos los que han dejado de dormir, preocupados por los ataques de los perros "asilvestrados" como se denomina en la isla a los perros que al abandonar la ciudad y volver al ambiente natural se transforman en cazadores de ovejas.
La causa de esta situación se debe al crecimiento explosivo de ciudades como Ushuaia, Río Grande y Tolhuin por la promoción industrial. En algo menos de dos años, según las estadísticas oficiales, las jaurías provocaron una mortandad de 15.933 corderos y 13.530 ovejas. "En una noche, una jauría nos mató 200 carneros", se lamenta un productor de la zona de Río Grande.
Según el ingeniero Víctor Canalis, director de Ganadería, "se está implementando un sistema de alerta permanente, con un mapa de caracterización georreferenciada que incluye la instalación de barreras físicas como el alambre eléctrico y la homologación de cebos tóxicos y estaciones de trampeo". Y por último, el otro factor que le está complicando la ecuación económica a la producción ovina en la provincia es la dificultad creciente en conseguir buenos recursos humanos.
Recorrer en auto la provincia de Sur a Norte, saliendo de Ushuaia rumbo a Río Grande es una experiencia casi geológica. En pocas horas de los bosques andinos se pasa a la estepa patagónica. En esta zona de suaves ondulaciones, sin árboles, cruzada por ríos, de buena aptitud ganadera con una receptividad de 0,8 a 1 equivalente ovino por hectárea están los establecimientos más grandes de 25.000 a 30.000 ovejas de promedio. En el Sur, los establecimientos son más chicos, de menos de 10.000 ovejas, casi en el límite de la unidad económica que se calcula en 7000 cabezas.
Para aumentar la receptividad de los campos, los productores vienen trabajando en tres frentes: descansos estratégicos de los campos, riego e intersiembras. Con las rotaciones adecuadas, los productores se aseguran la recuperación y multiplicación de las especies más valiosas. Hay conciencia de que el pastoreo es un arma contundente: puede favorecer la biodiversidad o, por el contrario, degradar seriamente al campo natural. Es notable observar el rendimiento de los pastizales en las áreas sistematizadas por canales de riego y con intersiembras con tréboles y gramíneas, entre las que se destacan el trébol rojo y el pasto ovillo.
Hasta la alfalfa tiene su lugar. Movidos por la experiencia de productores chilenos, se comenzaron a probar las alfalfas del grupo dos con buenos resultados. Asoma un recurso importantísimo para planificar las reservas forrajeras de los establecimientos fueguinos. Y, siempre que el tiempo acompañe, los resultados de la aplicación de todas estas técnicas no deja de reflejarse en la renta de las explotaciones.
Sobre el total de ovejas en servicio, el promedio de señalada se ubica en el 70%, aunque vale aclarar que hay grandes variaciones entre las regiones y establecimientos. Para tener una idea de valores de producción, hay que consignar que el peso promedio de los corderos es de 14 kilos y la lana esquilada a una oveja rinde entre 4 y 4,5 kilos. Un kilo de la lana sucia se cotiza actualmente alrededor de los 2 dólares. Actualmente, la economía de los establecimientos fueguinos goza de buena salud. De hecho, muy pocas son las operaciones comerciales de campo que se pudieron registrar en los últimos años. Pocos son los que deciden desprenderse de un lugar que es único y de los más remotos del mundo.