Por Alcadio Oña - Diario Clarín
En los casi nueve años de gobierno, el kirchnerismo ha levantado, insistentemente, la bandera de un Estado fuerte y con un papel central en la economía, contrastándolo con el Estado ausente de los 90, que en el discurso oficial privilegió intereses particulares por sobre los del conjunto. Y hasta suele poner a sus políticas como modelo frente a las que desataron la crisis de Europa y Estados Unidos.
Pero hace ya un tiempo, notoriamente estos días, quedó demostrado que también es imprescindible gestionar bien al Estado, contar con equipos técnicos calificados y ejercer a fondo controles que no pueden ser delegados . En fin, no basta con un relato atractivo y siempre autorreferencial.
Es de estos días la tragedia en Once y la búsqueda, ahora, de los responsables. Sin embargo, quedaron al desnudo las fallas del servicio, la falta de mantenimiento y muy expuesta la inseguridad de los pasajeros: nada que los usuarios desconozcan y que no haya sido planteado por la Auditoría General de la Nación. La concesión viene desde 1995, o sea, que lleva quince años. El punto es que de esos dieciséis años, casi nueve transcurrieron en la era K, más de la mitad.
Aquí salta, cuanto menos, un déficit de gestión imposible de achacar a otros. Para mayor abundancia: las vías, los trenes, las estaciones y el parque de todo el sistema ferroviario son patrimonio de la Nación. Si se deterioran, pierde la Nación.
Durante el discurso que la Presidenta pronunció el martes, en Rosario, hubo una frase significativa: “Si no hemos hecho más es porque no nos ha alcanzado la plata para hacerlo”. Puestas de otro modo las dos cosas son ciertas: se ha gastado mucho y ahora la plata no alcanza .
Ese día y, luego, en el mensaje en el Congreso, Cristina Kirchner admitió que la situación energética es una de las asignaturas pendientes. Y trajo a cuento los US$ 9.000 millones gastados el año pasado en importaciones. Ciertamente, las compras de 2011 fueron récord pero no una excepción. Durante la era K, las importaciones de gas y combustibles, que tapan los agujeros creados por la escasez de producción interna, sumaron nada menos US$ 27.000 millones .
Hay más de lo mismo. En el arranque del kirchnerismo, la balanza energética tenía un superávit de US$ 5.623 millones que, apretado por bajones sistemáticos, el año pasado se transformó en un déficit de US$ 2.930 millones. Y, así, la Argentina pasó del autoabastecimiento a la dependencia externa.
No fue por pura casualidad. A causa de la falta de inversiones suficientes, cayeron a pique las reservas de gas y petróleo y, consecuentemente, la producción de hidrocarburos. Y por mucha culpa que YPF pueda tener en ese proceso, lo cierto es que todo ocurrió a la vista de los funcionarios : nuevamente, se correspondió con un modo de gestionar el Estado.
El problema es que el agujero forzará mayores importaciones, justo cuando los dólares no alcanzan. Trabajo para Guillermo Moreno, que controla cada movimiento de divisas y ha invadido el área del ministro Julio De Vido sin cuidar formas ni dejar de sembrar sospechas. Moreno teme que, al paso que van las cosas, este año el superávit comercial global se estreche a US$ 6.000 millones. Sería un número potente, si no fuesen tan grandes y variadas las necesidades: su objetivo es llegar, por lo menos, a 10.000 millones.
Esos apremios financieros flotan en el fondo de la decisión de barrer con uno de los últimos vestigios de la convertibilidad. Mejor dicho, se busca eliminar la traba que impide usar libremente las reservas para pagarles a los acreedores privados.
Otra muestra de que la plata ya no alcanza es el “redireccionamiento de los subsidios”, un eufemismo con el que el Gobierno pretende encubrir la quita de beneficios . Demasiada pretensión del relato oficial hacer pasar por liebre lo que claramente es un gato.
Desequilibradas, las cuentas fiscales no están en condiciones de bancar una factura que, en la era K, acumuló $ 218.000 millones. Al tipo de cambio de hoy, casi 50.000 millones de dólares, más incluso que todas las reservas del Banco Central.
El 80 % del gasto se consumió en energía y transporte, en dos sectores que no lucen precisamente impecables. Y eso que, según el relato oficial, favoreció a la gente y a la producción, fue en los hechos un modelo indiscriminado: favoreció tanto a ricos como a pobres, a empresas que necesitaban la ayuda y a unas cuantas en holgada situación financiera. Encima, la maraña que se armó estos años alimenta más que sospechas de corrupción. Y más aún, si existe una montaña de plata en danza.
El año pasado, la presión tributaria de la Nación fue récord. Y marcó un aumento del 41,4 % respecto de 2003 o del 58 % comparada con 2000. Entre 2006 y 2011, las exportaciones del complejo sojero aportaron divisas por US$ 90.000 millones . Y dejaron arriba de 31.000 millones en retenciones.
Números y más números que muestran un Estado cargado de recursos. La cuestión, ahora, no es si fueron gastados tan bien como dice el Gobierno, sino que escasean. Así, toca el tiempo del ajuste.
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