Por Andrés Klipphan - Infobae.com
En su mayoría terminan en manos de criminales. También existen casos de uniformados que alquilan sus 9 mm a delincuentes. Los números del mercado negro
En lo que va del año, 63 armas reglamentarias ya le fueron sustraídas a policías de la provincia de Buenos Aires. En el mercado negro una pistola Bersa Thunder 9 milímetros, provista a buena parte de las fuerzas de seguridad, como la policía Federal, Bonaerense y de la Ciudad, puede llegar a valer entre 20.000 y 40.000 pesos; mientras que si se la adquiere de forma legal, el valor difícilmente supere los 13.000 pesos.
Esto es así porque en el shopping de la marginalidad se las consigue sin los documentos correspondientes, como la portación de legítimo usuario. Inclusive el importe puede llegar a subir si antes se le removió la numeración.
En el ministerio de Seguridad Bonaerense, se labraron sumarios que acreditan casos de robos de armas de manera escandalosa. Por ejemplo, la pérdida de la Bersa Thunder Pro calibre 9mm por dejarla en el guardarropas de un boliche bailable junto al abrigo.
Hay otros casos que indignan y que elevan al policía protagonista del acto de corrupción a la categoría de "delincuente". Un efectivo, Nahuel Garzo, que acaba de ser sancionado, le "alquiló" su arma reglamentaria y el chaleco antibalas a un conocido malviviente de La Plata para que salga a robar. Para justificar su pérdida, simuló haber sido atacado a balazos por delincuentes.
El caso del oficial Nahuel Garzo es la antítesis de Lourdes Espíndola, la heroica mujer policía de 25 años que trabaja en el Comando de Patrullas de Moreno y que fue asesinada en la parada del colectivo por forajidos que solo querían quitarle su 9 mm. Otro robo de armas que conmocionó a la opinión pública, fue el de María Belén González, la policía de 23 años que fue arrollada tres veces por bandoleros que le robaron el arma reglamentaria. La oficial, que por fortuna salvó su vida -aunque quedó con serias lesiones- prestaba servicios en el Comando de Prevención Comunitaria de Avellaneda.
Pistolas, chalecos y uniformes
De las 63 armas reglamentarias denunciadas como robadas o extraviadas por los efectivos de la Policía de la provincia de Buenos Aires en los siete meses y medio de 2018, en 56 casos, los agentes se encontraban en franco de servicio, cinco en servicio y los dos restantes cumpliendo horas POLAD.
La cifra es muy alta, aunque este número queda opacado si se compara con estadísticas anteriores.
En el año 2015, por ejemplo, las armas reglamentarias sustraídas a policía bonaerenses fueron 261. De esos efectivos, 226 estaban de franco de servicio, 26 en servicio 26 y 9 en POLAD –extras-.
En diálogo con Infobae, el ministro de Seguridad Bonaerense, Cristian Ritondo, entendió que "la baja sustancial del robo de armas a personal policial se debe al Reentrenamiento implementado desde el año pasado, que mejoró el cuidado y reparo del arma reglamentaria".
Los sumarios escandalosos
A pesar de los esfuerzos ministeriales para que las armas oficiales no terminen en manos de los delincuentes, hay hechos que exceden cualquier tipo de control. Tiene que ver más con la condición humana, o con "el zorro en el gallinero", y que le hace mucho daño a la fuerza.
El delito, porque de eso se trata, ocurrió en las últimas horas y las autoridades del ministerio de Seguridad bonaerense, a cargo de Cristian Ritondo, ya actuaron en consecuencia: abrieron un sumario en la Dirección General de Asuntos Internos (AGAI); desafectaron del servicio –según lo dispuesto por Guillermo Berra, el titular de la (AGAI)- al policía que denunció falsamente el robo de su arma, y lo denunciaron ante la fiscalía de turno que decidió detenerlo.
El personaje central de esta historia de poli-ladrón se llama Nahuel Garzo. Es el mismo oficial ya había denunciado el robo de su arma 9mm el año pasado. Esa vez, el sumario interno no reveló nada irregular. Un par de motochorros lo emboscaron y le robaron la mochila. Dentro estaba su Bersa 9mm. Punto. A los pocos días, Garzo volvió a la calle portando un arma flamante.
Pero ahora ese "robo motochorro" fue puesto en duda. Sucede que días atrás su flamante pistola, junto a su chaleco antibalas, terminó de manera voluntaria en manos de un ladrón de casas y comercios de La Plata conocido por el hombre de ley. El "alquiler" de esos dos elementos comenzó a quedar al descubierto cuando el rufián le devolvió el chaleco con dos impactos de bala a la altura del pecho. Sucedió que en la gira delictiva, el malviviente mantuvo un enfrentamiento en el cual recibió varios balazos. Pero el chaleco le salvó la vida. Por esa razón, se lo devolvió con las inconfundibles muescas que antes no estaban.
Para remedar el hecho, el policía declaró –y fue reproducido por los medios- que en las cercanías de la terminal de ómnibus de La Plata, dos hombres – a la altura de las calles 4 y 43-, desde un Chevrolet Corsa sin patente y con vidrios polarizados, le gritaron "¡¡¡HEY…tex!!!" y que cuando se dio vuelta uno de ellos desenfundó un revolver le disparó cuatro balazos.
