Por Mario Montoto - Infobae.com
Se conmemora un nuevo aniversario del Grito de Ipiranga, aquella proclama de "¡Independencia o muerte!" que inmortalizó Pedro I al separar el reino de Brasil del de Portugal. Aunque mantenía las formas monárquicas, aquel Brasil se unía al concierto de naciones sudamericanas que se independizaban de sus metrópolis europeas.
Más allá de saludar a los hermanos brasileños en su día, este 7 de septiembre se convierte en una excelente pretexto para repasar y pensar en la integración entre nuestras dos naciones.
Hace apenas un par de semanas se oficializó el nombramiento de la científica argentina Elena Maceiras en la Secretaría la ABACC, la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares, cargo que comparte con su colega brasileño Marco Marzo. Es un hecho de gran trascendencia, no solo porque es la primera mujer que representa a nuestro país en la Secretaría de este ente binacional, sino también porque significa la continuación y el fortalecimiento de esta institución pionera y única a nivel mundial, creada a partir del acuerdo suscripto en julio de 1991 por los dos países para el uso exclusivamente pacífico de la energía nuclear. En estos 27 años desde su creación, este modelo de integración consolidó a Sudamérica como una zona de paz y libre de armas nucleares.
Cabe recordar que hace solo algunas décadas la tranquilidad regional no era la regla. El enfrentamiento y la incomprensión, heredados de las viejas disputas coloniales entre españoles y portugueses, signaron la relación bilateral entre Argentina y Brasil desde los albores de la independencia. Si bien en 1895, con el denominado "Laudo Cleveland", los dos países lograron poner un punto final a sus diferendos fronterizos y los presidentes Julio Argentina Roca y Manuel Ferraz de Campos Salles iniciaron una nueva era de distensión y diálogo entre ambas naciones, la rivalidad y competencia en el ajedrez geopolítico regional fueron difíciles de desterrar. La idea integracionista del general Juan Domingo Perón y su intento por avanzar en un proyecto conjunto con el presidente y líder brasileño Getúlio Vargas se vieron frustrados por el suicidio de este último en 1954 y el golpe militar en Argentina en 1955.
Hubo que superar un largo período de inestabilidad política y económica y la triste sombra del autoritarismo en los años 60 y 70 para que, con el regreso de la democracia, se pudiera dar impulso a un nuevo capítulo en las relaciones bilaterales. No obstante, los argentinos recordamos con agradecimiento la solidaridad activa y el compromiso de Brasil durante el Conflicto del Atlántico Sur.
Pero fue la firma por parte de los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney de la Declaración de Iguazú, el 30 de noviembre de 1985, la que sentó las bases para el proyecto más ambicioso de integración regional en estas latitudes: el Mercado Común del Sur (Mercosur).
A partir de ese entonces, se registró un notable incremento del volumen del intercambio bilateral, que pasó de 2.963 millones de dólares en 1991 a 39.515 millones de dólares en 2011. En los últimos seis años, debido a la crisis en el vecino país y a la difícil coyuntura económica argentina, se produjo una retracción y el volumen total del intercambio comercial fue de 27.055 millones de dólares en 2017, aunque con perspectivas de crecimiento en el presente año. En este sentido, la reciente implementación del Certificado de Origen Digital (COD) para las exportaciones e importaciones de los dos países es una noticia muy positiva en el proceso de desburocratización y simplificación de la operatoria comercial. Si bien se ha avanzado en este último cuarto de siglo de manera significativa a nivel comercial, quedan un sinnúmero de aspectos todavía por implementar en el proceso de integración.
Ahora bien, en otras áreas claves no se ha logrado aún el nivel de cooperación óptimo que nos permitiría enfrentar en forma conjunta las actuales amenazas y los desafíos propios del siglo XXI. Un tema clave es el intercambio de información y el diseño de una estrategia conjunta para prevenir y combatir la criminalidad organizada, con sus ramificaciones en el tráfico de drogas, armas y personas, que aprovecha la porosidad de nuestras fronteras y se vale del poder de mafias transnacionales. No podemos perder de vista que Brasil y Argentina tienen una frontera común de 1.261 kilómetros, que nos reclama respuestas conjuntas y políticas comunes. Somos además, según los últimos informes de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), los dos principales mercados consumidores de cocaína de América del Sur, al tiempo que nuestros mayores complejos portuarios y terminales aeroportuarias se encuentran en el cruce de las principales rutas de tránsito de la droga hacia Europa. Un claro indicio de la presencia de estas redes globales del narcotráfico son las cifras récord de incautación de cocaína y marihuana en 2017: la Policía Federal de Brasil secuestró el último año 357 toneladas, en tanto que las fuerzas federales y provinciales de seguridad argentinas totalizaron incautaciones por 142 toneladas.
