(Editorial del diario La Nación) - Resulta alarmante el notorio incremento del comercio ilegal de proyectiles en nuestro país y su vinculación con redes de narcotraficantes
El año pasado, la Gendarmería se incautó de más de un millón de proyectiles y cartuchos que se encontraban en manos de organizaciones criminales. La magnitud y el grave significado de ese volumen de municiones en poder de los delincuentes se comprende con más claridad si se tiene en cuenta que en 2011 las balas secuestradas sólo sumaron 90.000.
Otro dato muy preocupante que surge de la información publicada por LA NACION es que la mayoría de las incautaciones se produjo en el norte de nuestro país, en controles de caminos hacia Bolivia, y que los delincuentes que las transportaban parecían estar empleando las mismas rutas y la misma logística que las redes de narcotráfico.
Se trata, en la mayoría de los casos, de balas de calibre 22 y munición para escopetas calibres 20 y 28 mm. En octubre del año pasado se descubrió en la fronteriza ciudad salteña de Salvador Mazza un cargamento con 400.000 municiones ocultas entre bolsas con soja. El 90 por ciento eran balas calibre 22 largo. En otro de los procedimientos exitosos que realizó la Gendarmería el año pasado se secuestraron 310.000 municiones en la ciudad santafecina de Ceres, que iban transportadas en un camión cuyo destino final era Rosario, una ciudad que desde el año pasado sufre un fuerte aumento de la violencia.
El peligroso fenómeno del circuito ilegal de las municiones se inscribe en un marco de crecientes robos de armas en nuestras fuerzas de seguridad, en armerías privadas, y también en unidades de las Fuerzas Armadas, sobre el que advertimos el año pasado en esta columna. En este sentido, subrayamos entonces la sospechosa facilidad con que se producían los robos de ingentes cantidades de peligroso armamento en comisarías de la Policía Federal y en unidades del Ejército y de la Fuerza Aérea, en ciertos casos probablemente con la complicidad de algunos de los integrantes de esas fuerzas. El material robado, tanto armas de puño como de guerra, se contrabandea al exterior o termina en manos de delincuentes y grupos violentos locales.
El brusco aumento en las incautaciones de municiones completa el círculo. Los proyectiles se fabricaron en la Argentina y se investiga cómo se produjo su desvío hacia el mercado ilegal. El control de la comercialización de balas depende del Registro Nacional de Armas (Renar), cuyas normas obligan a llevar un registro estricto de la cantidad de munición comprada por armerías y particulares. Como tantos otros órganos de control y recaudación, el Renar es manejado por militantes de la organización juvenil kirchnerista La Cámpora. Y lo mismo ocurre con la empresa estatal Fabricaciones Militares, que produce munición y que en años anteriores protagonizó sonados escándalos de contrabando de material bélico.
Otro aspecto del circuito ilegal de municiones que preocupa a los investigadores es su contrabando al exterior. Si bien Bolivia se trataría de un nuevo "mercado" para este contrabando, Paraguay ha sido un destino tradicional para el armamento argentino sustraído en forma ilegal, y muchas veces Asunción fue sólo una escala en la ruta de las armas argentinas que terminaron en manos de poderosas bandas de traficantes de drogas que operaban en las favelas de Río de Janeiro con pistolas, ametralladoras y también granadas producidas por Fabricaciones Militares.
Hace pocos días, las autoridades bolivianas desarticularon en Santa Cruz de la Sierra una banda que acopiaba balas y armas para ser negociadas con la narcoorganización brasileña Primer Comando de la Capital, que ejerce una fuerte influencia en el mundo delictivo de San Pablo. La investigación boliviana determinó que esas municiones eran transferidas por las mismas líneas usadas para transportar drogas. El Primer Comando de la Capital ha intentado entrar en contacto con bandas de narcos que operan en Rosario.
Como denominador común del grave panorama aquí resumido surge la evidente necesidad de aumentar los controles por parte del Renar y de Fabricaciones Militares. Pero también es preciso que, de una vez por todas, las autoridades nacionales se decidan a encarar una verdadera lucha contra el narcotráfico, que, como hemos visto, además de alimentar el consumo de drogas, es uno de los motores del tráfico ilegal de armas y municiones..
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