viernes, 4 de diciembre de 2015

Si Frondizi viviera

Javier Vigo LeguizamónPor Javier Vigo Leguizamón - Infobae.com
Los problemas que afronta Argentina son mucho más profundos que resolver el cepo cambiario. Como en 1958, es necesario alejarnos de visiones económicas y políticas perimidas que nos aíslan del mundo.

Entonces, quienes seguían a Balbín se aferraban al Programa de Avellaneda , proponían una reforma agraria profunda, la cogestión en las fábricas, la neutralidad en la política internacional, la capacidad de YPF para lograr por sí sola el autoabastecimiento petrolero. Y lo proponían alejándose de la realidad que presentaba signos evidentes de atraso, como si todo consistiera en distribuir la riqueza sin preocuparse por crearla, como si las reservas no hubiesen estado agotadas, como si la inflación luciera contenida, la infraestructura industrial modernizada y los servicios públicos brillaran por su eficiencia; como si Argentina pudiera bastarse por sí misma permaneciendo aislada del mundo.

El discurso de asunción de Arturo Frondizi implicó un corte abrupto con esa anquilosada visión de la realidad.

Frondizi y Frigerio partían de la premisa de que la acumulación de capital era la condición del desarrollo económico y del mejoramiento de las condiciones de vida. Creían que la esencia del subdesarrollo era la imposibilidad de generar con medios propios la acumulación de capital necesaria para los requerimientos de una economía capitalista. De ahí que para ambos la apertura al capital extranjero era necesaria, sin perjuicio de la necesidad de estimular el ahorro nacional. Había que invertir en el sector público y en el privado, con capital privado nacional y con capital privado extranjero.

Veían con buenos ojos la venida del capital extranjero, pero efectuaban distinciones imprescindibles. Debía invertirse en transformar la estructura productiva del país.

Ante la Alianza para el Progreso promovida por Kennedy sostuvo Frondizi que para que ella fuera una verdadera palanca de transformación de la economía latinoamericana era imprescindible una aplicación masiva de recursos y de técnica para un rápido desarrollo económico.

No aceptaron préstamos con fines asistenciales. Fueron muy claros: "donde se levante una fábrica, se erigirá un hospital, una escuela, una capilla, un barrio; más un hospital, una escuela, una capilla, sin una fábrica, será una nueva frustración".

Diferenciaban entre un nacionalismo de medios y de fines. Cuando Frondizi lanzó la batalla del petróleo la Argentina importaba el 65% de los combustibles que consumía. El petróleo representaba el 21 % de las importaciones. Las reservas de oro no pasaban de U$S 125.000.000 y el conjunto de oro y divisas de poco más de U$S 250.000.000. No había recursos para desarrollar YPF y explorar por sí solo nuestro petróleo. O se aferraba a su postulación teórica de años anteriores y el petróleo seguía durmiendo bajo el suelo, o se lo extraía con el auxilio del capital extranjero. Mantuvo el objetivo esencial que era el autoabastecimiento pero rectificó los medios

No fueron concesiones porque el Estado no perdía la propiedad ni la soberanía. Los contratos otorgaban un derecho contractual que se transformaba en crediticio cuando entregaban el petróleo. El Estado pagaba por el trabajo de extraer el petróleo. El petróleo importado nos costaba veinte dólares por metro cúbico, mientras que el extraído no pasaba de diez dólares. En menos de tres años se logró el autoabastecimiento. La producción pasó de cinco a trece millones de metros cúbicos , provocando un crecimiento excepcional de la Patagonia.

El recuerdo es oportuno hoy que Mauricio Macri está a punto de asumir la presidencia de la nación, y ha prometido que la economia será dirigida por un ministro de perfil desarrollista.

El gran mérito de Frondizi fue generar una revolución mental colocando al desarrollo en el centro del debate.

Hoy también la Argentina se encuentra estancada por esquemas mentales perimidos y necesita cortar de raíz el nudo estructural de nuestro subdesarrollo. No sólo las reservas del Banco Central se encuentran agotadas; al déficit creciente, la elevada inflación, la falta de seguridad jurídica, la crisis de las economías regionales, la baja del precio de los comoditties, el aislamiento ante el concierto de las naciones, se le suma que la estructura económica del país sigue siendo primordialmente agro- importadora en un mundo que privilegia el conocimiento, clave actual del desarrollo de los pueblos. Carecemos de industrias de punta ; si se analizan las exportaciones argentinas vemos que exportamos cereales, alimentos, grasas, aceites, pero no exportamos ninguno de los principales productos que exportan los países con economías dinámicas que están dentro de la producción digital, tecnológica o biogenética .

