El tren estaba quieto; el acto terminó y Scioli se fue. Por la noche, la formación, que había sido sacada del servicio por Trenes de Buenos Aires (TBA) se dispuso a regresar a los rieles porteños. Ni los pataleos del intendente de Lincoln, Jorge Fernández, un kirchnerista de la primera hora, para que el tren no se fuera, ni la ilusión de los 18 pueblos que iba a comunicar pudieron torcer el brazo. El maquinista puso marcha hacia Buenos Aires, y el ramal recién inaugurado quedó desierto. Pasaron años hasta que una formación de dos vagones va y viene por esas vías con un servicio, según consta en la página de la Sociedad Operadora Ferroviaria, gratuito.
Ricardo Jaime y Julio De Vido recorrieron el mundo mirando soluciones para los trenes argentinos. El secretario de Transporte siempre tuvo predilección por los franceses de Alstom. El ministro siempre miró con simpatía a los alemanes de Siemens, que trabajaron, y mucho, en materia energética. Sin embargo, jamás pudieron traer sus soluciones de Primer Mundo a la Argentina. Varias veces se inauguraron los talleres ferroviarios de Tafí Viejo, en Tucumán. Otras tantas se anunciaron ramales y mejoras. Pero finalmente la falta de planificación en una materia en la que la maduración de los proyectos es larga ganó la batalla..
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