Cuando un gobierno pierde la visión del porvenir y por lo tanto no presta atención a la infraestructura básica del país, compromete su futuro. Pero el futuro siempre llega, a veces más temprano que lo que se piensa.
Así por ejemplo, el gran atraso en las inversiones energéticas logró en pocos años convertirnos en un país fuertemente dependiente de las importaciones de derivados de petróleo y gas. Como se trata de importaciones muy caras, el Gobierno actúa incrementando su gasto público para financiar estos sobrecostos. Para usar las divisas para los combustibles necesitamos ahora el “cepo” cambiario. Así se incrementa aceleradamente la cuenta de los subsidios fiscales, que ya superan los 20.000 millones de dólares anuales.
Estos subsidios, que son pan para hoy y hambre para mañana, son regresivamente apropiados por los segmentos socio-económicos más favorecidos de nuestra sociedad, porque no existe una verdadera tarifa “social”. Estos subsidios regresivos son ocho veces superiores a la Asignación Universal, lo cual muestra lo erróneo del planteo vigente sobre utilización del dinero de los impuestos.
Cuando comenzaron los subsidios, hacia mediados de la década, eran cifras razonables, pero hoy son tan gravosos que el Gobierno viene postergando desde hace ya varios años las necesarias inversiones en infraestructura, muchas de ellas de carácter urgente y prioritario porque hacen a la seguridad de las personas, como ocurre con el transporte ferroviario.
Esta decisión estratégica del Gobierno de priorizar los subsidios a favor de los segmentos de arriba de la sociedad, y al mismo tiempo postergar las inversiones necesarias en los servicios de amplia demanda popular como el transporte público, configura un cuadro de alto riesgo. Señalemos, por ejemplo, que cuando ocurrieron las inundaciones en el Gran La Plata, se puso en evidencia que nuestro gobierno gasta 10 veces más en subsidiar a Aerolíneas Argentinas (donde son muy pocos los pobres que viajan), que en programas de obras hídricas necesarias para controlar y evitar las grandes inundaciones urbanas.
Son ya varios años de prioridades equivocadas en el área de infraestructura, muchas de ellas salpicadas por los sobrecostos propios del capitalismo de “amigos”, que significan achicar los fondos que se dedican a las obras prioritarias.
El mayor símbolo de prioridades ya no equivocadas sino absurdas fue el disparate del “tren bala”, que entretuvo por varios años al Gobiernos nacional, que no prestó debida atención a las redes ferroviarias urbanas.
No invertir en infraestructura es muy costoso, pero el costo para toda la sociedad es mucho mayor cuando la inversión no sólo no es suficiente sino que además está demasiado afectada por la corrupción.
Como siempre Don Alieto, siempre tan claro...lastima que no lo escuchan...
Mis saludos
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