Por Mariano Grondona - LA NACION
Estamos tan acostumbrados a pensar el mundo como una red de "Estados nacionales" en los cuales la categoría "política" de un Estado soberano coincide con la categoría "cultural" de la nación que alberga, que tendemos a descuidar el hecho de que, en tanto que los "estados nacionales" llenan apenas los últimos doscientos años de la historia -la edad de "nuestro" Estado nacional- sus protagonistas más frecuentes no han sido los Estados nacionales sino los Estados "imperiales". Basta recordar los colosales ejemplos del Imperio Romano y el Imperio Británico para corroborarlo.
La principal diferencia entre un Estado nacional y un Estado imperial es que, mientras aquél busca ser una unidad compacta, con un solo idioma y un solo pueblo, el imperio busca reunir bajo su mando una multitud de pueblos e idiomas diversos. Las Malvinas, Hong Kong y Gibraltar, pese a sus diferencias, reflejan un mismo proceso: la ardua transición por la que han pasado algunos "trozos" imperiales cuando se los quiso transferir del mundo de los imperios al mundo de las naciones.
Viniendo de zonas geográficas tan alejadas, las Malvinas, Hong Kong y Gibraltar tienen, empero, un rasgo en común: todas ellas son muñones desprendidos del Imperio Británico
Viniendo de zonas geográficas tan alejadas, las Malvinas, Hong Kong y Gibraltar tienen, empero, un rasgo en común: todas ellas son muñones desprendidos del Imperio Británico, cuyo "cuerpo" dejó de existir con el proceso de descolonización que sobrevino a partir de 1945, al término de la Segunda Guerra Mundial.
Al comprobar que el nacionalismo pugnaba por desplazar al imperialismo, el Reino Unido adoptó una actitud pragmática, caso por caso. Por eso, mientras devolvió Hong Kong a China en 1997, aún se aferra a Gibraltar y a las Malvinas pese a los reclamos de España y la Argentina. Londres se había apoderado de Hong Kong en 1840, cuando China se desangraba en la Primera Guerra del Opio, pero ciento cincuenta años después, cuando China resurgía como una gran potencia, se lo cedió a Pekín por dos razones: la primera, que le hubiera sido imposible sostener Hong Kong ante la formidable presión de la nueva China; la segunda, que la inmensa mayoría de los habitantes de la colonia pertenecían a la etnia china.
Gibraltar y las Malvinas, al contrario, se asemejaban bastante entre sí. Si bien estaban mucho más cerca de las naciones que las reclamaban que de Gran Bretaña, en ambas colonias los ingleses habían instalado una población trasplantada, en Malvinas de origen escocés y en Gibraltar de origen múltiple, y en ambos casos estas poblaciones traídas de otras partes no querían pertenecer ni a la Argentina ni a España sino al centro imperial del cual habían recibido ingentes beneficios económicos. Gibraltar gozaba de un status jurídico adicional, ya que había sido cedido por España al Reino Unido por el Tratado de Utrecht de 1713, un status nunca alcanzado por los malvinenses. La voluntad argentina de recuperar las Islas fue más fuerte que la de los españoles frente al Peñón de Gibraltar, pero la expresión más enérgica de esta voluntad, la Guerra de las Malvinas que acaba de cumplir treinta años, alejó aún más a los isleños de nuestros reclamos.
En ambos casos estas poblaciones traídas de otras partes no querían pertenecer ni a la Argentina ni a España sino al centro imperial del cual habían recibido ingentes beneficios económicos
Antes de la guerra, la Argentina había tejido una intensa red de contactos económicos y culturales con los isleños que fue reemplazada, después de la guerra, por la aguda animadversión con la que ahora nos miran. Pese a estas diferentes historias, tanto el futuro de Gibraltar como el de las Malvinas dependerán de la creación de un clima de confianza entre los colonos y las naciones que los reclaman porque únicamente en este caso, distante pero no imposible en el largo plazo, llegará el día en que el Reino Unido reconocerá, también pragmáticamente, que le convendrá negociar con las dos grandes naciones vecinas de las zonas en litigio algo parecido a una "co-soberanía" en lugar de insistir retóricamente en el principio de la "autodeterminación de los pueblos", un principio que sólo se aplica a verdaderos "pueblos" como el argentino, el español o el inglés y no a pequeños "pueblitos" de unos pocos miles porque, si se lo aceptara en este último caso, hasta las aldeas de Argentina, España o el Reino Unido podrían apelar a él para vivir separadamente, algo que ninguna nación, ni éstas ni otras, tomaría en serio...
Blog independiente que impulsa el desarrollo científico -tecnológico, socio-económico y la capacidad de defensa nacional. Sin inversión no hay tecnología y sin tecnología no hay desarrollo, y sin desarrollo, no hay defensa. El derecho a vivir libremente conlleva la responsabilidad de defender esa libertad frente a cualquier ataque. "Solo quienes pueden ver se dan cuenta que falta algo"... Desde el 2006 junto a ustedes.
jueves, 5 de abril de 2012
Malvinas, Hong Kong y Gibraltar
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Mariano Grondona, Arturo Illía aún espera su venganza...
ResponderEliminar