Por Patricio Eleisegui - Juan Diego Wasilevsky - (c) iProfesional.com
Una veintena de las grandes compañías ya están instaladas en la provincia para aprovechar los beneficios impositivos y muchos de los artículos que producen son los que usted compra en los grandes comercios. ¿A qué precios? Los detalles de lo que ocurre hoy por hoy en la zona más austral del país
Cuando usted adquiere un LCD en una casa de electrodomésticos, o un celular de última generación, fíjese el origen. Que la etiqueta diga "Hecho en la Argentina" no es un dato menor. Debajo de ese simple sticker, de fondo blanco y letras negras, se esconde un fuerte debate sobre el presente y futuro de la industria tecnológica nacional.
Sucede que, a fuerza de proyectos de ley y ventajas impositivas, el Gobierno pretende reposicionar, a 3.000 kilómetros de distancia de Buenos Aires, el mayor polo industrial de la Argentina y sacarlo así de la eterna sombra de Manaos, el gigante brasileño al que constantemente se los utiliza como punto de comparación a la hora de analizar el proyecto de la provincia austral.
De quedar casi desmantelado en los ´90, con decenas de galpones vacíos y cientas de personas despedidas, el polo de Tierra del Fuego volvió a cobrar protagonismo en los últimos años. Este crecimiento lo logró bajo el paraguas del Gobierno, que le concedió una serie de medidas de protección, tales como fijación de cupos para limitar las importaciones, valores criterio para elevar los precios mínimos a los que ingresan productos al país y hasta la aplicación de las cuestionadas licencias no automáticas, un trámite que “lentifica” el proceso para autorizar compras en el exterior.
Sin embargo, fue a fines de 2009 cuando este polo emplazado en la provincia recibió el espaldarazo final: mediante la sanción del polémico "impuestazo tecnológico", se implementó un “castigo” tributario a los artículos electrónicos y para el hogar provenientes del exterior, mientras que pasó a alentar a los de producción nacional.
La estrategia del Gobierno tiene un doble objetivo: por un lado, alentar la industrialización y, por el otro, evitar que el mercado tecnológico en la Argentina, hasta no hace mucho dominado por productos terminados traídos desde los países asiáticos, siga absorbiendo millones de dólares, claves para el sostenimiento del tipo de cambio en la Argentina sin el sacrificio de reservas del Banco Central.
Sin embargo, los expertos consultados fueron contundentes: con el actual régimen de producción, se está ante un fenómeno que no es más que un traspaso de la demanda desde los artículos electrónicos terminados -como televisores y celulares-, a piezas y componentes, con un nivel de valor agregado local genuino entre bajo y nulo.
En el caso de los equipos de telefonía móvil, por ejemplo, la titular del Ministerio Industria recientemente se quejó de que “es incomprensible que en un país que tiene 40 millones de aparatos de telefonía móvil, el segundo en cantidad de usuarios de América Latina, no tenga la capacidad de producirlos localmente. Es un lujo que no nos podemos permitir”. Acto seguido, la funcionaria destacó que el año pasado de la Argentina se fueron u$s1.300 millones por importación de celulares, mientras que si se toma la totalidad de productos electrónicos que están involucrados en la ley, la cifra llega a los u$s2.300 millones.
Puesto en números, el Gobierno intenta que Tierra del Fuego fabrique al menos 6 millones de equipos de los 10 millones anuales que demandan los consumidores argentinos. Frente a esto, aseguró que, en una primera etapa, gracias a las primeras inversiones que recibió la isla para producirlos, “vamos a sustituir el 40% de los celulares que importamos y así ahorraremos muchos dólares”.
Sin embargo, el deseo del Gobierno de evitar esta "fuga" de divisas, choca contra una realidad: el régimen de promoción de la industria de terminales electrónicas, al no exigir un mínimo de componentes realmente fabricados en la Argentina, está limitando el proceso de producción: si antes se importaban unidades terminadas, ahora simplemente se traen equipos desarmados, tal como revelara recientemente iProfesional.com
El caso de los celulares pone en evidencia estas limitaciones: según un relevamiento realizado por Abeceb.com para este medio, a partir de inversiones de empresas como Brightstar ($10 M para fabricar 4 M de equipos anuales), y New San (1 millón de unidades), durante el primer semestre del año las importaciones de celulares producidos en México, Brasil y el sudeste Asiático cayeron un 22% en relación al mismo período de 2008, es decir, antes de la crisis.
Sin embargo, el ingreso de partes y piezas destinados al ensamble se disparó nada más y nada menos que un 400%.
De este modo, los beneficios del “efecto impuestazo” están en discusión y, por ahora, quedó muy lejos ese deseo del Gobierno de “ahorrar muchos dólares”: entre enero y junio la importación global en el rubro celulares –unidades terminadas y componentes- totalizó la friolera de u$s890 millones, un 70% más que en 2009 y un 10% por encima de 2008.
