Por El agua manda - Week End
Bajo el nombre de “Expedición a la tierra sin mal”, un grupo
de kayaquistas se lanzaron a recorrer los 4.000 km que separan la
naciente del río Paraguay y el Tigre. El recorrido los llevó a conocer diversas
culturas nativas de la zona, además de la inexplicable magia de la zona.
Impulsados por el deseo de establecer contacto directo con
nuestras aguas, decidimos emprender una segunda expedición, esta vez siguiendo
los ríos Paraguay y Paraná, una hidrovía que pretenden hacerla navegable a los
largo de sus 3.400
kilómetros, los 365 días del año, por convoyes o trenes
de barcazas desde Asunción al norte. El objetivo es abaratar los costos de
transporte y hacer más rápidos los recorridos, pero poniendo en riesgo al Gran
Pantanal, que debe ser canalizado y dragado constantemente en varios tramos.
Dadas las características y la extensión del proyecto, consideramos que debe
ser analizado integralmente, evaluando los impactos acumulativos como así
también los efectos indirectos.
Bajo el nombre “Expedición a la tierra sin mal, en defensa
de los ríos libres”, la aventura comenzó simbólicamente el 8 de mayo junto con
la marcha anual contra las papeleras, que se hace en el puente internacional
General San Martín, sobre el río Uruguay. Dimos nuestro apoyo a la lucha por la
vida y partimos con los kayaks M&G sobre una camioneta piloteada por Diego
Caballier, quien cedió sus vacaciones para ser parte fundamental de esta
aventura. El punto de partida estaba en las nacientes del río Paraguay, en el
estado de Mato Grosso, Brasil, a 3.000 km de Gualeguaychú, Entre Ríos.
Al origen
La navegación propiamente dicha se inició el 18 de mayo en
la naciente del río Paraguay, cuyo origen es en Sete Lagoas, en la región
brasileña de Diamantino. Es el punto más al norte de la Cuenca del Plata,
exactamente en la sierras Dos Parecis, donde las aguas se dividen hacia el
norte rumbo al Amazonas, y hacia el sur con destino final al estuario del
Plata.
Los primeros tramos fueron difíciles debido al poco caudal
del río Paraguaiciño, que en realidades un arroyo típico de la serranía Yapada.
La vegetación en galería sepulta árboles en el lecho que obstruyen el paso,
haciéndolo lento y obligando a bajar y levantar el kayak sobre los troncos.
Recién al tercer día llegamos a Tres Bocas, donde desaguan un par de
tributarios, como el Santa Ana. Y el Paraguay, entonces, toma cuerpo de río
pequeño. La exuberancia de la selva es lo que más nos llamó la atención.
Arboles, enredaderas enormes y una gran diversidad de fauna. Sin embargo, es
triste ver como la mano del hombre ha alterado estos ambientes. El desmonte ha
sido atroz.
Solo en las márgenes de los ríos se ha preservado la selva,
al igual que en las reservas de pueblos originarios. Esos son los únicos
refugios de las culturas ancestrales, guardianes de la naturaleza como los
Umutina, de Barra do Bugres. Gente muy cordial, abierta a recibir visitas
siempre que se les pida permiso. El descubrir estas culturas fue
extraordinario, era el espíritu que queríamos encontrar, teniendo la dicha de poder
recorrer la zona en compañía de Miro, un ex cacique que nos mostró las
propiedades curativas de las plantas. Esa farmacia natural es un motivo más
para aferrarnos a defender la selva.
Gran Pantanal
Luego de recorrer 500 km llegamos a la ciudad de Cáceres, portal
norte del Gran Pantanal, donde entramos en contacto con autoridades comunales y
baqueanos, quienes nos pusieron al tanto sobre una señal natural muy clara en
el mundo de las aguas. En ese lugar tan inhóspito y poco apto para la vida
humana, encontramos un gran cerramiento de camalotes o aguapes, de una
extensión de 4,5 km,
lo que se repetiría unos 120
km aguas abajo de la reserva ecológica Taiama, lo que
dificultó realmente nuestro paso.
