lunes, 20 de mayo de 2013

Brasil blinda sus fronteras con militares y ensaya el Mundial

Por Eleonora Gosman - Diario Clarín
Movilizó a 25.000 efectivos. Se prepara para varios juegos deportivos que se avecinan.

Apertura. Dilma y Agnelo Queiroz, gobernador de Brasilia, al inaugurar ayer el Estadio Garrincha en Brasilia./AP


Ya en tiempo de descuento, cuando faltan apenas 28 días para el inicio de la Copa de Confederaciones, el Ejército brasileño inició ayer el operativo “Agata 7”. Movilizó 25.000 efectivos que deben distribuirse a lo largo de los 16.000 kilómetros de fronteras terrestre de este país con sus vecinos sudamericanos, incluida la Argentina.

El refuerzo de los controles, con mayor peso en las regiones fronterizas con Perú, Bolivia y Colombia, por la naturaleza selvática, pone en evidencia la estrategia elegida por el gobierno de Dilma Rousseff para garantizar la seguridad de los grandes acontecimientos deportivos que se avecinan.

De hecho, hay una militarización de la seguridad de los juegos, que incluyen la Copa de Confederaciones, el Mundial de 2014 y las Olimpíadas de 2016. La presidenta, quien ayer inauguró el estadio Mané Garrincha de Brasilia donde se realizará el juego inaugural entre Brasil y Japón el próximo 15 de junio, advirtió que “el gobierno federal tiene la obligación de actuar en los asuntos que están bajo su responsabilidad”. Esto significa, ni más ni menos, que la jefa de Estado prefirió colocar en manos de las Fuerzas Armadas los resortes claves de la seguridad.

Ese criterio oficial quedó consagrado en un acuerdo realizado entre los ministerios de Defensa y de Justicia, donde se estableció que la coordinación de las actividades contra el terrorismo en los tres grandes eventos estará en manos del Ejército.

Le corresponderá a esa fuerza repeler posibles ataques, en tanto quedará para la policía federal realizar el trabajo de inteligencia para prevenir cualquier anormalidad. A las policías militares provincial se le reserva una tarea de control ciudadano, con actuación en sus ciudades.

El Ejército ya dispone de 600 militares superespecializados en el combate al terrorismo, que deben actuar en breve en las seis ciudades que serán sedes de la Copa Confederaciones: Brasilia, Salvador, Recife, Fortaleza, Belo Horizonte y Río de Janeiro. Otros 250 efectivos fueron entrenados para identificar, contener y prevenir ataques con armas químicas, bacteriológicas y nucleares. Esos hombres están capacitados para realizar barridos y descontaminaciones y para prevenir incidentes durante los juegos.

Aunque la cuestión de seguridad para los juegos empezó a ser tratada con bastante antelación, fueron las explosiones ocurridas el 15 de abril en Boston durante una maratón las que llevaron a extremar las medidas. 

El jueves último desembarcó en Río un lote de ocho tanquetas tipo Gepard, equipadas con artillería antiaérea. El gobierno adquirió un total de 34 de esos vehículos en Alemania. Cuatro de los tanques deben custodiar el juego de apertura en Brasilia entre Brasil y Japón, el próximo 15 de junio. Otros cuatro permanecerán en la capital carioca para cercar el Maracaná, donde se realizará el cierre entre los finalistas de la competencia que, además de Brasil, incluye las selecciones de Italia, España, Uruguay, México, Nigeria y Taití.

Los blindados portan armas con capacidad para detener misiles, para derribar aviones y helicópteros, y bajar drones, según informó uno de los coordinadores militares, el general Marcio Roland Heise.
El equipamiento militar servirá, también, para garantizar la gira del Papa Francisco que debe realizarse a fines de julio y que tendrá la capital carioca como escenario fundamental.

En febrero pasado, el vicepresidente brasileño Michel Temer firmó un acuerdo con Rusia para adquirir artillería antiaérea con tecnología que permitiría impactar en blancos de hasta 15 kilómetros de altitud.
Fue una de las tantas exigencias que la FIFA formuló a Brasil para la realización de la Copa del Mundo del 2014. Ayer la presidenta Dilma Rousseff criticó ácidamente a los “pesimistas de turno” que no confiaban en la capacidad de Brasil para garantizar el desarrollo normal de los juegos.

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