Las acciones militares recientemente emprendidas por la coalición internacional que actúa contra el llamado Estado Islámico son una suerte de bendición para el régimen totalitario de Bashar al-Assad, el presidente de Siria. Porque obviamente procuran debilitar a su peor enemigo en la guerra civil de su país. Reivindican además su temprano argumento en el sentido de que ayudar desde el exterior a la insurgencia siria "sunni" terminaría indefectiblemente provocando el fortalecimiento del ala más radical del fundamentalismo, la que hoy representa precisamente el Estado Islámico. Lúgubre profecía que, lamentablemente, se ha cumplido.
Para la coalición internacional, la pregunta que ahora se abre frente al enemigo común -Estado Islámico-, es: ¿se puede confiar en el régimen sirio del clan Assad y coordinar con él las acciones militares contra el Estado Islámico?
Ambos regímenes -los de Irán y Siria- son violadores permanentes de los derechos humanos de sus pueblos
Lo sucedido con Siria en materia de armas químicas puede servir como catalizador en la búsqueda de una primera respuesta.
La referida noticia no era menor, desde que el régimen de Bashar al-Assad es directamente responsable de haber utilizado gas sarin -en Ghouta, uno de los suburbios de Damasco- causando más de un millar de indefensas e inocentes víctimas civiles entre su propio pueblo. Assad, recordemos, preside a Siria desde el año 2000, sucediendo a su padre que estuviera por 30 años enquistado en el timón del poder.
Hablamos de un acuerdo exitoso, en función del cual se han podido inutilizar definitivamente unas 1.300 toneladas de armas y agentes químicos que pertenecieron a Siria. Buena parte de esa destrucción o neutralización -algo así como la mitad- tuvo lugar en un reactor de titanio emplazado en un buque especializado norteamericano. Se trata del "Cape Ray", construido en 1977. El resto del peligroso inventario sirio de armas químicas se destruyó o neutralizó en distintas instalaciones ubicadas en Finlandia, Alemania y Gran Bretaña. Pero, simultáneamente con el anuncio, se dejó entrever que aún existían algunas "discrepancias y omisiones" que debían aclararse en diálogo directo con Siria.
La confiabilidad del régimen despótico de Bashar al-Assad, a la luz de sus antecedentes y de sus recientes conductas, no puede asumirse
Pese al proceso referido, algunos corresponsales de guerra continuaron informando que Siria seguía utilizando (reiterada y sistemáticamente) armas químicas contra los insurgentes en la guerra civil que afecta desde hace casi cuatro años al país y que ha causado ya más de 200.000 muertos.
La información sostiene que se trata ahora de gas clorina. Incluido dentro de las llamadas "bombas barril", que son lanzadas desde helicópteros para dispersar así su contenido. Muestras del suelo tomadas por expertos comenzaron a confirmar las graves sospechas.
Ahora es la propia "Organización para la Prohibición del Uso de Armas Químicas" la que acaba de ratificar que ese gas ha sido, varias veces, usado por las fuerzas de Bashar al-Assad, hasta el pasado mes de abril. Concretamente, en las ciudades de Talmanes, Al Tamanah y Kafr Zeta, en el norte del país.
Hablamos de una entidad internacional importante, que ya ha verificado la destrucción, en siete países, de diversas armas químicas. Cuyos inspectores han actuado con éxito en Bosnia, China, Francia, India, Irán, Irak, Japón, Libia, Rusia, Serbia, Gran Bretaña y los Estados Unidos. Su labor ha sido realmente eficaz, a punto tal que el 80% de los inventarios declarados de armas químicas han sido destruidos y que el 70% de las instalaciones denunciadas en 1993 han sido desarmadas y están ahora sujetas a un régimen de verificación. Útil, entonces.
Volviendo a Siria, cabe aclarar que el gas clorina -que ataca al sistema respiratorio de las personas- no estuvo incluido entre las armas químicas denunciadas por Siria, ya destruidas. Pero su uso como arma química está específicamente prohibido por las normas en vigor.
Siria acaba de denunciar -sorpresivamente- al organismo internacional que la supervisa, que en su momento omitió declarar algunas instalaciones de investigación y desarrollo, así como un laboratorio usado para producir el tóxico gas ricina.
Hablamos de tres emplazamientos, dotados de hangares de hormigón y edificios subterráneos que Siria no denunciara en su oportunidad. Uno de ellos, para producir gas ricina. La falta de transparencia de Siria parece obvia. Y ha quedado acreditada por su propia confesión. Siria, que ahora es miembro de la "Convención sobre Armas Químicas" de 1997, tiene específicamente prohibido desarrollar, almacenar o usar armas químicas.
Algunas de esas instalaciones no denunciadas están en regiones en las que las fuerzas de Assad, apoyadas por Irán, combaten encarnizadamente con las del Estado Islámico, cuyos contingentes podrían, de pronto, acceder a las armas químicas, lo que generaría un cuadro realmente de pesadilla.
Ante la existencia de un enemigo común, esto es del Estado Islámico, algún grado de coordinación en el andar con esos dos países parece necesario y deberá previsiblemente desarrollarse
Cuando la comunidad internacional -a través de la coalición internacional conformada recientemente- ha comenzado a atacar desde el aire al Estado Islámico también en territorio sirio, la confiabilidad del régimen despótico de Bashar al-Assad, a la luz de sus antecedentes y de sus recientes conductas, no puede asumirse. Para nada. Tampoco la de su defensor y sostenedor incondicional: Irán. Y, menos aún, "Hezbollah", el efectivo brazo armado terrosita libanés auspiciado y mantenido por el régimen iraní.
No obstante, ante la existencia de un enemigo común, esto es del Estado Islámico, algún grado de coordinación en el andar con esos dos países parece necesario y deberá previsiblemente desarrollarse. Porque ello parece inevitable, aún ante la comprensible ausencia de confianza respecto de todos ellos.
Ambos regímenes -los de Irán y Siria- son violadores permanentes de los derechos humanos de sus pueblos. Y al propio Bashar al-Assad le cabe la gravísima responsabilidad por el uso de armas químicas contra su propio pueblo, lo que constituye un flagrante crimen de guerra, esto es un delito de lesa humanidad cometido en tiempos de conflictos armados internos. Tan sólo esto justifica actuar con una enorme desconfianza en el andar. Parecería bastante obvio.
El autor fue embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
Y a este quien le paga el sueldo, Obama o Netanyahu, por DIOS, fue ampliamente comprobado que las armas químicas fueron usadas por los terroristas, y las elecciones para presidente, fueron ganadas ampliamente por Bashar, y estas fueron controladas por autoridades extranjeras, hasta los yanquis tuvieron que reconocer como legítimas dichas elecciones. Le faltó poner que los libertadores yanquis, a donde van destruyen y asesinan a miles, o no, con embajadores como este, así nos va.......
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