Por Fernando Gutierrez - iProfesional.com
Quedó atrás la etapa del kirchnerismo en su versión light. Prueba de ello son
los "próceres" elegidos por la Presidenta para ir por más en esta etapa. Ya no
hay tiempo para convencer a empresas de que Argentina es tierra fértil para
invertir. Ahora el apuro es otro y el camino elegido, también "Nacionalícese", repetía con su característico
histrionismo el presidente venezolano Hugo Chávez, después de mencionar el
nombre de cada empresa en una extensa lista que involucraba a varios sectores. La escena recorrió el mundo, generando una sensación de
extrañeza ante una política que parecía ir a contramano de la ola global.
También en la
Argentina de hace tres años, las reacciones eran de cierta
condescendencia burlona: se lo percibía como un caso pintoresco en un país
inclinado hacia las exageraciones tropicales. Hoy, en cambio, a nadie se le ocurre pensar que hay una
distancia tan insalvable entre ambas naciones.
La expropiación de YPF (en trámite express y sin
indemnización previa), la declaración de "utilidad pública" para la
imprenta Ciccone y la "cuasi estatización" del sector eléctrico han
cambiado drásticamente la percepción sobre los límites del intervencionismo al
estilo K. "Profundizar el modelo implica más Estado en la
economía y más nacionalismo en la política, ya sea en la exterior o en la
interna", define el politólogo Rosendo Fraga, quien además considera que
una eventual nueva constitución tomará un modelo "con más puntos de
contacto con el de Venezuela que con el de Brasil".
En este contexto, las empresas perciben que deben adaptarse
o exponerse a mayores problemas.
Para muestra, basta una empresa
Si hay un claro ejemplo de todo esto, es la
"mutación" del grupo Techint, que lanzó una costosa e inédita campaña
institucional destacando las bondades de la industria nacional exportadora,
bajo el eslogan "Made in Argentina". Irónicamente, esta compañía había sufrido en carne propia
una expropiación en Venezuela. Y luego había tenido dos años de muy dura y
difícil convivencia con los representantes estatales en el directorio de
Siderar, especialmente con Axel Kicillof, el funcionario "estrella",
que se ha erigido en un "prócer" de la nueva fase del modelo
económico.
Kicillof se había encargado de cuestionar duramente la
política inversora de Techint, una y otra vez, por considerar que enfatizaba
demasiado su plan de crecimiento para hacerse fuerte en el mundo:
"Queremos que una empresa que se dedica a la producción de insumos básicos
ponga su mirada en la
Argentina , y no tanto en una expansión global financiada con
los dividendos que genera acá".
Pero, a pesar de los esfuerzos de Techint por hacer
"buena letra", a cada rato tiene algún recordatorio sobre cómo el
Gobierno se considera en situación de poder interferir a su arbitrio en los
negocios privados. Así lo dejó en claro Kicillof, que respondió con amenazas
ante las críticas de Paolo Rocca, el CEO de Techint, que se manifestó
preocupado por la marcha de la economía. "Si Techint no quiebra es porque nuestro gobierno
protege a la industria, sino entrarían las chapas de los países que no saben
dónde meterlas. Techint goza de subsidios", sostuvo el "enemigo
interno" que tiene Rocca en el directorio de su empresa.
El viceministro dejó en claro que la suerte de este grupo
empresario depende, en gran parte, de la buena voluntad del Gobierno:
"Habría que bajar el precio de la chapa y fundir al señor Rocca, pero no
lo vamos a hacer, a pesar de que habló mal de nosotros".
Doble "ración" de Estado, para reparar al mercado
Lejos de ser una postura aislada, esa visión se transformó
luego en una política de Estado. Tanto que todas las empresas en las que hay directores del
Gobierno que ocupan una silla en el directorio recibieron presiones para
minimizar los pagos de dividendos y maximizar las inversiones dentro del país.
Así, Siderar accedió a reinvertir el 80% de sus utilidades.
Por lo pronto, la lista de compañías que fueron aceptando
"sugerencias" gubernamentales de este tipo resultó extensa y
abarcativa a todos los sectores. Van desde firmas de servicios públicos, pasando por
compañías de servicios, consumo masivo o bancos (pueden mencionarse a Telecom,
Molinos, Transportadora Gas del Sur, Galicia, BBVA Francés, sólo por citar
algunos ejemplos).
El objetivo del Gobierno es doble: por un lado, evitar que
salgan más dólares del país, justo en tiempos de escasez de divisas y, por otra
parte, atenuar la caída de la inversión en un momento recesivo. "Buscamos controlar el proceso de inversión privada,
con lo cual, lo primero que se hizo fue restringir el envío de utilidades al
exterior para impulsar la reinversión en el país", señaló para sorpresa de
muchos el ex viceministro Roberto Feletti, en un reciente encuentro de
economistas.
Y aclaró que había dos cosas absolutamente vedadas para el
modelo K: la devaluación y el endeudamiento en el mercado internacional de
crédito. Aun con esa presión sobre las compañías, no se pudo evitar
que la inversión sufriera un drástico bajón del 16,8% respecto a la registrada
el año pasado.
En cuanto a la inversión por parte de extranjeros, los
registros marcan que se encuentra prácticamente estancada. El último informe de
la Cepal señala
un crecimiento de 3% para el país, mientras promedió el 31% en el resto de la
región.
