Por Ricardo Kirschbaum - Editor del diario Clarin
Hace 48 horas el oficialismo, desde el Gobierno con el jefe de ministros Aníbal Fernández y desde el candidato oficialista Daniel Scioli, informó que YPF es tan privada como la Coca Cola. Pero el 28 de octubre, casi secretamente, también se había (¿re?) privatizado Aerolíneas Argentinas. El kirchnerismo había hecho de estas dos empresas una defensa inalterable de lo nacional y habían vapuleado a Macri por votar en contra de la estatización de ambas compañías.
Son casos curiosos de estatus empresario que el kirchnerismo añade a su montaña de enredos, engaños y chanchullos. En la Ley de Presupuesto para el 2016 sancionada en octubre se agregó a un artículo que se repite desde 2009 otra singular excepción para Aerolíneas y Austral y sus empresas conexas: se las considera privadas y por eso eximidas de los habituales controles administrativos para toda empresa estatal.
El añadido es al artículo 17 de la ley y dice textualmente: “Las empresas comprendidas en el presente artículo se rigen por las normas y principios de derecho privado”. Naturalmente, las empresas son Aerolíneas y Austral. El añadido presentía el fallo de la Corte que obligó a YPF también en ese limbo empresario armado por el kirchnerismo a mostrar las cláusulas secretas con Chevron. En concreto, las aerolíneas que en el vuelo de ida son estatales y en el de vuelta privadas, quedan fuera del control de la Auditoría General, y de ahí el apuro del Gobierno de meter por la ventana a auditores K: Julián Alvarez, ex secretario de Justicia, y Juan Forlón, ex titular del Banco Nación. Una maniobra apuntada a que no se revisen los desbarajustes. El kirchnerismo no solo le ha minado la economía al próximo presidente.
En lo político lega a “su” presidente y directorio del Banco Central y, entre otros puestos clave, a “su” procuradora general y sus fiscales, para que el gobierno que viene los herede y, mientras se resuelve o no su remoción, refuercen el blindaje de cualquier irregularidad o, incluso, corrupción. Es una especie de privatización kirchnerista de los resortes del Estado. En realidad, nada de estos es nuevo, simplemente, por abuso, se ha hecho más explícito. Son maniobras K calculadas y de hipocresía trabajada.
En esta particular división del trabajo, YPF y Aerolíneas son empresas estatales para ser agitadas como banderas pero son privadas cuando el propio Estado quiere auditar y detectar cómo y con qué eficiencia se utilizó el dinero público.
No hay hipocresía que consiga ser eterna. Especialmente la fuente de la hipocresía no consiguió ser eterna.
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viernes, 13 de noviembre de 2015
Ahora Aerolíneas también es privada
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