Por Martín Dinatale - LA NACION
Los vaivenes de la política exterior argentina podrían costarle caro al país. La estrategia de Mauricio Macri de revisar los acuerdos internacionales sellados por Cristina Kirchner con Rusia y China desfila por una cornisa tan delgada que si no es abordada con cuidado podría generar inseguridad jurídica o, en el peor de los casos, severas represalias económicas.
El planteo revisionista de Macri resulta atractivo para la política doméstica: busca reformular aquellos acuerdos internacionales que firmó el anterior gobierno porque entiende que en muchos de ellos existen irregularidades, inconvenientes de tipo medio ambiental, secretismo extremo o incluso "negocios opacos", como graficó un destacado funcionario de la Casa Rosada.
Macri quiere revisar y ajustar cada uno de esos acuerdos que contemplan proyectos de construcción de centrales nucleares, nuevas represas, planes de desarrollo de energía, carreteras y comercio. El problema es que la Argentina ya asumió compromisos internacionales y hay inversiones avanzadas en algunos casos. La ruptura de la palabra empeñada o su modificación unilateral se paga caro en la diplomacia.
En estas horas la canciller Susana Malcorra encara una visita oficial a Rusia donde lleva el mandato de Macri de discutir varios de los acuerdos firmados por Cristina Kirchner. Es el mismo planteo que se propuso Macri en la reciente reunión con su par chino Xi Jinping en Washington. Según el presidente argentino allí Pekín aceptó redefinir algunos de los acuerdos firmados. Aunque China no emitió comunicado oficial alguno luego de ese encuentro bilateral de presidentes.
El caso de China quizás sea más complejo que el de Rusia a la hora de establecer revisiones por un simple motivo: el gobierno de Xi no sólo firmó contratos avanzados con Cristina Kirchner sino que ya giró fondos de compromiso para concretar proyectos de infraestructura.
"Aún no hay definiciones claras de lo que hará China y las obras proyectadas están suspendidas con desembolsos adeudados lo que técnicamente es un default", admitió a LA NACION un destacado diplomático argentino. Se refería así al proyecto de construcción de dos represas en Santa Cruz (Cepernic y Kirchner) y de la construcción del Belgrano Cargas que se licitó a China pero no se avanzó en las obras.
El comentario del diplomático argentino no fue al azar. Responde a una advertencia que hizo China hace más de un mes. Según publicó Ambito Financiero, Pekín envió una carta el 10 de marzo pasado al ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay de los abogados del China Development Bank Corporation donde pedían precisiones sobre el futuro de los acuerdos por US$ 4714 millones para las represas y los US$ 2099 millones del proyecto del Ferrocarril Belgrano Cargas, suscripto en 2012.
La nota decía: "Los proyectos para las represas Kirchner-Cepernic y el proyecto Belgrano son proyectos mayores promovidos por el partido (Comunista Chino) en un mismo período de tiempo político para Argentina y cada uno de los acuerdos de facilidades de pago de las represas junto con las del Belgrano contienen cláusulas de cross default". Es decir: si el proyecto de las represas o del Belgrano cargas cae en default también cae el financiamiento de esas obras.
En el Gobierno plantearon a China la preocupación por las tasas de interés a pagar que se fijaron para el financiamiento de esas obras. También hay objeciones a las cláusulas ambientales de las represas y planteos a los detalles técnicos de los acuerdos por la construcción de dos centrales nucleares.
El embajador de China en Buenos Aires expresó su confianza en que "el nuevo gobierno argentino tomará como punto de partida el impulso activo de la implementación de los proyectos pertinentes y evaluará de forma objetiva e integral los acuerdos ya firmados entre ambos países para cumplirlos". Traducido al lenguaje diplomático esto implicaría que no hay nada que negociar y que el gobierno argentino tiene que cumplir los acuerdos.
En el caso de Rusia la cuestión parecería ser más sencilla de resolver. El gobierno argentino objeta los montos fijados para la construcción de una central nuclear. La diplomacia de Moscú dijo a LA NACION que esos acuerdos están en etapa de "memorándum de entendimiento" con lo cual podrían ser corregidos a tiempo. En el caso del proyecto de la represa Chiuido en Neuquén, el gobierno de Macri tiene menos margen para hacer ajustes ya que hay una licitación ganada por un consorcio argentino, español y ruso.
¿Hubo coacción de China o Rusia a la hora de firmar los acuerdos o esos contratos fueron voluntarios? La pregunta no es vaga en diplomacia. Un destacado académico argentino que reside en el exterior dijo: "Si fueron voluntarios, cualquier modificación de los acuerdos bilaterales por parte del gobierno argentino sin el consentimiento explícito del gobierno chino o ruso, significaría una violación de los respectivos contratos". En la práctica esto implicaría un litigio en puerta en el CIADI o una represalia económica de consecuencias impredecibles.
En la Casa Rosada confían en que la sangre no llegará al río. Apuestan a modificaciones o ajustes de mutuo acuerdo. Claro que aún falta la opinión de las contrapartes que hasta ahora se mantienen en silencio. Y como siempre, para bailar el tango se necesitan dos.
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