Por Guillermo Borella - LA NACION
Pekín dijo que no tolerará los ejercicios militares de Tokio con sus aliados.
La creciente rivalidad entre China y Japón, legado de la sangrienta guerra que los enfrentó el siglo pasado y cuyas heridas aún no terminaron de cicatrizar, escaló en los últimos días y amenaza con inflamar las tensiones en el vecindario asiático, una región cada vez más caliente.
"Japón está jugando con fuego", afirmó ayer el vocero del Ministerio de Defensa de China, Yang Yujun, en respuesta a los planes de Tokio de aumentar su presencia en el codiciado Mar del Sur de China a través de ejercicios conjuntos con Filipinas y Vietnam, dos vecinos rivales de Pekín. Además Japón anunció que planea sumarse a las patrullas de la marina de Estados Unidos, lo que China llamó "la línea roja". "Las fuerzas armadas chinas no van a quedarse de brazos cruzados", desafió el funcionario chino, que luego acusó a Japón de tratar de "confundir" la situación en el Mar del Sur de China, una zona clave para el comercio mundial.
Para dimensionar su importancia estratégica, basta con recordar que cada año pasan por sus rutas marítimas barcos con mercancías valuadas en cerca de cinco billones de dólares. Se trata además de un mar que se sospecha que guarda bajo su superficie cantidades colosales de recursos naturales (pesca, gas y petróleo).
Estos anuncios de Japón fueron la respuesta a las recientes actividades de su rival en una zona cuyo control se disputa con Pekín. Esta semana, los radares japoneses detectaron la presencia de aviones chinos sobrevolando las islas japonesas de Miyako y Okinawa. En forma paralela, las aguas del Mar de China Oriental amanecieron con la presencia de buques de guerra chinos y rusos practicando ejercicios conjuntos cerca de las islas Senkayu, que Japón considera propias.
Según el ministro de Defensa japonés, Tomomi Inada, estas maniobras constituyeron "una gran preocupación en la región y más allá". Con "más allá", Inada aludió a Estados Unidos, su mayor aliado al otro lado del Pacífico.
Guiada por sus ambiciosos objetivos estratégicos de largo plazo, que incluyen la erosión de Estados Unidos de lo que considera su patio trasero, China emprendió hace algunos años la construcción de islas artificiales en el Mar del Sur de China, que luego convirtió en bases aeronavales. Allí desplegó también su poderoso armamento militar.
Estas muestras de poder, claro está, no son bien vistas entre sus vecinos, con Japón a la cabeza. Temerosos del poderío chino, los países asiáticos acuden al escudo protector de Estados Unidos, siempre alerta al devenir de la región.
Punto de equilibrio
"El Mar del Sur de China es el punto de equilibrio de las relaciones entre China y Estados Unidos", sostiene Eduardo Oviedo, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Nacional de Rosario e investigador del Conicet. "Es el tablero donde ambos países miden sus fuerzas y se plasma la creciente rivalidad geoestratégica regional", apuntó el especialista.
Sin embargo, a la hora de analizar la política regional china hay que poner la lupa además en la salud de su economía y el calendario político local para el próximo año.
En este sentido, existe cierto consenso en que las dificultades económicas que atraviesa China, junto con la tensión política propia de los cambios que se avecinan en el Politburó para 2017, "acentuarán la tendencia del presidente Xi Jinping de endurecer sus políticas regionales", alertó a LA NACION William Choong, miembro investigador del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres (IISS).
Esta semana, el IISS publicó el Sondeo Estratégico 2016: Revisión anual de asuntos mundiales, un documento que elabora anualmente el respetado think tank británico, donde alerta sobre la expansionista política naval china y la carrera armamentística en curso. "La lógica expansionista y la afirmación cada vez más sólida de los intereses chinos en la región agravaron las tensiones geopolíticas con sus vecinos en toda la zona de Asia-Pacífico", sostiene el informe.
Otro aspecto que debe ser considerado es el factor Taiwan y la reciente alternancia política en la isla, donde la línea independentista llegó al poder de la mano del presidente Tsai Ing-wen. "Estos hechos, unidos a las crecientes controversias entre China y Japón, anuncian una inestabilidad en aumento en la región, con un seguro impacto global", advierte Oviedo. La presencia de un electorado cada vez más inclinado hacia la independencia ha vuelto a China "menos tolerante y más propensa a intentar imponer la reunificación", apunta el informe del IISS.
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