Otra preocupación común es el contrabando de armas a través de la Triple Frontera, que alimenta la violencia y el delito en los grandes centros urbanos brasileños y argentinos. En ese sentido, tal como advirtió en 2014 un estudio de la Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, dirigida por el exmandatario costarricense y Premio Nobel de la Paz Óscar Arias, desde Paraguay existe un flujo ilegal de armamentos modernos de alto calibre con destino al mercado negro de Brasil y en la Argentina, donde hay una sostenida demanda. La ONG brasileña Viva Río también ha venido alertando sobre el tráfico ilícito de armas argentinas hacia Brasil, trianguladas a través de Paraguay. Este complejo panorama narcocriminal es un serio llamado de atención a las autoridades para encarar en forma conjunta programas de trazabilidad de las armas, así como controles y monitoreos de una frontera muy permeable, donde las bandas criminales operan a sus anchas, desbordando en algunos casos los controles y, en otros, logrando complicidad de algunos "desleales" agentes del Estado.
Tal como señaló el general Sérgio Etchegoyen, actual ministro jefe del Gabinete de Seguridad Institucional de Brasil, en una entrevista concedida a la revista DEF, su país está expandiendo el Sistema Integrado de Monitoreo de Fronteras (SISFRON), un instrumento de apoyo en el combate contra el crimen organizado, y ha invitado a la Argentina a conocerlo "con miras a analizar soluciones tecnológicas capaces de integrar esfuerzos desarrollados por ambos gobiernos para la protección de nuestras fronteras". El general Etchegoyen destacó, además, la conformación de la Comisión Mixta Brasil-Argentina sobre Drogas y Delitos Conexos, con el objetivo de realizar esfuerzos conjuntos en el control de la oferta de precursores químicos, la reducción de la demanda de drogas y el combate de delitos conexos como el tráfico de armas y el lavado de dinero. "El trabajo se realiza a través del intercambio de información en tiempo real, para que los gobiernos puedan actuar más rápido que las organizaciones criminales", puntualizó.
En nuestro país, al presentar el plan de reestructuración de las Fuerzas Armadas y la nueva Directiva de Política de Defensa Nacional, el ministro del área, Oscar Aguad, aludió a "las nuevas amenazas, que no necesariamente provienen de un Estado nacional, sino del crimen organizado, el narcotráfico y el terrorismo". El funcionario también se refirió a la protección del ciberespacio y confirmó la compra de "un equipamiento muy moderno para la ciberdefensa: un sistema de inteligencia artificial y un sistema de software para impedir y repeler ataques a nuestra infraestructura vital y a nuestras redes". El sistema estará operando durante la próxima cumbre del G20 en Buenos Aires. Por su parte, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, ha enfocado su gestión en el combate del delito complejo y para ello, desde el punto de vista operativo y con un enfoque federal, se han inaugurado Centros de Inteligencia Criminal Regionales en el NOA, el NEA, Cuyo, la Región Centro, Buenos Aires, Patagonia Norte y Patagonia Sur.
En este contexto de los nuevos desafíos a la soberanía nacional, el trabajo conjunto y la cooperación entre Argentina y Brasil puede instrumentarse en áreas muy concretas. Una de ellas es la protección de los recursos naturales, a partir del énfasis que ha tomado la hipótesis de conflicto conocida como "guerra por los recursos" prevista en las nuevas doctrinas militares de ambos países. En este marco se inscriben las iniciativas para la conservación de la biodiversidad de la Amazonia, la salvaguardia de los recursos hidrocarburíferos del pre-sal en la plataforma continental brasileña, así como en el caso argentino su enorme mar continental, los recursos no convencionales de gas y petróleo de la formación Vaca Muerta –de 30.000 km2– en la Cuenca Neuquina, y la enorme reserva de agua dulce constituida por el Acuífero Guaraní, que se extiende a lo largo de 840.000 km2 en territorio brasileño y 225.000 km2 en Argentina, además de Paraguay y Uruguay. La protección de estas enormes riquezas naturales requieren de unas Fuerzas Armadas dotadas de los medios y de las capacidades de disuasión y actuación adecuadas, con un alto grado de coordinación e intercambio de información e inteligencia, llevado a cabo por los agentes estatales de ambos países.
