jueves, 23 de octubre de 2014

Un proyecto de Detroit propone demoler para repoblar

POR ROSE HACKMAN - ESPECIAL PARA THE GUARDIAN Y ARQ - (Clarín.com)
La ciudad estadounidense está derribando 200 casas a la semana, como parte de un controvertido plan que busca atraer a inversores a la ciudad, pero los críticos dicen que va a expulsar a los residentes negros. El objetivo del proyecto es demoler 40 mil viviendas.
La ciudad de Detroit arrancó un proceso de demolición sistemática de sus edificios más decaídos, con la intención de erradicar 40 mil edificios y viviendas deterioradas en los próximos 5 años. Las demoliciones están ocurriendo a un ritmo de 200 por semana, y cada una cuesta 15 mil dólares. El programa cuenta con poco menos de mil millones de dólares para gastar.

Ninguna otra ciudad de Estados Unidos ha intentado alguna vez una operación de tal envergadura. Para Detroit está en juego su recuperación financiera - a pesar de que se estima que solo se crearán 430 puestos de trabajo en los próximos cinco años. Con esta operación de tabula rasa se liberarán tierras para nuevos edificios y las autoridades de la ciudad enviarán, teóricamente, una señal de bienvenida a potenciales inversores y nuevos residentes de una estirpe más rica -e inevitablemente más blanca.

La huída de la clase media blanca a los suburbios, que se aceleró después de los disturbios raciales de 1967, ha sido un factor importante en los cambios demográficos que ocurrieron en la ciudad en las últimas seis décadas, como así como su empobrecida base fiscal. Detroit pasó de poseer una población mayoritariamente blanca y de ser símbolo de la próspera clase media de Estados Unidos, con una población de 1,8 millones a finales de 1950, a tener un 82% de población negra en la actualidad, con un ingreso medio por hogar rayando la línea de pobreza, con una población de 700.000 personas.

Peter Hammer, profesor de derecho en la Universidad Estatal de Wayne, donde también dirige el Centro de Keith J Damon para los Derechos Civiles, es escéptico respecto del éxito de la iniciativa. Él llama a los esfuerzos anti-decaimiento urbano, "una visión miope centrada en destruir edificios". "Desearía que los funcionarios municipales se preocuparan por el racismo con la misma intensidad maníaca como lo hacen por la calidad de las construcciones", afirma.

De hecho, los críticos afirman que el proyecto busca resolver los efectos de la crisis sin detenerse en sus causas estructurales, y que además fue diseñado por burócratas en vez de residentes. Si se hiciera una consulta popular, ¿los ciudadanos votarían por asignar ese dinero a la demolición en vez de enfrentar otras prioridades más urgentes, como ser el servicio de agua? "El racismo es lo que nos metió en este lío; si embargo, no hay nada en este proyecto de demolición que se ocupe de cuestiones de raza, segregación, discriminación o de la huída de la clase blanca, que es la causa principal de los problemas de abandono de edificios en Detroit", dice Hammer.

George Galster, un distinguido profesor en el departamento de estudios urbanos y planificación de la Universidad Estatal de Wayne, estima que la operación de eliminar las estructuras derruidas es como "poner una curita en una herida", y se lamenta de la poca atención que se le da a las causas de base de la crisis, como ser un mercado inmobiliario desregulado en el región más amplia de Michigan, el cual ha sido responsable de construir un excedente de 10.000 casas por año desde la década de 1950, lo cual constribuyó a expulsar a la gente de Detroit hacia los suburbios.

Algunos toman otra vista. Argumentan que romper algunas ventanas ahora se traducirá en un menor número de "ventanas rotas" más adelante. La controvertida experiencia de Detroit con la teoría policial de las "ventanas rotas" está dejando su marca en el nuevo espíritu de la ciudad. "La idea detrás de la teoría es convincente: una ventana rota engendra una ventana rota", afirma Craig Fahle, quien recientemente renunció a su trabajo como locutor de radio y una de las voces mediáticas más respetadas de la ciudad para unirse a la Alcaldía Duggan renovado Banco de Tierras, el cual está supervisando la eliminación de edificios derruidos, así como la subastando de casas recuperadas por la ciudad y reclutando nuevos residentes. "Es lo mismo con el derruimiento: el derrumiento engendra derrumiento. El derrumiento se arrastra", dice Fahle, comparando el derrumiento a una entidad viviente.

La evidencia aún no es sólida, argumentan algunos. Investigaciones recientes realizadas en colaboración con Erica Raleigh en Data Driven Detroit, sugieren que los edificios abandonados tienen un efecto neutro sobre el crimen, dice Galster. Contrariamente a la creencia popular, no hay evidencia que sugiera que las propiedades arruinadas atraigan o exacerben la actividad criminal.

Bernard Harcourt, profesor de derecho en la Universidad de Columbia y director del Centro de Columbia para Contemporáneo Pensamiento Crítico, considera que extender la teoría de las ventanas rotas a la eliminación del decaimiento urbano es "fascinante". Harcourt dice que la teoría de las ventanas rotas es utilizada desde hace mucho tiempo como "una excusa para un renacer inmobiliario y la redistribución de la riqueza", ya que las zonas donde se practicó pasaron desde el extremo inferior de la escala socio-económica a la parte superior, incluso en lugares como Times Square de Nueva York y Skid Row en Los Angeles.

Las transformaciones de estas áreas se promocionan como evidencia del éxito de las ventanas rotas. En realidad, afirma Harcourt, fueron el producto de un proceso de planificación urbana y reurbanización que duró una década y que redistribuyó sustancialmente la riqueza y la población de un barrio a otro. "¿Se están demoliendo los edificios para servir a las personas que viven en los barrios ahora, o se están tirando abajo con el fin de facilitar la repoblación de quien sea que vaya va a comprar esa propiedad ahora vacante?"

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