Si se le pregunta a cualquier analista independiente, no
dudará en responder que esta caída es consecuencia directa de las políticas
oficiales, que desincentivan el clima de negocios. Pero la visión del Gobierno es absolutamente opuesta:
considera que solamente una agresiva intervención del Estado puede garantizar
que los empresarios pongan el dinero que el país necesita.
En consecuencia, la solución a la que se echa mano no es
aflojar las regulaciones sino, por el contrario, acentuar el tono dirigista. Y "el modelo" encuentra, en cada etapa, a los
funcionarios más idóneos para el nuevo objetivo. Así, Julio de Vido ha visto recortado el protagonismo que
tuvo en la primera etapa del modelo K, cuando había abundancia de recursos para
manejar subsidios. Ahora, con Kicillof y Guillermo Moreno irrumpiendo en esta
nueva fase, De Vido luce, pasado el tiempo, como "la etapa light del
kirchnerismo", tal como lo caracteriza un reconocido empresario de la
industria.
Moreno a Economía
Una segunda fase, ya caracterizada por la desaparición de la
holgura fiscal y por la agudización del problema inflacionario, vieron el
ascenso de Moreno que, desde la
Secretaría de Comercio pasó a ejercer, en los hechos, las
funciones de un ministro de Economía.
Con el objetivo de lograr un superávit comercial de
u$s10.000 millones para este año, comandó el duro cierre comercial, arrogándose
el poder de decidir discrecionalmente qué producto podía ingresar y cuál debía
ir a lista de espera. Y hasta tomó a su cargo la exploracion de nuevos mercados de
exportación, como Angola y Azerbaiján. "Vamos a un esquema donde el Estado es un principal y
las empresas son agentes. Ahí el primero es el que fija los objetivos y da las
órdenes, y las compañías cumplen", señala Ferreres.
Y en esa fase, hay otro funcionario que también aparece como
el el "prócer" del cambio impuesto por Cristina.
Kicillof al poder
Por lo pronto el empinamiento de Kicillof fue puesto de
manifiesto por la propia Cristina Kirchner durante el acto en el que se
formalizara la aprobación de los primeros créditos hipotecarios oficiales
financiados con fondos de la
Anses. Repitiendo un argumento del joven funcionario mencionado
unos días antes, la
Presidenta destacó que mientras el sistema financiero otorgó
20.000 préstamos (de los cuales un 75% correspondió a bancos estatales), el
plan Procrear había asignado 25.000 créditos, al doble de plazo y por mitad de
la tasa de interés.
Kicillof planteó el tema en términos de eficiencia y de
voluntad política. Señaló que si el Estado había entregado dinero en
condiciones más ventajosas no había sido por "magnanimidad", sino
porque los banqueros privados deben "afinar sus números" y estar
dispuestos a achicar sus márgenes de rentabilidad.
Casi al mismo tiempo, se conocía la noticia de que está en
carpeta una iniciativa para que las compañías de seguro de vida y retiro tengan
que colocar un 5% de sus inversiones en proyectos productivos elegidos por el
Gobierno.
En definitiva, todo apunta a que la ofensiva
intervencionista sobre el sector privado lejos de agotarse, tenderá a
profundizarse. "Veo al Gobierno avanzando muy firme en ese tema. Está
tratando de reorientar el crédito según le convenga en cada etapa. En otro
momento resultó funcional que el dinero fluyera hacia el consumo, luego se
priorizó la construcción y en el futuro será la financiación de YPF",
observa el economista Orlando Ferreres.
Dime cuánto, cómo y dónde
Leer entrelíneas las declaraciones de Kicillof permite
entender mejor cuál es la filosofía que orienta a la nueva etapa del modelo K. Ahora se pretende establecer un concepto de economía
planificada, en la cual el Estado determina cuál debe ser la "rentabilidad
razonable" del sector privado. En este marco, los funcionarios dicen cuánto, cómo y de qué
manera se deben asignar los recursos.
Esta tendencia quedó en claro durante las negociaciones
salariales, en las cuales un comité veedor oficial, capitaneado por Kicillof,
"vetó" algunos porcentajes de incremento al determinar que no se
condecían con la productividad del sector. Y, por cierto, esta política oficial más dura implica,
además, la fijación de precios y márgenes de rentabilidad, tal como se está viendo
en los sectores de petróleo y electricidad.
Desde la óptica liberal, este modelo sólo puede ser sinónimo
de ineficiencia. Para Alberto Benegas Lynch, académico de la fundación
Libertad y Progreso, la injerencia estatal "sigue creciendo a niveles autoritarios,
desconociendo los procesos de mercado en los que los consumidores asignan los
siempre escasos recursos".
"Son los cuadros de resultados de las compañías las que
marcan el acierto (ganancias) o el yerro (pérdidas), a diferencia de lo que
ocurre con prebendarios mal llamados empresarios que hacen negocios en los
despachos oficiales", protesta el académico.
Con "K" de Kicillof
¿Cómo seguirá entonces el modelo en su "etapa K de
Kicillof"?
¡¡¡POBRE PATRIA MIA!!!
ResponderEliminarNINE - Analista
Este sistema ya se intentó en la Unión Soviética y todos vimos lo bien que terminó. Una pregunta para los que dudan ¿Invertiría su dinero en una empresa que no le va a dar beneficios? Ahí tienen por qué no hay inversores extranjeros.
ResponderEliminarSeñor Saturnino, el dirigismo económico, tiene muchos matices, ¿usted de verdad piensa que hay un sistema económico marxista en Argentina?
Eliminar