No
es demasiado aventurado suponer que, cuando se aproximen las cruciales
elecciones legislativas de octubre, el gobierno de Cristina Kirchner
podría anunciar la reestatización de por lo menos 5 de las 7 líneas
ferroviarias de pasajeros del área metropolitana.
Más allá del packaging político que pueda envolverla,
esa decisión en ciernes sinceraría una paradoja: el costo operativo de
esos servicios concesionados por el Estado nacional a operadores
privados es cubierto mayormente por el mismo Estado mediante subsidios
que no han dejado de crecer. La prueba es que, según cifras oficiales,
insumieron 2116 millones de pesos en lo que va de 2013 y 4700 millones a
lo largo de 2012. De ese total, casi 70% en promedio se destina al pago
de salarios, proporción que se eleva al 75% en algunas líneas.
Conclusión: el Estado reestatizaría servicios virtualmente estatales.
En realidad, los trenes suburbanos nunca dejaron de ser
propiedad del Estado. Ni aún con las controvertidas concesiones de los
años 90, que endosaron al Tesoro las costosas inversiones en compras de
locomotoras y material rodante, así como en renovación de vías. La
novedad de la década kirchnerista consistió en reemplazar ingresos
tarifarios por subsidios para mantener congeladas las tarifas durante
años. También para costear trabajos de mantenimiento, remodelación y
reparación de coches que no fueron fiscalizados.
Esta política convirtió el sistema en una "caja negra",
que se destapó dramáticamente con los 51 muertos de la tragedia de Once
y terminó con la concesión de TBA (líneas Sarmiento y Mitre) del Grupo
Cirigliano, hoy camino a juicio oral junto con funcionarios del área
(como Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi) que debían controlarlo.
Pero
previamente hubo otras irregularidades y escándalos que dejaron en el
camino a Trenes Metropolitanos (líneas San Martín, Belgrano Sur y Roca),
a cargo de Sergio Taselli, recientemente procesado además por su
gestión en el yacimiento carbonífero de Río Turbio en Santa Cruz.
Sucesivamente, esas cinco líneas pasaron a ser operadas por Unidad de
Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia (Ugofe), constituida por los
concesionarios sobrevivientes -Metrovías (línea Urquiza), del Grupo
Roggio, y Ferrovías (línea Belgrano Norte), del Grupo Romero- y cuya
misión consiste principalmente en pagar sueldos con fondos estatales a
sus trabajadores.
Si se tiene en cuenta que el gobierno de CFK cambió
tardíamente de política con los trenes suburbanos, luego de haber
traspasado el manejo del área al ministro Florencio Randazzo, es
previsible ahora que busque rédito político con un anuncio resonante
como la reestatización, aunque se trate de una formalidad. Sin embargo,
hay una diferencia importante: después del drama de Once y de haber
despilfarrado miles de millones de pesos en subsidios para que la gente
viajara cada vez peor durante la "década ganada", decidió por fin
invertir en la renovación de los trenes de casi todas las líneas
suburbanas.
El problema es que, pese a la ejecutividad de Randazzo, las
nuevas formaciones -fabricadas en China- sólo podrán comenzar a circular
en 2014; o sea, varios meses después de las elecciones de octubre y con
la mira en las de 2015. Mientras tanto, los vagones de las líneas
operadas por la Ugofe han sido repintados de azul y gris y llevan la
inscripción "Transporte Público", como para preparar el terreno. Esto
resulta casi una redundancia: con el mismo criterio, se podría grabar la
misma leyenda en todas las líneas de colectivos que, sólo en la Capital
Federal y la provincia de Buenos Aires, recibieron en 2012 más
subsidios que los trenes suburbanos (casi 6700 millones de pesos sobre
un total de 16.500 millones).
Blanqueo de fracasos
Otro problema político es que cada paso adelante de
Randazzo deja implícitamente al descubierto los tremendos errores
previos de la era K en materia ferroviaria. Sin ir más lejos, la
inversión para renovar las líneas Sarmiento y Mitre, más los ramales
eléctricos del Roca y la línea San Martín (unos 1000 millones de dólares
en total, con compras directas atadas a la financiación china),
equivale en pesos a los subsidios para toda la red de poco más de un
año. Toda una década es demasiado tiempo para no haberlo proyectado
antes. Lo mismo vale para el proyecto de electrificar y reequipar el
Belgrano Sur, con asistencia del BID. Si hubiera habido planificación
cuando el área estaba a cargo del ministro Julio De Vido, también se
podrían haber ahorrado cientos de millones de pesos en reparaciones más
que dudosas, aunque intensivas en chapa y pintura.
Paralelamente, la anunciada rehabilitación del servicio
Rosario-Buenos Aires significa un silencioso réquiem para el polémico
tren bala (4000 millones de dólares), que al final de cuentas no pasó de
un decreto de CFK confinado al olvido. Aún así, el apuro por mostrar
resultados juega malas pasadas: ya llegaron los primeros 17 nuevos
vagones chinos, pero sólo esta semana se abrirá la licitación para
renovar las vías, que en algún momento permitirán cubrir el trayecto en
menos de cuatro horas. Otro tanto ocurre con los trenes diésel
destinados a la línea San Martín, que inicialmente reforzarán los
ramales eléctricos del Mitre. La razón es que previamente habrá que
adaptar la altura de los andenes de la LSM.
Dentro de la movida de elevar el gasto público
absorbiendo concesiones privadas, que nadie se atrevería a relicitar, la
estatización del Tren de la Costa parece más un alivio que una sanción
para el concesionario (el Grupo Soldati), dado que el Gobierno no era
ajeno al deterioro de este ramal. Representantes sindicales acaban de
revelar que sus 160 trabajadores venían desde hace tiempo cobrando sus
sueldos bajo la forma de planes sociales para desocupados.
En cambio, si bien se veía venir, luce diferente la
reestatización de los ramales de carga que operaba la brasileña América
Latina Logística (ALL). Por el momento elegido, resulta difícil no
asociarla con una represalia por el retiro de la minera Vale y la
decisión de Petrobras de no venderle el 51% de sus activos en la
Argentina a Cristóbal López. Todo esto tensa la relación entre los
mayores socios del Mercosur.
Aún así, nada asegura que mejore el
servicio tras su traspaso a Belgrano Cargas y Logística, la nueva
sociedad anónima integrada sólo por organismos estatales. Este
ferrocarril, clave para abaratar el transporte de las cosechas del NOA y
el NEA hacia el puerto de Rosario (e incluso hacia el puerto chileno de
Antofagasta) y cuya rehabilitación se anunció decenas de veces, había
recibido un permanente flujo de subsidios mientras fue gerenciado por la
heterogénea sociedad integrada por Franco Macri, sus socios chinos, el
Grupo Roggio y los dirigentes sindicales José Pedraza (condenado por el
homicidio del militante Mariano Ferreyra) y Hugo Moyano (cuando era
aliado del gobierno K). Aunque se anunció en 2008, la rescisión de este
contrato demoró cuatro años. Un año más que el tiempo transcurrido desde
la firma de los acuerdos entre CFK y el gobierno chino para renovar
1500 kilómetros de vías, y comprar locomotoras y vagones que todavía
brillan por su ausencia..
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