Por William Broad - The New York Times
El Jiaolong, que puede alcanzar a los 7000 metros de profundidad, fue exhibido al público chino el mes pasado.
Foto Newscom
El 26 de agosto, cuando tres científicos chinos se sumergieron hasta el fondo del Mar del Sur de China en un pequeño submarino, hicieron algo más que plantar la bandera nacional en el oscuro lecho marino. Los hombres, que descendieron más de 3200 metros en una nave del tamaño de un pequeño camión, también revelaron la intención de Pekín de tomar la iniciativa de explorar partes remotas e inaccesibles del lecho oceánico, ricas en petróleo, minerales y otros recursos que a los chinos se proponen explotar. Y muchos de esos recursos se encuentran, casualmente, en zonas en las que China ha chocado con sus vecinos en lo referido a reclamos territoriales.
Después de plantar bandera, en un acto secreto que fue registrado en un video, Pekín rápidamente convirtió la proeza tecnológica en un despliegue de bravuconería. "Es un gran logro", dijo Liu Feng, director de las inmersiones submarinas, según el China Daily, un diario en inglés que comunica las posturas del gobierno al mundo.
Según los expertos, el lecho marino global está colmado de nódulos minerales por un valor de varios billones de dólares, además de muchos objetos de gran importancia, como información de inteligencia: cables submarinos y cientos de cabezas nucleares que han quedado como restos de las pruebas misilísticas. Aunque una sola embarcación pequeña no puede recoger todos esos tesoros, la reciente proeza pone a China en una excelente posición para empezar a rastrearlas. "Están en las mejores condiciones para lograrlo", dijo Don Walsh, pionero de las inmersiones oceánicas que recientemente visitó el sumergible y a sus fabricantes en China. "Es un programa muy detallado y cuidadoso."
La pequeña nave -llamada Jiaolong, por el mitológico dragón marino- fue exhibida a fines del mes pasado, tras haber sido desarrollado en secreto durante ocho años. Su diseño le permite descender a mayor profundidad que cualquier otra del mundo, lo que le da a China acceso al 99,8% del lecho marino. Técnicamente, es un sumergible, nave que se diferencia de los submarinos por su tamaño pequeño, su necesidad de una nave madre en la superficie y su capacidad de sumergirse a extraordinaria profundidad, pese a la oscuridad y a las enormes presiones submarinas. Sólo hay unos pocos en el mundo.
El Jiaolong está diseñado para descender a 7000 metros de profundidad, con lo que supera al sumergible líder del mundo. El Shinkai 6500, un sumergible japonés, puede descender hasta los 6500 metros de profundidad, por lo que supera a las naves de todo el mundo, según sus fabricantes. Rusia, Francia y Estados Unidos siguen a la cola de la lista en el rubro descenso a las profundidades.
Los expertos norteamericanos familiarizados con el programa submarino chino dicen que es inusual porque Pekín tiene poca experiencia en ese campo tan complejo y desalentador. Como consecuencia, China está actuando con mucha cautela. Las pruebas del Jiaolong empezaron en secreto el año pasado y continuarán hasta 2012, incrementando gradualmente la profundidad de sus inmersiones. "Son muy cautelosos -dijo Walsh-. Sienten respeto por lo que no conocen y trabajan duro para aprender." En una entrevista, Walsh dijo que los chinos estaban especialmente interesados en evitar la vergüenza de un desastre que podría acabar con los acuanautas atrapados o muertos en las profundidades. "Si soy el chico nuevo del barrio -dijo-, debo estar seguro de que tengo derecho a alardear."
Sin embargo, China ya ha empezado a hacer flamear sus banderas. La actitud recuerda a la de los científicos rusos que, en 2007, descendieron y plantaron su bandera en el fondo oceánico del Polo Norte. Cuando emergieron, los exploradores declararon que la proeza había fortalecido el reclamo de Moscú sobre casi la mitad del fondo marino del Artico.
Wang Weizong, viceministro chino de Ciencia y Tecnología, dijo que las pruebas marinas del Jiaolong "marcaban un hito" para China y para la exploración global. Los recientes éxitos de la nave "establecen un sólido cimiento para su uso práctico en el relevamiento de recursos y en la investigación científica". Pero por lo menos un experto chino cuestionó lo que denominó "la propaganda actual". El experto en cuestión, Weicheng Cui, del Centro Chino de Investigación de Embarcaciones Científicas, que está construyendo el sumergible, dijo el jueves pasado que las pruebas se habían realizado lejos de las islas en disputa "para evitar problemas diplomáticos". La ola de publicidad sobre el hecho de haber plantado la bandera china a esa profundidad, agregó, "no ayuda demasiado a completar el proyecto".
La irrupción de China en el arcano mundo de los sumergibles se produce después de años de elegir industrias y tecnologías importantes para imprimirles un rápido desarrollo. China se está apresurando a fabricar supercomputadoras y jumbo jets. Con sus ambiciones políticas en plena expansión y sus reclamos territoriales en los mares vecinos, el país ha prestado especial atención a la oceanografía y a la construcción de una marina de aguas azules, que opere en las profundidades de los océanos abiertos.
Estados Unidos gozó en un momento del liderazgo. En 1960 envió a Walsh, por entonces oficial de la marina, al lugar oceánico más profundo, a casi 11 kilómetros de la superficie. Pero con el correr de las décadas, fue superado por Francia, Rusia y, más recientemente, por Japón.
China inició su proyecto en 2002. Unos pocos occidentales advirtieron el esfuerzo secreto cuando China encargó a Rusia que forjara un casco esférico de alrededor de 2,2 metros de ancho. Dentro de cualquier sumergible se encuentra la esfera hueca en la que trabajan los acuanautas. Aloja a un piloto y dos observadores que pueden mirar hacia afuera a través de diminutos ojos de buey. Los expertos estadounidenses dicen que China salió de compras por todo el mundo para reunir el sofisticado equipamiento de su sumergible. En Estados Unidos compró luces de avanzada, cámaras y brazos articulados. Cui estimó que el 40% del equipamiento provino del extranjero.
China también recurrió a Estados Unidos para instrucción. En 2005, cinco aprendices de pilotos y un científico participaron en ocho inmersiones en el Alvin, el más antiguo y más famoso sumergible de grandes profundidades, que es operado por la Institución Oceanográfica Woods Hole, de Cape Cod.
Aunque el Alvin sólo puede descender a 4500 metros, ha realizado miles de inmersiones y descubrimientos, y casi todos los expertos lo consideran altamente productivo y muy bien operado. Uno de los pilotos chinos era Ye Cong, ahora piloto del Jiaolong durante sus pruebas marinas. Las del año pasado llegaron a los 1000 metros, y las de agosto, a los 3759. El año próximo, el Jiaolong se sumergirá hasta los 5000 metros y en 2012 alcanzará a su profundidad máxima.
Walsh dijo que el asunto de la bandera provocó incomodidad entre los que están construyendo y probando el nuevo sumergible. "Nos reímos de eso", dijo, recordando su visita a China. "Yo le dije: «Ah, están copiando a los rusos», y ellos soltaron una risita incómoda. Estos individuos son bastante apolíticos y están más bien asilados [de Pekín]." "Son tan sólo contratistas que están haciendo su trabajo."
Traducción de Mirta Rosenberg
Fuente: Diario La Nación
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lunes, 13 de septiembre de 2010
China, a la conquista del fondo del mar
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