Algo similar ocurre con los televisores, ya sea los convencionales, como los LCD, que fueran las vedettes del último Mundial de fútbol. En el caso de los de tubo, las importaciones de unidades terminadas se desplomaron un 98% respecto a los niveles de 2008. Es decir, en lo que va del año prácticamente no ingresaron equipos nuevos desde China, Corea o Taiwán. Sin embargo, aquello que no entró como producto listo para el consumir, lo terminó haciendo como insumo: en efecto, las compras en Asia de las piezas necesarias para fabricarlos no pararon de crecer y se dispararon un 140%, totalizando u$s400 millones.
Con respecto a los LCD, la gran demanda alimentada antes de que el equipo del entonces técnico de la Selección, Diego Maradona, diera el puntapié inicial, generó que las compras al mundo crecieran fuerte tanto en unidades terminadas como en partes y piezas, en ambos casos muy por encima del 200%. De este modo, durante el primer semestre, con las agresivas estrategias de promoción, el boom de ventas generó que la Argentina en el rubro “televisores” importe por un total u$s1.140 millones, un 430% más que el año pasado y casi un 200% más que en 2008.
En diálogo con este medio, Mauricio Claverí, de Abeceb.com, sostuvo que “el incremento de la producción en Tierra del Fuego está sustentado básicamente en el ensamble. Por eso están obligados a importar prácticamente todos los componentes. La producción real es muy baja aún”.
“Es clave ver si esta industria puede dar un salto en la generación de valor y si a futuro puede reemplazar gran parte de lo que hoy sí o sí tiene que traer desde otros mercados”, recalcó.
Un factor clave: producir no es más barato.
La producción de tecnología en Tierra del Fuego no es más barata que la importación por la razón señalada anteriormente: en lugar de traer un equipo –ya sea cámara digital, televisor, o celular- terminado y empaquetado, listo para vender en una cadena de electrodomésticos, el producto hace un paso previo: llega desarmado a la provincia austral para, una vez ensamblado -con costos laborales nacionales-, hacer otros 3.000 kilómetros extra hasta Buenos Aires, el principal centro de consumo.
Dadas las grandes distancias y el enorme costo logístico que implica tener plantas tan alejadas del corazón de la demanda, el régimen de promoción, lo que hace, en definitiva, es evitar que un producto del exterior sea más barato. Es decir, “equilibra hacia arriba” los precios.
Un ejemplo para graficar esto:
• Los componentes desarmados y necesarios para ensamblar un LCD de 32´´ puestos en la puerta de una planta de Tierra del Fuego pueden rondar los u$s500.
• Como contrapartida, un televisor terminado y con su packaging correspondiente, ingresa a la Argentina un 28% por encima de ese valor, debido al régimen de impuestos internos.
• El LCD ensamblado en Argentina corre con una ventaja: una vez que sale a la venta, debe afrontar impuestos por tan sólo 7%, es decir un 21% menos que la unidad que ingresa completamente armada.
• Sin embargo, ¿qué sucede con ese diferencial? Ese 21% (la diferencia entre 28% y 7%) restante no siempre llega al bolsillo del consumidor: se lo “comen” los costos para ensamblarlo y las grandes distancias para el transporte, que son cubiertas en barcos o camiones. “Es cierto, hay muchas ventajas impositivas, pero los costos logísticos y de mano de obra las van eliminando”, alertó Claverí, para quien, de hecho, “la Argentina ya tiene valores bastante más altos en electrónica con respecto al resto de la región”.
Tierra del Fuego versus Manaos
Al momento de evaluar el modelo productivo que, bajo la bandera de “producción nacional”, opera en Tierra del Fuego, la comparación con el gigantesco aparato industrial de Brasil se hace inevitable.
Principalmente, para los protagonistas de un sector que, como sucede con los electrónicos, hoy levanta vuelo de la mano del boom del consumo. Justamente, algunos de los argumentos que apuestan a justificar los distintos beneficios de los que goza la provincia patagónica son:
• Que Tierra del Fuego puede competir con Manaos -el inmenso polo industrial que funciona al norte de Brasil-.
• Que la capacidad instalada asegurará la penetración de tecnología desarrollada en el país en otros mercados.
• Que la existencia de leyes de promoción similares asegura la paridad.
Pero lo cierto es que entre el polo brasileño y el territorio fueguino lo que saltan a la vista son las diferencias.
Para empezar, hay que hablar del contraste de tamaños. Mientras que en Manaos existen 1.000 emprendimientos, en la provincia más austral del país no hay más de 20 empresas. Es decir que Manaos es 50 veces más grande que Tierra del Fuego.
A estos datos, aportados a iProfesional.com desde Camoca, la cámara que agrupa a los principales productores de tecnología radicados fuera de la provincia austral, hay que sumarle la cantidad de puestos de trabajo creados en cada lugar: mientras que en Tierra del Fuego se emplea a unas 4.000 personas, en Manaos el indicador supera las 250.000. “Brasil es completamente distinto a nosotros, y es una discusión muy grande lo que eso provoca dentro del ámbito de la tecnología. Ellos, por ejemplo, promocionan en todo el país una ley para el sector IT (Information Technology) que establece la obligación de incluir partes y componentes locales en las computadoras que se venden”, indicó a iProfesional.com Adrián Lamandía, CEO de la fabricante de memorias Novatech.