A comienzos de la década pasada, Brasil impulsó, en el ámbito de sus Fuerzas Armadas, un ambicioso Sistema de Protección y Vigilancia de la Amazonia (SIPAM/SIVAM); en tanto que Argentina puso en marcha en 2011 el Operativo Escudo Norte (2011-2016), transformado por el actual Gobierno en el Operativo Fronteras, que incluye la radarización de la Frontera Norte y el incremento de la vigilancia y control de la frontera fluvial y de la Hidrovía Paraguay-Paraná, así como el monitoreo del espacio aéreo y el establecimiento de nuevas reglas de control aeroespacial. Un actor llamado a jugar un rol central en estos programas es la empresa argentina de alta tecnología INVAP, históricamente vinculada a la industria nuclear y que en los últimos años ha ampliado su campo de especialización al desarrollo de radares primarios y secundarios para la vigilancia y el control del espacio aéreo, así como al diseño y construcción de satélites tanto de baja órbita como geoestacionarios.
En la industria de la defensa, lamentablemente, nuestros dos países todavía no han conseguido avanzar en una estrategia común para la integración y complementación de sus sistemas. Hubo intentos en ese sentido, como por ejemplo, el desarrollo del Vehículo Liviano de Empleo General Aerotransportable "Gaucho", un proyecto anunciado en 2005 que no tuvo el éxito esperado. Esta sigue siendo una asignatura pendiente si pretendemos integrar nuestros sistemas de defensa y encarar proyectos a largo plazo y con la economía de escala para competir en el exterior.
Otro caso ilustrativo es el del submarino brasileño de propulsión nuclear (SN-BR), un proyecto de gran valor estratégico para la Marina de Brasil. Como ya señalamos, existen numerosos antecedentes de cooperación entre Argentina y Brasil en el ámbito de la energía nuclear, el último de los cuales ha sido la contratación de INVAP para el desarrollo de la ingeniería del Reactor Multipropósito Brasileño (RMB), destinado a aplicaciones de medicina nuclear y gemelo del argentino RA-10. Sería un acierto incorporar a nuestro país, y concretamente a una empresa de innegable experiencia y reconocimiento internacional como INVAP, en la iniciativa del SN-BR, en la óptica de una política de defensa común. La excelencia de nuestros científicos es también un instrumento de política internacional e integración.
Por último, cabe destacar la amenaza que representa la incursión en el ciberespacio de actores estatales y no estatales decididos a afectar infraestructuras críticas y a vulnerar los sistemas de defensa y seguridad. En ese sentido, la ciberdefensa ha venido adquiriendo cada vez más importancia en el diseño de una efectiva política de defensa acorde a los tiempos que corren. Creado en 2012, el Centro de Defensa Cibernética brasileño (CDCiber) cuenta con la experiencia de haber gestionado grandes eventos de los que el país vecino fue anfitrión en los últimos años: la Cumbre Río+20 (Conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible) en 2012; la Jornada Mundial de la Juventud y la Copa de las Confederaciones en 2013; el Mundial de Fútbol 2014; y los Juegos Olímpicos Río de Janeiro 2016. Este expertise podría ser de gran utilidad de cara a las Olimpiadas Juveniles en la Ciudad de Buenos Aires en el mes de octubre y la Cumbre del G-20 de la que Argentina será anfitriona en noviembre próximo.
En resumen, es innegable que en estas últimas tres décadas se han dado importantes avances en la integración con nuestra querida y hermana República del Brasil. Pero, tal como se enumeró párrafos arriba, nuestros países tienen aún mucho más que decir y hacer en muchos aspectos. Será responsabilidad de los dirigentes de ambas naciones profundizar la agenda que nos traiga más integración en el comercio, en la energía nuclear, la defensa en general, la seguridad, la cultura y el bienestar común. Todo esto redundará en que nuestros pueblos tengan una mayor calidad de vida y un lugar preponderante en el mundo actual.
Celebramos la independencia del Brasil, pensando en un futuro y un destino común.