Por Pablo Fernandez Blanco
A hora que la economía comienza a recuperarse y crearon un fondo para convencer sobre la capacidad de pago del Estado, el Gobierno no está dispuesto a dejar morir el proyecto del tren bala, lanzado por Néstor Kirchner y sostenido por la presidenta Cristina Fernández en el plan de modernización del país que insinuó en algunos tramos de su gestión.
A hora que la economía comienza a recuperarse y crearon un fondo para convencer sobre la capacidad de pago del Estado, el Gobierno no está dispuesto a dejar morir el proyecto del tren bala, lanzado por Néstor Kirchner y sostenido por la presidenta Cristina Fernández en el plan de modernización del país que insinuó en algunos tramos de su gestión.
La polémica iniciativa para construir un ferrocarril de alta velocidad que unirá las ciudades de Buenos Aires, Rosario y Córdoba quedó en segundo plano este año debido a las complicaciones de la crisis internacional. Pero el Ministerio de Planificación, a cargo de Julio de Vido, le pidió hace algunas semanas a las compañías adjudicatarias de la obra su compromiso “para sostener la oferta por seis meses más”, según reconocieron a El Cronista empresarios de primera línea que participan de la iniciativa. En enero de 2008, el Gobierno adjudicó la construcción de la mega iniciativa al consorcio liderado por la francesa Alstom, una de las líderes del sector a nivel internacional. Detrás de la firma gala se encolumnan las locales Emepa, Iecsa –la ex constructora de Franco Macri, hoy en manos de su sobrino, Angelo Calcaterra- y la ibérica Isolux Corsan.
Las empresas le prometieron por escrito a Planificación que mantendrán la oferta, no sólo técnica, sino también financiera. De acuerdo con el ánimo que ronda en algunas de las compañías que forman el consorcio, sin embargo, el proyecto no verá la luz en el mediano plazo. “Creo que no se va a hacer hasta que los usuarios de la línea Roca viajen bien”, lamentaba uno de los ejecutivos que espera la puesta en marcha de la iniciativa.
El proyecto demandará u$s 3.000 que pagará el Estado. Pero el financiamiento, de acuerdo con el esquema elaborado por las empresas y el Gobierno, provendrá de un complejo esquema que contempla créditos a 30 años con hasta 12 de gracia y giraría en torno al banco francés Natixis, muy golpeado por la crisis financiera pero hoy recuperado luego de su estatización, a cargo del gobierno de Nicolas Sarkozy.
La Argentina, sin embargo, debería dar algunos pasos cruciales para destrabar los fondos necesarios. Entre ellos, cerrar la renegociación de la deuda con el Club de París, la piedra en el zapato que impide incluso a las empresas internacionales cerrar créditos a tasas convenientes para inversiones en el país. Es por eso que De Vido es uno de los mayores defensores de la negociación con ese pool de acreedores. Sucede que varios proyectos emanados de su cartera están a la espera de ese acuerdo. Además del tren bala, figuran en la lista el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento desde Caballito hasta Liniers, por más de $ 3.300 millones, la electrificación del Ferrocarril Roca y la ampliación del Tranvía de Buenos Aires, entre otras obras.
Aunque en la Argentina el Tren Bala no salió aún de la primera estación, el proyecto similar que lleva adelante Brasil parece haber arrancado. La intención del gobierno de Lula es unir con un convoy de alta velocidad las ciudades de Río de Janeiro y San Pablo, las dos más importantes de ese país, con una inversión de u$s 9.000 millones. De acuerdo con la promesa oficial, esta semana se abrirá la licitación para el proyecto, que debería estar terminado para los juegos olímpicos de 2016, que se realizarán en la ciudad carioca.
Fuente: Cronista.com
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