Por Dionisio Bosch Profesor de Historia Financiera - Cronista.com
Manuel Belgrano es el espejo, ante el cual los argentinos no nos atrevemos a mirarnos. Por eso preferimos ignorarlo.
En estos días -el 20 de junio-celebramos el "Día de la Bandera". Lo curioso del caso es que la bandera Argentina se izó por primera vez el 27 de febrero de 1812, así que lo que conmemoramos desde 1938 no es entonces el izamiento de la enseña patria, sino la muerte de Manuel Belgrano en 1820. Es cierto que todos los argentinos sabemos o debiéramos saber que Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús fue el creador de la bandera, pero pensar que este fue el mayor logro de quien el General San Martín dijo "es lo mejor que tenemos en la América del Sur", el hombre "más metódico de los que conozco en nuestra América lleno de integridad y talento natural" y según algunos historiadores "si había un padre de la patria, ése era Belgrano", raya el insulto.
Hay otras dos efemérides en torno a Belgrano. El "Día del Graduado en Ciencias Económicas", que recuerda desde 1980 su nombramiento como Secretario Perpetuo del Consulado de Comercio Buenos Aires el 2 de junio de 1794, es decir su primer trabajo importante pero no su graduación (a los 16 años Belgrano entró en la Universidad de Salamanca dando un examen libre, en enero de 1789 se gradúo como Bachiller en Leyes en la Universidad de Valladolid y como Abogado en la Cancillería de Valladolid con medalla de oro el 31 de enero de 1793). La otra efeméride, válida solo en la Ciudad de Buenos Aires, en una escueta ley (Nro.1.066) de 22 palabras, fijando el 3 de junio -nacimiento de Belgrano- como el "Día del Economista".
Lo irónico es que a pesar de la ignorancia oficial y hasta algunas pretensiones de tergiversar su figura, Manuel Belgrano es el prócer que más cariño despierta entre los argentinos, quienes no lo vemos ni como abogado, ni como economista, militar, periodista o político, sino como un hombre que se entregó a la causa de la libertad con todas sus fuerzas.
Cuando hablamos de Belgrano hablamos del más culto e ilustrado de todos los hombres de mayo (había fundado la Academia de Derecho Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca y tenía el permiso Papal para leer todo tipo de literatura y sino que hablaba y escribía en Francés, Italiano, Inglés, Latín, Griego y Quechua).
Para entender al Belgrano economista hay que leer sus traducciones, las 13 memorias que publicó del Consulado y los artículos que escribió para el "Telégrafo Mercantil", el "Semanario de Agricultura" y el "Correo de Comercio" entre 1801 y fines de 1810. Aunque tal vez sea mejor leer "La Representación de los Hacendados" cuyo texto original habría sido escrito por Belgrano, pero que dado su cargo oficial y la enemistad con el Virrey Cisneros no podía presentar de manera explícita, así que habría recurrido a Mariano Moreno.
Como economista Belgrano fue un hombre adelantado a las teorías de su época, que estaba un paso más allá de los fisiócratas y Adam Smith en su comprensión de la teoría del valor, el dinero y los factores de la producción .
Para entender al Belgrano periodista basta leer su nota el Correo de Comercio del 11 de agosto de 1810 sobre la libertad de prensa: "La libertad de prensa es la principal base de la ilustración pública, para el mejor gobierno de la nación y para la libertad civil, es decir, para evitar la tiranía de cualquier gobierno que se estableciera", añadiendo más adelante "Sólo pueden oponerse a la libertad de prensa los que gusten mandar despóticamente". Este articulo apuntaba al corazón del Secretario de la Primera Junta.
Si bien la "historia oficial" consigan a Mariano Moreno como el padre de la libertad de nuestra prensa, lo cierto es que él había decretado la censura previa, la prohibición de publicar cualquier artículo que fuera contra los intereses de la revolución, había obligado a que los curas leyeran los domingos en las iglesias el Contrato Social de Rousseau, y como redactor de la Gazeta Mercantil ejercía la hegemonía monopólica de los medios. El único capaz de enfrentarlo era Manuel Belgrano.
Pocos días después, el 4 de septiembre, Moreno en su calidad de Secretario de Guerra ordena a Belgrano que viaje a la Banda Oriental. Enfermo, Manuel debe esperar hasta el 22 cuando recibe una nueva orden de ir más lejos, al Paraguay. Belgrano sabe que es una trampa: "La Junta puso las miras en mí, para mandarme con la expedición auxiliadora como representante y general en jefe de ella: admití porque no se creyese que repugnaba los riesgos, que solo quería disfrutar de la capital, y también porque entreveía una semilla de desunión entre los Vocales mismos, que yo no podía atajar", dice en su autobiografía. Lo que Moreno quiere es deshacerse de la oposición dentro de la Junta para neutralizar la llegada de los nueve diputados del interior.
Desde su puesto como Secretario del Consulado, Belgrano fue desde 1794 el burócrata más poderoso del Virreinato (es quien autoriza el arribo y partida de los barcos). Es cierto que los comerciantes españoles frenaban todos sus intentos de liberalizar e impulsar la economía local, pero su honradez y ascendencia moral evitaba que estos pudieran desplazarlo. Cuando Belgrano renuncia en abril de 1810 no ha ahorrado ni un solo peso.
Durante la campaña de 1813 las damas de Potosí le regalan un escudo en plata y oro valuado en 7200 pesos fuertes que dona al gobierno de Buenos Aires; la Asamblea de ese año le otorga un premio de 40.000 pesos fuertes que cede para la construcción de escuelas en Tarija, Jujuy, Tucumán y Santiago del Estero y lo largo de su carrera suma otros premios menores en tierra y efectivo con los cuales nunca se quedó.
Al momento de su muerte el único lujo que tiene Belgrano es el reloj con que le pagó a su médico y amigo Joseph Redhead pocos días antes de morirse.
A lo largo de su vida había donado el equivalente a más de 95 kilos de oro (cerca de u$s 5.000.000 al precio de hoy). Nada de plazos fijos millonarios para Belgrano.
Cuando el General San Martín lo encontró en Salta le preguntó "si no le envían dinero de Buenos Aires, ¿cómo paga la manutención de este ejército?" La respuesta fue inesperada para el libertador: "con mi propia plata, general, pero ya me he quedado sin nada". Tres año antes -y sin que mediara ninguna presión mediática-
Belgrano había renunciado a la mitad de su sueldo,
pidiendo disculpas por no poder renunciarlo todo, ya que necesitaba la plata para vivir. Antes que esto, en mayo había sido el único vocal de la Junta que había renunciado a cobrar cualquier remuneración.
Cuando el 20 de junio de 1820, a las 7 de la mañana muere Manuel Belgrano, la ciudad vive exaltada el "día de los 3 gobernadores", solo un número muy reducido de amigos y parientes asisten al entierro y de los ocho diarios que hay en ciudad solo el "El despertador teofilantrópico" de fray Francisco Castañeda da cuenta de lo sucedido: "Triste funeral, pobre y sombrío, que se hizo en una iglesia junto al río, en esta capital, al ciudadano, brigadier general Manuel Belgrano". La Pobreza de Manuel y su familia, que fuera una de las más ricas de Buenos Aires, es tal que no consiguen juntar el dinero para la lapida; deciden usar entonces la tapa de mármol de una cómoda de su hermano Miguel.