Por otra parte, la normativa que impuso Brasil no sólo obliga a las compañías que desarrollan equipamiento en ese país a incorporar electrónica local, sino que además beneficia con menores impuestos sólo a los productos que realmente son manufacturados en suelo brasileño -se trata de una reducción del 15% sobre el precio final del producto-.
En Tierra del Fuego, en cambio, las exenciones alcanzan no sólo a lo que se produce en dicha provincia, sino que también comprenden al material importado. “Esto permite que las empresas sigan trayendo el grueso de los componentes desde el exterior. No sólo en lo que hace a partes para televisores; también alienta el ingreso de material para equipos de aire acondicionado y lavarropas”, precisó a iProfesional.com Claudio Krämer, gerente general de Cadieel, la cámara que aglutina a las compañías electrónicas de la Argentina.
“El resultado es la pérdida de ingeniería. Los productos ya vienen ‘masticados’ por la multinacional. LG, por poner un ejemplo, fabrica portátiles y celulares en Corea. No lo hace en la Argentina. Luego vende componentes y licencias, y establece que se ensamble en Tierra del Fuego. Por eso acá no se puede hablar de fábricas, sino de grandes ensambladoras”, señaló.
Respecto de este último punto, Raúl Ochoa, ex subsecretario de Comercio Internacional y director de Relaciones Institucionales de Camoca, remarcó la necesidad de avanzar con una medida que asegure el “compre nacional” en el mediano plazo. Es decir, imponer un nivel de componentes "argentinos" a cada artículo. Y apeló nuevamente a Brasil para esbozar una potencial medida: “En ese país ahora quieren impulsar una reducción impositiva del 25% para los insumos de fabricación nacional que se utilicen en los productos electrónicos. Es una diferencia de políticas públicas lo que establece la ventaja que hoy le lleva Brasil a la Argentina”.
Cuando concentrar no hace la diferencia
Al momento de evaluar el boom de la importación de componentes, las cámaras y empresarios que operan fuera de Tierra del Fuego no dudan en señalar como principal factor a la ausencia de un criterio que obligue a las compañías a incorporar, en niveles relevantes, tecnología local. Esto, de ser modificado, aumentaría el nivel de actividad y desarrollo que hoy se realiza en el área continental del territorio argentino, asegurando la colocación de una porción importante del material que hoy se trae de afuera.
Manaos, por ejemplo, si bien concentra buena parte del material tecnológico que se realiza en Brasil, mantiene una interacción permanente con otros centros de desarrollos distribuidos en otros espacios de ese país. Desde Cadieel, Krämer expuso su visión sobre esta diferencia:
“Hay elementos que no hay por qué importarlos. Un cable para conectar un equipo a 220, por ejemplo, se hace en el país. Se deberían buscar caminos para lograr una real integración con lo que se produce en el continente”. Para el ejecutivo “suena ridículo que cuando se habla de industria nacional en las resoluciones emitidas por la Secretaría de Industria se haga mención a cajas de cartón o etiquetas”.
La exportación que no se hace
En el sinfín de diferencias que mantiene Tierra del Fuego con experiencias exitosas de producción, como es el caso de Manaos, otro argumento relevante es que desde la provincia austral prácticamente no se envía nada fuera de la Argentina. “El régimen de la isla sólo favorece la producción y venta en el resto del país. Ese es otro elemento en contra que se suma a la pérdida de capacidad industrial que desde hace décadas se viene dando en todos los niveles”, comentó Ochoa, de Camoca.
Krämer, en tanto, destacó el perfil exportador de Manaos, y aseguró que no sólo vende al mundo “sino que también le vende a la misma Argentina”. “En definitiva, actúa de la misma forma que lo hace México, que tiene maquilas donde combina materias primas y mano de obra en su zona fronteriza, para de ahí llegar al mundo”, dijo.
“Se debería hacer más que exigir que las empresas sólo monten componentes en sus plantas. Hay que agregar ingeniería y desarrollo local. Las exigencias para las firmas en Tierra del Fuego son muy bajas. El costo más fuerte que tienen que afrontar es el pago de salarios. Debería exigírseles, como mínimo, la transmisión de conocimiento al fabricante local”, concluyó el ejecutivo.
Ochoa, de Camoca, valoró el cierto grado de capacitación que genera el ensamble de equipamiento, pero reclamó marcos que, por ejemplo, exijan la presencia de software argentino en algunos de los desarrollos tecnológicos que se realizan en el Sur.
“En el continente se hacen memorias RAM y placas madres. Son elementos que deben ir sustituyendo a lo que se importa, porque hay capacidad local. Pero para eso debe haber una planificación política, y voluntad para establecer pautas que privilegien lo que se hace o puede hacer en el país”, argumentó.