El mayor consumo de proteínas cárnicas en China y el mercado asiático impulsa los dos cultivos, que son claves para el desarrollo de la Región Centro.
Se expanden arrastrado por el vuelco masivo al consumo de proteínas cárnicas (transición dietaria) que experimenta más de la mitad de la población del mundo: en China y Asia en primer lugar.
La regla establecida por USDA (Departamento de Agricultura de Estados Unidos, por sus siglas en inglés) es que el consumo per cápita de trigo y arroz prácticamente no ha crecido en el mundo en términos reales, más allá del alza demográfica, entre 1990 y 2016, en tanto que el consumo per cápita de maíz y soja ha aumentado en gran escala en este periodo. En el caso del maíz, ese incremento es del 1,3% por año y en el caso de la soja del 2,3% anual.
La raíz del auge de la soja (la Argentina es el tercer productor mundial, detrás de Brasil y EE.UU) y el maíz responde a su conversión en granos para la alimentación animal (dos tercios del total), mientras que el consumo restante responde a la demanda de etanol.
Por eso es notable la divergencia entre el consumo de granos para la alimentación humana (trigo y arroz), cuyo crecimiento responde al factor demográfico, y el de los granos para la alimentación animal (soja/maíz), que se expande arrastrado por el vuelco masivo al consumo de proteínas cárnicas (transición dietaria) que experimenta más de la mitad de la población del mundo: en China y Asia en primer lugar.
De ahí que FAO/OCDE prevean que el comercio internacional de granos se duplicaría en los próximos 10 años, pero que más de 70% de ese incremento sería obra del alza del consumo de soja y maíz, con el agregado de que 80% de las exportaciones de granos para la alimentación animal se dirigen a un sólo mercado: China/Asia.
El resultado es que los fondos de inversión (hedge funds) han seguido los trazos de esta nueva geopolítica de la soja y el maíz, y han comenzado a invertir fuera de Estados Unidos, en primer lugar Rusia y Ucrania, los nuevos grandes productores de trigo, y luego en América del Sur, debido a la explosión de soja, sobre todo en Brasil y la Argentina.
Los principales fondos de Wall Street estiman que la tasa de retorno que ofrecen las inversiones en Ucrania, Rusia, Brasil y la Argentina es 2 y 3 veces superior a la que corresponde a Iowa, Nebraska y Kansas.
Esto significa que las oportunidades de negocio que ofrecen los nuevos grandes productores emergentes son cualitativamente superiores a las del Medio Oeste norteamericano.
El rendimiento del maíz en Brasil ha crecido 7% anual a partir de 1991, mientras que ha sido 1,4% el promedio mundial en el mismo periodo. Por eso el área sembrada con maíz ha aumentado 193 millones de acres (78 millones de hectáreas) entre 2002 y 2012, y más de 80% del incremento ha tenido lugar en Brasil, India y China.
La producción agroalimentaria norteamericana dispone de una extraordinaria infraestructura de transporte y una red de conectividad que le otorga una decisiva ventaja competitiva. USDA señala que la red ferroviaria de carga estadounidense supera los 160.000 kilómetros, a lo que hay que agregar 18.000 kilómetros de canales y 180.000 kilómetros de grandes redes de autopistas.
Esto implica que el costo de transporte y logístico de 1 tonelada de granos desde las planicies de Dakota del Norte a Portland en el Estado de Oregón, sobre el Pacífico, asciende a 55 dólares la tonelada, en tanto que transportar en Brasil 1 tonelada de granos desde Mato Grosso al Puerto de Santos, en el Estado de San Pablo, supera los 100 dólares la tonelada.
Estos son algunos de los trazos fundamentales de la nueva geopolítica de la soja y el maíz, dos granos forrajeros que son estratégicos para la seguridad alimentaria global y un eje de desarrollo central para la Región Centro en la Argentina.