El poder militar de los Estados Unidos se proyecta, históricamente, con sus portaaviones. De cada una de esas plataformas despega una capacidad aérea imposible de igualar en la región sudamericana. Y uno de esos colosos del mar navega frente a las costas argentinas. Se trata de la visita del año a nivel castrense. El portaaviones nuclear George Washington realiza por estos días ejercicios con la Armada. LA NACIÓN visitó ayer esa pista de vuelo flotante, que cuenta con 45 aviones de combate en servicio y más de cinco mil tripulantes, con un promedio de edad de 22 años.
El día empieza temprano en la base aeronaval Espora, en cercanías de Bahía Blanca. Un caza bombardero Super Hornet se ubica al lado de los dos Super Etendard argentinos que trabajan con el contingente aéreo norteamericano. El jefe de la Armada, almirante Jorge Godoy, con otros cinco miembros del almirantazgo y el jefe de la Fuerza Aérea, brigadier general Normando Costantino, encabezan el grupo que volará durante media hora en el bimotor C2 Greyhound rumbo al portaaviones. A unas 120 millas náuticas, un fuerte cimbronazo advierte a los pasajeros que el avión está bien enganchado en la cubierta de vuelo del George Washington.
Los hombres de la Armada están contentos. Hace veinte días que tienen varios buques en acción. El operativo Unitas en Río de Janeiro permitió trabajar con el grupo de apoyo del portaaviones norteamericano y con buques de Brasil al destructor Almirante Brown, a la corbeta Gómez Roca, al submarino Salta y al barco logístico Patagonia. En los alrededores del George Washington operan ahora el destructor La Argentina, la corbeta Guerrico y el submarino Santa Cruz.
"Es importante que podamos participar de estos entrenamientos", comentó el almirante Godoy. El embajador de los Estados Unidos, Earl Wayne, compartió esa idea.
La noche del domingo, el imponente grupo aéreo del George Washington y sus buques de escolta practicaron lucha antisubmarina. El blanco fue el sumergible Santa Cruz y los mandos navales festejaban que no hubiera sido detectado.
El jefe de Operaciones Navales, contraalmirante Luis Manino, sacaba cuentas de los días navegados, de los esfuerzos presupuestarios para poner en el mar a varios buques y tener en reparaciones efectivas a los otros. Esa mirada es positiva.
Claro que no puede ni empezarse en las comparaciones con la fuerza naval invitada. El almirante Philip Cullom es el jefe del grupo de cinco buques que integra el portaaviones. En la charla con oficiales argentinos apuntó a la importancia que los Estados Unidos darán, a partir de la nueva estrategia diseñada en 2006, al cuidado de las rutas marítimas, vitales para el comercio mundial. "Si se quiere tener una economía fuerte, hay que tener una marina fuerte", dijo.
Y dio unos números para graficar el mensaje: el contingente aéreo del George Washington tiene un presupuesto anual de 30 millones de dólares; el navío en sí mismo demanda 17 millones más en funcionamiento y otros 300 millones en repuestos. El costo del portaaviones George Washington es de 4500 millones de dólares, mientras que sus aeronaves suman otros 1700 millones de dólares. Ese volumen económico coloca de por sí a la visita como la más importante del año.
Los cazas navales Super Etendard, los mismos que hace 26 años lucharon en las islas Malvinas, realizaron pasajes a baja altura. Por un cambio en el sistema de señales de cubierta no pudieron tocar la pista. Quedaron abiertas unas negociaciones para concretar esa maniobra en otro momento. Los aviones de exploración Trackers también operaron con las aeronaves norteamericanas. Con los Super Etendard se continuaron con prácticas de ataque al portaaviones.
Fuente: Por Daniel Gallo (Diario LA NACIÓN)