jueves, 17 de julio de 2008

El mar nuestro que no miramos

El nuevo milenio ha vuelto a colocar todo lo marítimo en el centro de la política, la economía, la paz y la seguridad global. Para la Argentina, esto significa tanto nuevas fuentes de amenaza como oportunidades de cooperacion e integración.

En los últimos cinco años creció el valor estratégico del mar y, en particular, el del Atlántico Sur. El nuevo milenio ha vuelto a colocar todo lo marítimo en el centro de la política, la economía, la paz y la seguridad global. En el orden político este año se esta negociando un acuerdo internacional que entre otros, fija los limites marítimos de los estados.

Esta fijación de límites permitirá a los países con salida al mar tener el reconocimiento de la comunidad internacional a su derecho de proteger, controlar, observar y desarrollar los mares propios. En el orden económico, las nuevas tecnologías hacen ahora posible la exploración y explotación de recursos marinos en las plataformas continentales y en el lecho del mar.

Es la primera vez en la historia que la explotación de esos recursos es posible siendo además rentable. Igualmente, la utilización del mar como espacio para transportar cada vez más tonelaje ha revaluado los puertos y el tráfico comercial. Los nuevos superbuques de carga no pueden utilizar los canales hechos por el hombre, obligándolos a recorrer los mismos espacios estratégicos que en el pasado generaron competencia naval.

En lo que hace a la paz, estabilidad y seguridad, el mar se esta potenciando por ser tanto amenaza a la estabilidad global como solución a la inseguridad humana. El mar puede desestabilizar por su uso ilegal por grupos no estatales como ser las redes de crimen organizado transnacional que utilizan ese espacio para traficar armas, gentes, drogas y contrabando.

También creció la piratería armada global incluidas las costas de Brasil, Venezuela, Ecuador y de África entre otras. Se suma a esto las actividades de pesca no regulada que escapan controles y agotan el recurso. Finalmente, existe la utilización del mar para arrojar desperdicios tóxicos en forma indiscriminada. Mirando la valorización positiva del mar, se lo considera ahora como elemento crítico para el bienestar de los pueblos.

La identificación de la seguridad humana, expuesta en los objetivos del milenio y acordada por todos los estados como compromiso político de mejorar el futuro de sus pueblos, reconoce prioridades especificas como ser la búsqueda de energía y la provisión de alimentación para sostener el desarrollo en los países industrializados y para acceder al desarrollo en los países que no tienen ese nivel aún.

La energía y la alimentación no son infinitas por lo que unos necesitan lo mismo para sostener su desarrollo que los otros para lograrlo. El mar es el último espacio donde todos estos compromisos se pueden cumplir. De ahí, que la puja por el control del mar ha comenzado. Se puede determinar esta puja en la cantidad de países que revisaron sus posiciones oficiales sobre el mar, aquellos que han dedicado gran cantidad de presupuesto a la investigación científica, que han desarrollado programas espaciales para mejorar la observación y monitoreo de los movimientos en el mar y que se esfuerzan por mejorar la protección naval a través de la modernización de sus armadas.

El Mar Argentino que incluye una de las plataformas continentales más ricas del planeta además linda con el territorio Antártico que -sin ser sorpresa- también se está revaluando como lo indican las calladas maniobras de Noruega y Gran Bretaña para reforzar sus reclamos territoriales, ignorando los mismos derechos que podrían presentar los países del sur como ser Argentina y Chile.

La negociación por la soberanía de las islas Malvinas también se esta complicando, con una Inglaterra que, para no negociar con la Argentina, se escuda en la generación de la nueva política marítima de la Unión Europea de diciembre 2007 que insinúa que la plataforma continental argentina es un espacio estratégico para el desarrollo de Europa. La Argentina tiene una responsabilidad hacia su pueblo de generar la alimentación y la energía necesarias para el presente y el futuro. La Argentina tiene una obligación hacia los países de su entorno geográfico para administrar responsablemente un espacio marítimo que, al fin y al cabo, es sudamericano.

Finalmente la Argentina tiene una obligación hacia los países en vías de desarrollo que, en la cooperación con sus pares, podrán lograr su seguridad humana y su desarrollo cooperativo. Esto queda claro en la revitalización, por ejemplo, de la Zona de Paz y Cooperación del Atlántico Sur del 2007 y en las bilaterales emergentes entre Argentina y Sudáfrica.

El gran debate del campo en la Argentina nos esta sofocando. En junio, nadie notó que el país terminó la delimitación que fijará el límite exterior de la plataforma continental del Mar Argentino. Con esta fijación, la Comisión Nacional del Limite Exterior de la Plataforma Continental (COPLA) podrá presentar nuestros límites en la Convención de Naciones Unidas sobre el derecho del mar a comienzos del 2009. A partir de allí, estos límites se reconocerán como definitivos y obligatorios para todos los otros estados y para la autoridad internacional de los fondos marinos.

La Argentina podrá ejercer derechos soberanos sobre los recursos contenidos en la masa de agua, el suelo y el subsuelo del nuestro mar sin oposición. En esa opción, en la defensa y protección del Mar Argentino, en el desarrollo de tecnologías de monitoreo y en el fomento a la industria pesquera, existe mucha mas renta y mucho mas futuro para la Argentina que en la discusión de retenciones de soja.

En la cooperación marítima con América del Sur y con África, se consolida el potencial del Sur para alcanzar el mismo desarrollo que tienen los demás. Que el mar argentino ayude al desarrollo nacional, que el mar de Sudamérica beneficie a los sudamericanos, que el mar de África beneficie a los africanos y que la Antártida sea patrimonio de la humanidad, he ahí los compromisos del milenio que la Argentina puede y tiene que defender.

Por: Virginia Gamba
Fuente: POLITOLOGA, ESPECIALISTA EN ASUNTOS ESTRATEGICOS. UNIVERSIDAD DE GALES - Diario Clarín
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