Es bueno, como continuidad de una acertada política de Estado, que el presidente electo haya propuesto a Lino Barañao continuar en el cargo de Ministro de Ciencia y Tecnología, pero no alcanza. Como me explicara Alberto Cassano, cuando lo entrevistara en ocasión de escribir mi libro Si Frondizi Viviera, no se trata de postular teóricamente la vinculación de la ciencia con la producción; se requiere un cambio cultural y cirugía mayor en lo operativo. El desarrollo alcanzado por los países del primer mundo es fruto de una sociedad que completa el circuito virtuoso e interactivo de educación, ciencia, mercados, tecnología, inversiones y producción eficientemente interconectados. Este eminente científico santafesino, recientemente fallecido, proponía una figura geométrica (el tetraedro)en el que todos sus vértices se conectan entre sí. El primer vértice es el Estado, cuya función es formular políticas y movilizar recursos de y hacia los otros tres vértices, ejecutando una acción deliberada tendiente a la producción de tecnología. El segundo vértice es el ocupado por los empresarios, a quienes se les exige dos condiciones básicas: disposición al riesgo y voluntad de competir. Tenemos una industria tecnológicamente atrasada, con poco estímulo para la innovación por gozar de las prebendas de mercados cautivos. Imitar a Frondizi implica reclamar a los empresarios un cambio radical de actitud. Él criticaba a los grupos dirigentes por su falta de visión de creación y de perspectiva del proceso histórico.

El tercer vértice lo ocupan los científicos a quienes se les exige capacidad creadora y voluntad para pasar de la tradicional producción de conocimientos científicos y técnicos, a la producción de tecnología. No alcanzan las publicaciones.

El cuarto vértice corresponde a las sociedades de capital y riesgo de las que carece Argentina. No se conciben como inversoras pasivas que suministran préstamos a base de garantías. Asumen roles activos trabajando con las nuevas empresas en el desarrollo del emprendimiento. Invierten en proyectos tecnológicamente novedosos, donde el riesgo se compensa con un alto retorno en la inversión en el mediano plazo.

Creo, que Frondizi consideraría a la ciencia y a la tecnología como la palanca actual del desarrollo nacional y, a la vez, daría prioridad a resolver la ubicación internacional Argentina frente al mundo financiero. Su política internacional implicó una adhesión fundamental a la línea occidental de pensamiento, teniendo en la defensa de los principios de no intervención y de la autodeterminación de los pueblos, una postura intransigente. La superación de las condiciones de default serían prioritarias . Tenemos que recuperar la confianza, con una negociación firme y equitativa. Hay que transmitir un mensaje económico racional.

Finalmente hoy, que la Argentina se encuentra azotada por la ley del odio, que divide a familiares y amigos, es oportuno recordar la respuesta que Frondizi diera a Félix Luna, cuando le preguntara cuál había sido el mayor logro de su presidencia.

El líder desarrollista no citó ni a la industria pesada, ni al autoabastecimento petrolero; contestó: " los esfuerzos por reconciliar la Patria", aquéllos de los que nos habla su discurso inaugural :

"Para que se pueda llevar a cabo esta empresa de realización nacional es condición previa e indispensable sellar definitivamente el reencuentro entre los argentinos y alcanzar una plena y efectiva paz nacional. Debemos eliminar los motivos de encono, los pretextos de revancha y los últimos vestigios de persecución que pudieran subsistir. Debemos extirpar de raíz el odio y el miedo del corazón de los argentinos.

Recibimos y valoramos todo el pasado, cn su grandeza y sus debilidades, pero ese pasado queda a nuestras espaldas. No nos volveremos a remover las culpas ni a deslindar las responsabilidades que allí, desde hoy, quedan para que las juzgue la historia".

* Javier Vigo Leguizamón, autor de los libros "Si Frondizi viviera"; "Amar al enemigo"; "Ataque a la República"; "El terrorismo como delito de lesa humanidad"; y abogado de la querella en las causas Viola y Larrabure.

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