Por Marcelo Falak - Ambito Financiero
Si, como sostienen las personas que no nos quieren del todo bien en los países vecinos, los argentinos somos soberbios, será porque ese rasgo va en paralelo a una autocrítica permanente y feroz. Acaso nuestra autoestima, largamente vapuleada, necesita de exageraciones compensatorias.
Dejemos esa tarea para los psicólogos, pero reconozcamos que, en nuestra autocrítica inclemente, solemos adjudicarnos la exclusividad de la falta de seriedad. Se sabe que los estadounidenses y los británicos, entre otros (y, más recientemente, hasta los chilenos, uruguayos y brasileños) les parecen a muchos compatriotas tanto más solventes que nosotros. Quienes piensen así se habrán sorprendido cuando el primer ministro británico, David Cameron, dijo hace nueve días que la postura argentina sobre Malvinas, al no reconocer el derecho de los dos mil kelpers a imponer su voluntad en el conflicto, era «colonialista». Súbitamente, el bananerismo se instaló en el centro de aquellas admiraciones.
El Gobierno estaba obligado a responder, y así lo hizo, para no dejar flecos sueltos en su ofensiva diplomática, una de las pocas políticas de Estado que nos quedan, si no la única, lamentablemente. Fuera de ello el disparate fue tan grande que apenas podía motivar una sonrisa irónica.
Basta mirar el mapa que acompaña estas líneas. De los dieciséis territorios que el Comité Especial de Descolonización de Naciones Unidas urge regularizar (sin éxito por el momento, tal el desprecio de Londres por el Derecho Internacional), diez están bajo control británico, entre ellos Malvinas, desde ya.
No se trata de un mero dato estadístico, que podría sumarse al del 20% del mundo que dominaba el Imperio Británico en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial o las cerca de ocho docenas de «territorios de ultramar» de principios de los años 40. Cameron debería saber que el colonialismo puesto en marcha en el siglo XVI fue parte inescindible del ascenso económico de Inglaterra y de su Revolución Industrial.
«Acumulación originaria»
Si Karl Marx fue un muy mal pronosticador, al menos le reconoceremos méritos en cuanto a la disección que hizo del capitalismo inglés. Bastará, en ese sentido, repasar algunas páginas de El Capital para comprobar que el colonialismo fue, junto a la trata de esclavos y la liberación de los séquitos feudales (con sus correlatos de creación de un mercado libre de tierras y de trabajo) fuente principal de la «acumulación originaria» que permitió aquella explosión económica. Cameron parecería en las antípodas de un concepto marxista pero, además de un revolucionario y un crítico feroz del capitalismo, el alemán era, desde una perspectiva histórica, un entusiasta deslumbrado de la novedad que aquél había representado.
¿Pero qué busca el premier tory al agitar de modo tan pobremente chauvinista la cuestión Malvinas? Escaldado en estos tiempos de ajustes y polémicas, acaso pretenda mostrar autoridad. Algo políticamente «barato» si se trata de hacer pirotecnia con un país como la Argentina que, se sabe, no tiene ni entre sus posibilidades ni en su vocación ir a ningún choque armado. Igual que Margaret Thatcher. Sólo que si el precio que paga por hacer politiquería con la cuestión es más bajo que en 1982, también lo será la recompensa, ya que hoy dicha causa no mueve el amperímetro en la sociedad británica, más atenta a los preocupantes avatares de su gestión.
Pero además de restaurar el magullado orgullo imperial, el premier parece perseguir el blindaje de una promesa económica.
La petrolera Rockhopper ha convencido a algunos inversores de que ha detectado yacimientos de 500 millones de barriles de petróleo en aguas próximas al archipiélago, al punto que sus acciones subieron más del 40% en un año. Pero los expertos todavía dudan. Más aún, el ministro de Energía y Cambio Climático, el liberal-demócrata Chris Huhne, dijo ayer en el Parlamento que «la exploración (petrolera) en aguas territoriales de las islas es decepcionante», aunque no descartó que su pronóstico pueda cambiar en el futuro.
Mientras, otro miembro del Gabinete, el viceministro de Defensa, Gerald Howarth, garantizó -también en Westminster- la defensa del archipiélago. Eso «es una preocupación que está extendida» en todo el Reino Unido «debido a la belicosidad de la Argentina», dijo, aunque reconoció que nuestro país «no tiene ni la capacidad ni la intención de repetir la locura de 1982». Si nuestro país no quiere ni puede agredir a nadie, ¿a cuento de qué viene esa «preocupación»? Concretamente, y eso es lo que motivó la pregunta que le hicieron, a los efectos del ajuste oficial en curso sobre la capacidad militar del país.
Además de 650 jóvenes valientes injustamente muertos, a la Argentina le está costando caro aquel dislate de la dictadura, uno más y seguramente no de los menores. Se perdió una guerra y eso los imperios lo cobran.
Pero no hay porqué ceder. Londres, parece, no está tan conforme con los hallazgos de Rockhopper. Se sabe que las colonias se restituyen cuando pasan a ser antieconómicas y no quedan más recursos que expoliarles.
son piratas y seguiran siendolo.
ResponderEliminarmucha democracia y rollos pero en el fondo son asi,llevan mucos siglos para cambiar de forma de hacer las cosas pero por lo que flaquean es el dinero..asi que si tratas con ellos por las buenasde forma comercial ganaras mas que por las malas