Por Carlos Manzoni - LA NACION
Influyen el mayor costo de la mano de obra frente a Asia, las barreras a la importación y la inversión en posicionamiento de marca frente a competidores globales
La pregunta del viajero que visitó los Estados Unidos o Europa y luego se dio una vuelta por las vidrieras de indumentaria en la Argentina es recurrente: ¿por qué la ropa es más cara acá que allá? La respuesta no es una sola: escala de mercado menor; mano de obra más costosa que en Asia; impuestos y aranceles a la importación superiores; gastos para posicionamiento de marcas que no son globales y costos de locación se cuentan entre los ingredientes que "engordan" los precios de las confecciones locales.
Detrás de todo esto, asoma también el gran mal que aqueja a toda la industria nacional, que no es otro que la insuficiente inversión para hacer frente a una demanda creciente, que ya no se puede satisfacer sólo con la capacidad instalada y requiere nuevos desembolsos para encarar ampliaciones. Más demanda con igual oferta da un resultado: aumento de precios.
Marcelo Sorzana lleva 25 años en la industria textil, y en la actualidad, como director de Surreal Marketing &Publicity, asesora a 10 firmas del rubro. Luego de comentar que la inflación estructural en dólares eleva por las nubes los insumos, la mano de obra y los impuestos, dice: "El país tiene una muy baja producción porque la capacidad instalada no da abasto con el incremento del consumo de los últimos años".
El costo de la mano de obra hace lo suyo. Ocurre que se trata de un sector muy mano de obra intensiva y que, a diferencia de las empresas de los Estados Unidos o Europa, no fabrica en Asia, donde los salarios son ínfimos. Según señala el economista Orlando Ferreres, los salarios aquí aumentaron el 25% en dólares desde 2003 (pasaron de US$ 300 a 1200). "Ese es el principal diferencial a la hora de comparar los costos locales con los de otros países", agrega Ferreres.
El número de personas ocupadas por la industria textil pasó de 295.000 en 2003 a 480.000. Este es, precisamente, uno de los argumentos que esgrime el gobierno de Cristina Kirchner a la hora de justificar la protección del sector con barreras arancelarias altas (se paga el 35% de arancel) y, de concretarse la intención del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, con la traba a las exportaciones de algodón.
Pero, además, está el diferente tamaño de los mercados, que permite que estadounidenses y europeos se manejen con ecuaciones más ventajosas. "No es posible comparar con países con más de 300 millones de habitantes -afirma Oscar Pérez Larumbe, presidente de la Cámara Industrial Argentina de la Indumentaria-. Ellos pueden fabricar o comprar a escalas que les modifican sustancialmente los costos."
También para Mariano Kestelboim, economista de la Fundación Pro Tejer, la escala es determinante en el proceso de compra y distribución. "Acá, como gran tienda, se puede encontrar Zara o, en su momento, C&A, pero el segmento medio del mercado es bastante reducido en relación con lo que ocurre en otros países", señala. Kestelboim detalla que, además, debe sumarse el costo de ocupación, que no es sólo el alquiler, ya que las marcas que están en shoppings deben pagar entre el 7 y el 8% de su facturación al centro comercial; el de diseño de local y marketing, estimado en $ 5000 por metro cuadrado, y toda la publicidad externa.
El costado financiero también influye: cada posnet (aparato para cobrar con tarjeta) cuesta $ 150 por mes, el arancel por uso de tarjeta es del 3% (sobre el 100% del valor de la venta; en débito, es del 1,5%) y otras tasas pueden elevar al 12% el costo de operar con plástico. "En los Estados Unidos y Europa, el shopping no cobra tanto y el costo financiero es menor", aclara Kestelboim.
Tanto el economista de Pro Tejer como Pérez Larumbe, dicen que no toda la ropa es más cara aquí, sino sólo la de target medio y alto, que debe exhibirse en lugares céntricos (con alquileres sobrevaluados por la gran demanda) y venderse con tarjeta. Mariano Rodríguez Giesso, dueño de la casa Giesso, coincide con ellos y señala que cuando se compara con los Estados Unidos no se repara en que ahí el precio de vidriera no incluye los impuestos, mientras acá sí lleva implícito el 21% de IVA y el 3% de ingresos brutos.
A esta altura, quizás al viajero observador le surja otra duda: ¿por qué no se ven aquí las grandes liquidaciones que se ven en Nueva York o París? Según Sorzana, esto tiene que ver con la idiosincrasia local: "Acá se hace ropa para cuatro temporadas en el año, mientras que allá tienen una temporada cada mes". En Estados Unidos o Europa, por su estructura de costos, la mercadería que liquidan (con rebajas de más del 60%) ya la tienen como marginal y ganan igual aunque la vendan a menos de mitad de precio. "Ellos tienen grandes excedentes por cada colección, mientras que acá, si te sobra más del 12%, vas a pérdida", comenta Sorzana.
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