Por fortuna -siguió contado- el chaleco paró dos veces a la muerte. Eso sí, se excusó, su arma reglamentaria le fue arrebatada por los malvivientes. Todo marchaba sobre ruedas hasta que los pesquisas chequearon, por orden de la fiscalía, las cámaras de seguridad y entrevistaron a comerciantes de la zona. Nadie vio nada. No escucharon detonaciones, y el famoso "corsita" tampoco aparecía en las imágenes. Tampoco el efectivo baleado.
El joven agente de 26 años no tardó en confesar la mentira y el "alquiler" de arma y chaleco a un "amigo" ante las primeras preguntas del interrogatorio al que lo sometió su subcomisario.
En menos de tres días, Nahuel Garzo, que prestaba servicio en la Comisaría Tercera Sur de Dorrego, en el partido de La Matanza, pasó de ser casi un policía héroe que había salvado su vida de milagro, a ser detenido. Su confesión, ya en sede judicial, llevó a la instrucción policial a recuperar el arma reglamentaria que aún estaba en manos del delincuente y también su encarcelamiento.
La juventud e inexperiencia de algunos policías que integran las patrullas comunales colaboran para que, en estos casos de manera involuntaria, las armas pasen a manos de los criminales. Fue durante un "rondín" que estaban realizando cuatro agentes de la policía local de La Plata cuando, según denunciaron, fueron víctimas de un engaño que aún se está investigando. El hecho, sostuvieron, tuvo lugar en la intersección de las calles 12 y 64, en pleno centro comercial de la ciudad capital de la provincia.
Mientras caminaban y controlaban que todo estuviese en orden, los agentes fueron abordados por un hombre de civil, que al bajarse de un auto de alta gama, credencial en mano, se presentó como "comisario". El oficial superior les informó que sus armas, correajes y cargadores, debían ser entregadas provisoriamente ya que así había sido dispuesto desde la conducción de la Comisaria Primera de La Plata. Los numerarios no dudaron sobre la veracidad de la orden, le entregaron mansamente el pequeño arsenal al presunto "comisario" quien subió al auto y se marchó. Al llegar a la repartición, comprendieron que habían sido víctimas del cuento del tío más increíble que sufrió un policía para ser despojado de su armamento.
Los sumarios de Asuntos Internos están poblados de denuncias por supuestas "perdidas" de armas reglamentarias. Un relevamiento realizado en ese organismo de control revela que "en casi el 40% de los casos, las sustracciones o pérdidas se produjeron entre el domicilio de los policías y el vehículo particular, situaciones que remiten a la portación de armas fuera del horario y lugar de trabajo en el marco del estado policial".
Además del caso extremo de la venta o alquiler de la pistola por parte de policías a los criminales, hay situaciones en la que también se visualiza la despreocupación del uniformado por el arma entregada al momento de graduación.
El caso del sargento Javier Marcos Torres, del Cuerpo de Caballería de San Isidro, es un ejemplo.
Según consta en el Sumario Interno, el 5 de octubre de 2017, el efectivo fue a la casa de su amigo, ubicada en la localidad de Quílmes, y "después de haber pasado la noche allí junto a otros compañeros de trabajo y amistades, al día siguiente, al despertarse constató el hurto de su arma reglamentaria Bersa Thunder pro calibre 9mm número 13E44967, la cual había dejado encima de un televisor".
La denuncia, verdadera o falsa, realizada por el sargento derivó en una sanción disciplinaria y en la pérdida del arma ya que amigos, colegas y novias con quienes compartió la velada y el sueño, han asegurado desconocer el destino de la valiosa 9mm.
Un enorme mercado ilegal
Las armas en poder de las bandas mafiosas o delincuentes comunes son un verdadero problema que hasta ahora la política no consiguió resolver. En muchos casos los bandidos están mejor pertrechados que las propias fuerzas del orden, o lo hacen con uniformes, chalecos y pistolas que le roban a sus integrantes.
El ministro de Seguridad de la Provincia, Cristian Ritondo en la destrucción de armas
El mercado ilegal de armas de fuego es enorme y la cantidad de estas supera largamente a las declaradas.
Según los últimos datos difundidos por la Agencia Nacional de Materiales Controlados (ANMaC) –ex RENAR- en la Argentina hay 1.562.332 armas registradas. Las no declaradas, una buena porción de ellas en manos del delito, no están contabilizadas de manera oficial. Esto es obvio, sin embargo existen estimaciones y trabajos que son una aproximación.
Según estimaciones privadas, el mercado negro de armas de fuego pequeñas rondaría las 3.600.000. Es decir algo más del doble que las registradas. Consultado sobre el tema el ministro Ritondo recordó que entre los años 2016 y 2017 en la provincia de Buenos Aires se destruyeron a través del programa de desarmes, 35.626 armas y que de ese monto "26.278 armas pertenecían al delito".
Las armas ilegales que circulan en manos de los malvivientes en su gran mayoría provienen de los robos a depósitos judiciales o policiales, a los propios agentes de seguridad o a casas particulares.
Al menos hasta el año 2016 solo en la provincia de Buenos Aires, en depósitos judiciales y de La Bonaerense había aproximadamente 90.000 armas. El aumento de robo de este arsenal paralelo que terminaba en manos enemigas alertó a los funcionarios de las áreas para comenzar la destrucción del armamento. "El desarme es un mecanismo de seguridad. Cada arma que sacamos es vida y por eso vamos a destruir todas las armas que estén en depósitos", promete Ritondo ante Infobae.
Como se ve, el tema es mucho más complejo de lo que se lo suele presentar. Detrás de cada robo de arma, de cada asalto a un depósito de armamentos, está la mano del delito que derrama más sangre y lágrimas entre las víctimas inocentes.