¿Quién no ha participado alguna vez de una charla formal o informal donde se abunda en lamentaciones respecto a la incapacidad que tenemos los argentinos para aprovechar las ventajas geográficas, con las que hemos sido bendecidos? "Los argentinos tenemos todos los climas y la mejor tierra del mundo", "Con unas cuantas cosechas buenas nos salvamos" o, en la misma línea: "El único problema de la Argentina son los argentinos". Hasta la Presidenta hizo referencia al tema en su último discurso, invocando una causalidad divina para explicar la riqueza geográfica de nuestro país: "Se lo debemos a Dios", dijo.
Conviene entonces revisar estos discursos su nivel de realidad o irrealidad dado que hay en su subtexto un efecto paralizante que legitima una idea de estado inactivo; para qué actuar si todo nos ha sido brindado o, cuanto menos se intervenga, mejor.
¿Quién no ha participado alguna vez de una charla formal o informal donde se abunda en lamentaciones respecto a la incapacidad que tenemos los argentinos para aprovechar las ventajas geográficas, con las que hemos sido bendecidos?
¿Es el suelo argentino tan fértil como se lo pinta? La Pampa fue definida ya hace cien años por Florentino Ameghino como una región compleja y heterogénea que incluye zonas que sufren severas sequías y otras, como la cuenca del Salado, devastadoras inundaciones. La dinámica actual de expansión de la frontera agropecuaria y su impacto ambiental sobre muchas de estas zonas está generando procesos erosivos y desertificación en gran escala, mientras que el sobrepastoreo y la compactación de suelos llegan a niveles alarmantes.
Por otro lado: ¿son sus beneficios tan abarcativos como para hablar de potencial de desarrollo para la totalidad de una nación? La elevada valorización que sufrió en los últimos años el suelo rural debido a la globalización de la demanda y el boom sojero generó una fuerte segmentación social en el acceso a la tierra que lleva a interrogarnos acerca de cuán masivos son sus beneficios para un país, teniendo en cuenta que los paquetes tecnológicos en boga no son intensivos en el uso de fuerza de trabajo. Y cuando lo son, como es el caso de los cultivos industriales en zonas no pampeanas, van asociados a un alto nivel de explotación de trabajadores.
Tampoco generan significativos efectos cascada -la mayoría de los insumos son importados- y aunque las retenciones financien en parte el actual modelo sería pretencioso pensar que el desarrollo de un estado pueda descansar sobre la bonhomía de sus tierras. Además, Buenos Aires constituye también un gigantesco desperdicio desde el punto de vista productivo: una de las ciudades más grandes del mundo con un implante territorial de más de 3000 kilómetros cuadrados -y que sigue creciendo- situada sobre tierras de enorme productividad, lo que ha constituido un fuerte argumento cuando se debatió en los '80 el traslado de la Capital Federal.
Sería pretencioso pensar que el desarrollo de un estado pueda descansar sobre la bonhomía de sus tierras
Finalmente, la Argentina no es solamente la región pampeana: para Arturo Jauretche "pampeanizar" el país es una gran zoncera criolla producto de una mirada desde la metrópolis, que oculta la realidad de millones de personas que habitan vastas regiones de tierras estériles en esa misma nación. Esto proyecta al mundo y al interior una distorsionada imagen de riqueza y de su potencial de desarrollo.
El discurso geográfico determinista le confiere a una nación con regiones de tierras fértiles, precipitaciones abundantes y suelos llanos la razón de un futuro venturoso. Pero países con una naturaleza definitivamente adversa han logrado altos niveles de desarrollo como por ejemplo Holanda con casi un tercio de su tierra cultivable reclamada al mar a través del sistema de "polders" -complejas obras de diques y canales que encarecen astronómicamente los costos de producción- la clave: especialización agraria en productos premium y sistemas de comercialización de avanzada con las más altos estándares en nuevas tecnologías en todas las etapas del proceso. El caso de Japón es por bien conocido por todos.
¿Cuál es entonces el modo real en que los factores geográficos influyen sobre el futuro de las naciones? Para el historiador francés Jean Chesneaux los signos positivos o negativos de la incidencia de los factores geográficos en el destino de los países, no es universal a través de la historia sino que ejercen su influencia y se modifican de acuerdo a dos elementos con los que deben confrontarse en cada contexto histórico: una lógica económica hegemónica a nivel mundial y una tecnología dominante.
Las hoy excelentes tierras argentinas fueron un páramo en el fin del mundo cuando durante siglos el concepto de riqueza se basó en la acumulación de plata y oro. En cambio, enormes segmentos de territorio como las provincias del NOA vieron florecer su comercio y producción manufacturera para abastecer a la región del Potosí. Al revertirse la tendencia económica mundial hacia la acumulación primaria, la región pampeana fue cobrando progresivamente un rol protagónico como productora de alimentos en el nuevo modelo. El NOA y Cuyo. olvidadas.
El petróleo estuvo siempre presente en el subsuelo nacional pero solo tuvo valor como un recurso cuando cambió el paradigma tecnológico y surgieron capitales para su explotación.
Países con una naturaleza definitivamente adversa han logrado altos niveles de desarrollo
Suelos aluviales: muchas llanuras del mundo -como la pampeana- se forman por el depósito de sedimentos acarreados por ríos que le dan minerales al suelo. Esta dinámica conocida como aluvial es, a la vez, su fuente de riqueza. Sin embargo, son esos mismos sedimentos los que bloquean los canales de acceso al puerto de Buenos Aires. También son los que levantan su lecho y encarecen los costos de dragado y operativos a niveles no compatibles con la dirección tomada por la evolución tecnológica de la industria naviera actual (basada en la producción de buques con esloras que ya sobrepasan los 300 metros y con un calado concordante). La acelerada erosión en la competitividad de los puertos fluviales del país que resulta de lo descripto podría comprometer el valor del suelo rural en el futuro y la importancia de toda la región de no mediar el desarrollo de un puerto de aguas profundas que la reposicione globalmente, abaratando sus costos de transporte.
La continentalidad aisló a la Bohemia rodeada de montañas en el centro de Europa, pero esa misma centralidad la enriqueció cuando la irrupción del ferrocarril abrió el paso de sus materias primas a los puertos más importantes del continente.
Otro factor geográfico como el monopolio insular ha sido considerado siempre como positivo para Gran Bretaña. Se dice que la ha aislado de algunos de los efectos de crisis europeas y le ha conferido ventajas defensivas. Sin embargo, solo fue positiva en la época de los "Seven Seas" cuando los vapores necesitaban abastecerse de carbón y productos esenciales en sus colonias, lo que generaba una importante economía de escala. Pero entró en crisis y decayó cuando bajo el modelo tecnológico del petróleo -ahora dominante- los nuevos buques consiguen mayor autonomía de navegación.
Por supuesto que el tener petróleo, buenas tierras u otros recursos ayuda, pero de ninguna manera puede sostenerse que nuestro país esté condenado al éxito por ello.
Los filósofos socráticos definían a la conciencia de la carencia como un primer nivel de sabiduría o "ignorancia sabia". Acaso algún día los argentinos nos pensemos como una nación más que habita el mundo, con ventajas y desventajas como cualquier otra. Ése sería un gran primer paso...
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