Por Luis Gutiérrez Esparza (*) - Gaceta Tamaulipas
México, D.F.- Las armas pequeñas, ligeras o portátiles, como las que pueden encontrarse en las casas e incluso en las oficinas de toda índole, además de en poder de grupos delictivos; así como la violencia que propician, representan la más grave amenaza a la seguridad pública en América Latina y el Caribe.
Como consecuencia de varias décadas de proliferación sin control, entre 45 y 80 millones circulan por la región, conforme a estadísticas de diversos gobiernos -incluidos el mexicano y el estadunidense-, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil. Se trata de pistolas, rifles de asalto, granadas, lanzagranadas y, en casos extremos, incluso misiles portátiles tierra-aire, presumiblemente en poder de los cárteles mexicanos, como el de Joaquín El Chapo Guzmán Loera, o los Zetas.
Las armas de fuego matan a un promedio de 70 mil a 90 mil personas cada año en América Latina, una estadística que posiblemente se vea modificada por el sangriento saldo de la guerra del gobierno de Felipe Calderón contra el crimen organizado en México. Las víctimas suelen principalmente personas entre los 15 y los 44 años de edad, conforme a un estimado de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La frontera entre México y Estados Unidos es una de las rutas principales del tráfico de armas hacia América Latina. Hay más de 15 millones de armas ilegales en territorio mexicano, un número que refleja la verdadera dimensión de la violencia en el país. Casi dos millones y medio son legales, es decir, cuentan con el permiso correspondiente, que sólo puede ser otorgado por la Secretaría de la Defensa Nacional.
Como ocurrió anteriormente en Colombia, la facilidad del tráfico de armas desde Estados Unidos ha propiciado una carrera armamentista entre los grupos del crimen organizado. El saldo del armamentismo, la violencia y la incapacidad del gobierno federal mexicano, se ha traducido en miles de muertes, alrededor de 300 al año, según las estadísticas más conservadoras, aunque el total estimado rebasa las 50 mil.
Al norte de la frontera, parecería que el gobierno estadunidense está atado de manos. La industria de las armas representa un negocio de más de 30 mil millones de dólares al año. Existe un registro de más de 100 mil distribuidores y vendedores al menudeo. Más de cinco mil de ellos, operan a lo largo de la línea fronteriza con México.
No debemos perder de vista, por lo demás, el poder económico y político de las 40 grandes empresas estadunidenses, fabricantes e importadoras, que comercializan cada año un total aproximado de tres millones de armas; entre ellas, Lockheed Martin, Boeing, Northrop-Grumman, General Dynamics y Raytheon. Durante sus campañas políticas, el expresidente George W. Bush recibió sustanciosos donativos de los fabricantes de armas. Este no fue el caso de Barack Obama, quien ha tenido una actitud menos amistosa, aunque aun así, se somete a los dictados del complejo industrial-militar.
Según la organización privada de inteligencia Stratfor, si se toman en cuenta el armamento militar utilizado por el crimen organizado en México y las muertes que ha causado, “el país se encuentra en guerra. De hecho, hay tres guerras concurrentes hoy en día: la primera, entre los cárteles de la droga, en busca del control sobre corredores de tráfico lucrativos… La segunda, entre varios cárteles y el gobierno mexicano, que pretende acabar con el tráfico de armas, frenar la violencia y llevar a los integrantes de los cárteles ante la justicia. Y la tercera, de criminales que pueden o no estar vinculados con los cárteles, contra la población civil…”
A grandes rasgos, esa es la guerra desatada por Calderón, en tres niveles concurrentes. Cabe un indispensable escepticismo respecto a la determinación real del gobierno federal de llevar a los criminales ante la justicia: el análisis de Stratfor puede pecar de ingenuo por momentos. Pero la realidad de la violencia que no cesa, es irrefutable.
En febrero de 2009, el entonces director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos, almirante Dennis C. Blair, dijo en una declaración ante el Comité Selecto del Senado para Inteligencia: “Conforme las redes del narcotráfico han experimentado una creciente presión de los esfuerzos para combatirlas realizados por el Presidente Calderón, los integrantes de los cárteles más poderosos de México se han vuelto más agresivos… (y) están cada vez más dispuestos a matar a funcionarios del más alto nivel, enfrentarse a los soldados y tolerar más daños colaterales contra los civiles…”
La violencia en México, bien sea de los cárteles o de otros grupos armados, incluso paramilitares, es alimentada en buena medida por el tráfico de armas desde Estados Unidos, donde el mercado abierto es bastante permisivo y acomodaticio. Las medidas que se puedan tomar para frenarlo y, en última instancia, impedirlo, serán insuficientes, por mejores que luzcan las intenciones, en la medida en que todos los niveles y ámbitos gubernamentales estadunidenses sean susceptibles y vulnerables a las presiones de la industria, los importadores y los dueños de armas, como quienes integran la poderosa Asociación Nacional del Rifle.
William J. Hoover, entonces director adjunto para Operaciones de Campo de la Oficina del Alcohol, el Tabaco, las Armas de Fuego y los Explosivos en Estados Unidos, señaló en febrero de 2008, durante su testimonio ante el Subcomité del Hemisferio Occidental del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes:
“Las organizaciones mexicanas del narcotráfico han recurrido agresivamente a Estados Unidos como una fuente de aprovisionamiento de armas de fuego, que son utilizadas contra sus rivales, los militares, los agentes de la ley mexicanos y estadunidenses, así como civiles inocentes en ambos lados de la frontera.
“Un amplio análisis de los datos de procedencia de las armas de fuego durante los últimos tres años, muestra que Texas, Arizona y California son los tres principales estados proveedores de las armas que son introducidas ilegalmente a México. Recientemente, las armas que buscan las organizaciones del narcotráfico han sido cada vez de mayor calidad y más poderosas…”
Entre 2002 y 2006 se decomisó un promedio anual de dos mil 500 armas largas y 450 mil municiones a los grupos del crimen organizado; y durante el gobierno actual, las cifras son de 28 mil 19 armas, 15 mil 162 de ellas largas. Tan sólo en 2010 fueron decomisadas 18 mil 60.
Con esta información, ¿alguien puede hablar en serio de que se está ganando la guerra?
*Periodista y escritor. Licenciado en Ciencias y Técnicas de la Comunicación por la Universidad del Valle de Atemajac, en Guadalajara, Jal. Ha sido reportero, jefe de sección, jefe de información, jefe de redacción, subdirector y director de diarios y revistas, así como colaborador y conductor de programas en radio y televisión, guionista, productor y director de videodocumentales. Enviado especial y corresponsal de guerra en más de 30 países. Editorialista de Excélsior. Presidente del Círculo Latinoamericanos de Estudios Internacionales (CLAEI).
Fuente: http://www.gaceta.mx/noticiasnews.aspx?idnota=39954
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miércoles, 16 de noviembre de 2011
La guerra que no se gana
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