Descubrir las aguas pantanosas conjugándose con las sierras
que af loran como fondo sobre los camalotes, nos acercó a las leyendas y mitos
que rodean a estas tierras milenarias que alguna vez fueron mar, y que hoy
habita el pueblo guató, mezclado con criollos e inmigrantes, todos rodeados de
miles de insectos y animales. Es precisamente ese contacto con los seres de la
naturaleza que estos pueblos construyeron sus mitos en medio de una inmensidad
territorial única en el planeta, repleta de agua, donde reinan los mosquitos en
el aire, los yaguaretés en la tierra y, en el agua, los yacarés, las pirañas y
el legendario miocón –cuerpo de serpiente y cabeza de puerco–, que habita en
los remansos y es custodio de las profundidades, según afirman los pantaneiros.
En el territorio del pantano la dificultad de encontrar
campamento se agravaba. Una tarde, cuando el sol caía, aguas debajo de la gran
sierra Amolar comenzamos a preocuparnos al no encontrar lugar donde pasar la
noche. Un humo lejano marcó la presencia de un rancho, y al llegar navegando
por un pequeño arroyo nos encontramos con Nilsa, una mujer dedicada a recoger
cangrejos que sacaba de las raíces de los camalotes.
El pequeño negocio era vendérselos como carnada a los
pescadores. Allí vivía junto con su hija, su nieta, una sobrina y una cuñada.
Es decir, todas mujeres en el medio del pantano, que con mucho temor nos vieron
llegar, pero al contemplar la situación en la que estábamos nos invitaron a
pasar y compartir un poco de arroz, mientras conocíamos sus historias
fantásticas.
Estuvimos en la frontera con Bolivia, en la ciudad de
Corumbá,después de atravesar 1.200
km del Pantanal más grande del mundo, recorriendo ese
maravilloso santuario de la naturaleza. Cruzada la triple frontera nos
adentramos en el Paraguay, donde hallamos un pueblo humilde y cordial, cuya
historia ha sido una sentencia atroz para nuestros hermanos guaraníes. Aún se
notan las huellas de las guerras pasadas.
En esta tierra maravillosa por sus contrastes, no dejó de
sorprendernos el ingreso por Bahía Negra para conocer la Nación Ishir: pueblo
originario del Chaco paraguayo asentado a la vera del río. Luego, en Puerto
Leda nos encontramos con seguidores del Reverendo Moon, quienes construyeron
grandes palacios y cuentan con la única pileta de natación de la región. Toda
gente de origen japonés con la que solo podíamos dialogar en un inglés muy
precario. Al llegar a Asunción, la experiencia tomó un giro distinto. Allí
fuimos recibidos con gestos mucho más urbanos: fuegos de artificio, sirenas y
cámaras de TV. Remados cerca de 900
km a través de tierras guaraníes, los matices del
paisaje sacudían nuestras pupilas: formaciones volcánicas, cientos de
kilómetros de palmerales… aunque con poca presencia de fauna en comparación con
Pantanal.
Ultimas paladas
Como en un sueño nos preparamos para afrontar el tramo final
sobre el grandioso Paraná. Volvieron a nuestra mente las imágenes de la
anterior expedición (ver Weekend N° 459) reflejadas en las enormes barrancas y
las innumerables islas verdes. Nos reencontramos con los grandes humedales del
Paraná Medio, en los que gracias a la lucha de los ambientalistas se detuvo la
construcción de una gran represa.
Fueron otros 1.200 km donde nos encontramos con muchos
amigos que nos dieron su apoyo para llegar a Tigre, en Buenos Aires, donde la
gente de “A Remar” (Nano, Agustín y el Gitano), nos dieron el impulso final
hasta el Yatch Club Argentino.
El Río de la
Plata nos recibió con una sudestada. Nunca desafiamos a la
naturaleza, simplemente interactuamos con ella, aprendemos de su ritmo, le
tomamos el pulso y, como los pueblos originarios, le pedimos permiso para
seguir adelante, porque… el agua manda.
Nota publicada en la edición 472 de Weekend, enero de 2012.
Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900.
Não existe região chamada 'DIAMANTINO" no Brasil. Sete Lagoas fica no centro de Minas Gerais.
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