En fincas bajo riego, con alfalfa, silo de maíz y hasta tomate, un grupo CREA muestra el gran potencial zonal.
La provincia de Mendoza es famosa por sus montañas y el sabor de sus vinos, y son conocidas sus producciones de ajo, olivos, frutas y hortalizas en las fincas bajo riego que interrumpen la aridez del paisaje. Pero la ganadería, en silencio y con mucho trabajo, también se ha ganado en los últimos años un lugar en este abanico de posibilidades. La clave está en la articulación de las áreas de secano con los “oasis” en los que es posible producir el alimento que aporta a los planteos una mayor seguridad y sustentabilidad en el tiempo.
En los alrededores de San Rafael, en el desértico centro-sur mendocino, el grupo CREA Pehuenche ha encontrado la manera de producir terneros, destetarlos a tiempo para mantener un 80% de preñez, y engordarlos en corrales para obtener una ecuación ganadera rentable. En el marco de una jornada a campo del IPCVA que se llevó a cabo en el establecimiento Resolana-Renacer, Clarín Rural conversó con algunos miembros del grupo para repasar los principales factores que generaron el cambio productivo.
“La historia empezó por la necesidad de darles estabilidad a los sistemas de secano de la zona. En el campo natural de cría se produce de manera muy inestable. Es una zona que está bajo la isohieta de entre 200 y 400 milímetros de agua, que caen con muy poca estabilidad interanual e intra-anual, mientras que la vaca tiene una demanda semi-fija”, explica Osvaldo Fernández, anfitrión de la jornada, quien realiza una recría intensiva de terneros mediante suplementación y pasturas en 200 hectáreas con riego.
“Cuando se establece el servicio la demanda es fija, ya que va a nacer el ternero y ahí es cuando es necesario tener pasto, pero la seguridad de producción no existe. Cuando ocurren esos baches el hombre debe intervenir los sistemas para darles estabilidad en el tiempo. Así surgen las fincas, esos oasis donde se riega y se puede producir cualquier forraje con estabilidad”, detalla, y resalta que el objetivo en la zona debe ser tener eficacia más que eficiencia; es decir, lograr estabilidad en la cantidad de terneros producidos.
El riego de las fincas de la zona se hace por inundación, a través de asequias que toman agua de los ríos Atuel y Diamante y la canalizan hasta los lotes. El Departamento de Riego de la provincia es el que determina la cantidad de horas de riego que le corresponden a cada finca de acuerdo con las hectáreas que tenga.
Roberto Ríos hace ganadería en la zona hace 25 años, pero hace sólo cuatro que incorporó la finca bajo riego para hacer la complementación de los sistemas ganaderos. “Hacemos cría y sacamos el ternero del campo con 90, 100 ó 120 kilos, dependiendo del año. Luego lo llevamos a la finca y le agregamos de 100 a 120 kilos en los 8 ó 9 meses que pasan allí. Finalmente se lo vendemos a engordadores o feedlots”, explica Ríos.
La finca tiene la función de producir el alimento que el desierto no ofrece. Allí se generan reservas que sirven para alimentar terneros recién destetados o en etapa de engorde y, a veces, para mejorar el estado corporal de las vacas en vistas de un nuevo servicio. “Hacemos alfalfa y maíz para picar y hacer silo. Después le ponemos rejas a la bolsa y es un silo de autoconsumo. Ahora también estamos experimentando con un subproducto de la industria del tomate que anda muy bien. La piel del tomate y las semillas, complementados con el rollo de alfalfa, nos están dando muy buenos resultados”, cuenta el productor.
Otro miembro del CREA es Eduardo Lucas, quien produce en un campo del departamento de Malargüe, a 180 kilómetros de San Rafael. Allí, la actividad fuerte es la semilla de papa y de ajo, y en un campo de secano se hace ganadería. Pero para que la ganadería sea sustentable es fundamental el aporte agrícola a través de la alfalfa, el maíz para silo y el sorgo. Con estas reservas, el rodeo de Aberdeen Angus pasa el invierno.
“Tenemos una variabilidad de lluvias que nos hace replantear las estrategias año a año. El riego ha venido a integrar un eslabón importante en la sustentabilidad de los campos de cría, porque en un año difícil de seca uno puede destetar con 60 kilos, o incluso con 45 kilos, porque el objetivo es tener a la vaca en buenas condiciones para un nuevo servicio”, destaca Lucas. Y agrega: “La alfalfa es la forrajera por excelencia, que nos brinda proteínas para la dieta de los terneros. Acá podemos lograr 12.000 ó 14.000 kilos de materia verde. Pero también están los maíces de silo y de grano, que produciéndolos acá bajamos el costo de fletes que implica traerlo de otro lado”.
Con respecto a la adaptación de la tecnología a las particularidades de la zona, Gabriel Corvalán comenta: “Aquí las parcelas son más chicas y muchas veces la maquinaria que viene de otros lugares no se adapta; hay que pensar en la manera de cosechar, picar y meter en bolsas el maíz y el sorgo”. En ese contexto, ya hay dos miembros del grupo que se unieron para comprar una picadora y brindar el servicio de picado y embolsado. En cuanto a los animales, Corvalán dice que la genética en Mendoza ha evolucionado mucho. “Antes la provincia se caracterizaba por una hacienda criolla de baja calidad, pero ese dejó de ser un problema y hoy se encuentran los mismos terneros que en la pampa húmeda”, asegura.
Paulino Eraso, con un planteo similar al resto del grupo, dice que le gustaría poder vender los terneros en diciembre, pero que muchas veces no tiene espalda financiera para hacerlo y los tiene que vender antes.
“Algún día llegaré a hacer el ciclo completo, a eso apunto. Pero siempre y cuando sea conveniente. Creo que en estos sistemas uno tiene que estar abierto a lo que convenga. El año pasado desteté en diciembre con 42 kilos y este año tengo un 85% porciento de preñez. La finca es un fusible espectacular para nosotros. Y estar en un grupo estimula a hacer cosas nuevas”, remarca.
Sobre esto último coinciden todos los miembros del CREA. Uno de los factores fundamentales a la hora de encontrar el sistema más ajustado es el trabajo en equipo. “Somos 10 campos en el CREA Pehuenche y hemos comenzado a aprender todo lo que demanda la implantación de maíces y alfalfas. Dejamos de ser ganaderos para ser también chacareros”, dice Lucas. “A partir de que nos juntamos, mirando algunas nuevas tecnologías, se comenzó a hacer esto y ahora tenemos un 80% de preñez promedio. Trabajar en equipo permite avanzar mucho más rápido que si se trabaja solo, ya que se aprende de la experiencia y los errores propios y de los otros”, concluye Fernández.
Fuente: Clarín Rural
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sábado, 23 de abril de 2011
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