Por Gustavo Oliverio Para LA NACION
Cuando en mayo de 2008 finalizaba la campaña 2007-08 con una producción de granos y oleaginosos récord de 98,4 millones de toneladas, muy cerca de los 100 millones planteados para el 2010 por la Fundación Producir Conservando en 2002, era difícil imaginar que once meses después nos encontraríamos en la situación actual.
Cuando en mayo de 2008 finalizaba la campaña 2007-08 con una producción de granos y oleaginosos récord de 98,4 millones de toneladas, muy cerca de los 100 millones planteados para el 2010 por la Fundación Producir Conservando en 2002, era difícil imaginar que once meses después nos encontraríamos en la situación actual.
La falta de incentivos y la incertidumbre que se desencadenaron luego del conflicto campo-gobierno de 2008 provocaron una caída del área sembrada de aproximadamente el 7% (fundamentalmente, en maíz-trigo y girasol) y luego una fuerte reducción de la tecnología empleada para la producción. También, en parte, debido al aumento de los costos.
El reflejo más claro es la gran reducción en el uso de fertilizantes, que pasó de 3,7 millones de toneladas en el 2007-2008 a 2,6 millones consumidas en el 2008-2009.
La actual campaña 2008/9 transcurrió en plena crisis financiera internacional, con precios en caída libre y con una de las peores sequías de los últimos 50 años. El resultado de esta explosiva combinación se verá en pocos días más, cuando termine la cosecha. Retrocedimos en un año, lo que nos llevó entre 10 y 11 años de crecimiento sostenido.
Los datos preliminares indican una caída global de la producción de granos y oleaginosas cercana al 36% con respecto a los 98,4 millones de toneladas de 2008; retrocediendo a los valores que obteníamos en los años 98-99, ya que la estimación global para 2008-2009 llega preliminarmente sólo a 61,5-63 millones de toneladas. Debido a una menor área sembrada, menor tecnología y sequía mediante; se registra una caída en la producción de todos los productos agrícolas (50% en trigo; 44% en maíz; 33% en soja; 34% en girasol y 30% en sorgo).
Estos son datos provisionales, pero, de confirmarse, implicarían una reducción de ingresos por exportaciones de granos por US$ 17.800 millones y de ingresos por retenciones para el gobierno nacional y ahora también los provinciales, de unos US$ 5000 millones.
Pensemos en la demanda agregada de trabajo, inversiones de capital y mayor utilización de tecnología que se hubiera producido en el agro con ese ingreso perdido. También, en la actividad económica y comercial que se registraría en el interior. Y habría que pensar en las escuelas, centros de salud o infraestructura básica que se podrían haber realizado con las retenciones no ingresadas.
Cuando se comenzó con las intervenciones y controles del Estado en el negocio de la carne (precios máximos, pesos de faena mínimos, cupos de exportación, etc.), el resultado inmediato fue la falta de incentivos para invertir y la caída de la producción, sólo disimulada hoy por una fuerte liquidación de vientres. Resultado final a mediano plazo: faltarán novillos, faltarán vientres para recomponer stock, salida compulsiva del negocio de muchos productores y seguramente aumentarán los precios relativos.
Hoy, el gran interrogante es cómo iniciaremos la campaña 2009-2010. ¿Existen en la Argentina las condiciones para invertir? Quienes invierten y trabajan en la cadena agroindustrial (algo más de 5,6 millones de personas que representan el 35,6% de la PEA) han sido parte importante del crecimiento económico del país en los últimos años y hoy no tienen perspectiva ni claridad para seguir invirtiendo. No sólo está en duda el futuro de la agricultura, sino que también el de la ganadería, la lechería, la fruticultura, la agroindustria de maquinarias agrícolas y los servicios, entre otros. Por arrastre caen también las industrias y el comercio en general, sólo basta con mirar los índices reales de los últimos meses.
Estamos todavía a tiempo para reaccionar todos, el sector público y el privado, y construir lo que desde la Fundación Producir Conservando hemos promovido desde hace años, que es realizar un plan estratégico para el país como conjunto, y el sector agropecuario y agroindustrial que nos permita salir de la situación actual y aprovechar las oportunidades que vendrán en los próximos años.
El autor es coordinador de la Fundación Producir Conservando.
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