Wall Street cerró en fuerte alza el martes, impulsada por las medidas de apoyo contra el coronavirus, mientras que las principales bolsas europeas terminaron en rojo, después de iniciar la sesión recuperándose del descalabro de la víspera, su peor jornada desde la crisis de 2008.
El cisne negro del coronavirus ya ha impactado fuertemente en la economía mundial y provocó incertidumbre y temor, caída bursátil fuera de lo común en las principales bolsas, fuga de los activos financieros de los lugares de riesgo y “vuelo hacia la calidad”. Se pronostica una clara disminución del crecimiento económico, y se habla de hasta una gran recesión mundial. Como las demandas mundiales están reduciéndose rápidamente, particularmente por la incidencia del gigante China, los precios de los commodities están en baja, lo que afecta a los países productores, como Brasil y Argentina (agrícolas) y Chile (minerales-cobre). El turismo y las empresas aéreas sufren quebrantos monstruosos. Brasil por tener un altísimo intercambio con China se verá doblemente afectado.
Con el petróleo se ha manifestado una primera gran movida geopolítica. En menos de una semana, su precio bajó un 30% pasando de 50 a 35 USD/Barril. Arabia Saudita propuso disminuir la producción de petróleo para mantener los precios medianamente estables, pero Rusia no aceptó, en orden a mantener sus respectivas cuotas de mercado. Entones Arabia Saudita inició una guerra de precios a la baja, que Rusia respondió. El análisis público se inclinó a deducir que esas movidas afectarían a EEUU, cuyo shale gas y shale oil tiene costos más altos que Rusia y los árabes, pudiendo eventualmente quedar fuera del mercado. El precio de los 36-37 USD/barril induce a razonar así. Pero si ese nivel de precios se mantuviese durante un período más prolongado, lo que aún no sabemos, el gran afectado podría ser Rusia, ya que su economía depende enormemente de sus ingresos por la exportación de energía. En cambio EEUU tiene su economía más diversificada y en gran medida apuesta a la tecnología 4.0 y a la repatriación de sus industrias hacia su territorio, cuyo mercado interno es el que dispone de una alta demanda. El tradicional alineamiento EEUU–Arabia Saudita invita a la reflexión a largo plazo.
La baja de los commodities y del petróleo beneficia a China, lo que compensaría parcialmente su parate actual. Sin embargo, es probable que la locomotora del crecimiento mundial durante las últimas décadas tarde en recuperarse. Le costará además volver a ser el proveedor de al menos el 20% de los bienes intermedios confiables, ya que nadie descarta que pueda repetirse una nueva crisis derivada de “otro” virus mutante. Dicen que los brotes globales se volverán cada vez más comunes, por la creciente urbanización en mega-ciudades, el intercambio turístico global y el aumento del consumo de proteínas cárnicas (aunque esta tendencia esté en reversa en el mundo desarrollado). Las exportaciones a China por parte de Europa, Japón y EEUU también sufrirán consecuencias, y nuevamente se discutirá sobre los balances comerciales entre las grandes potencias; es decir recrudecerá la “guerra comercial”.
El virus se “exteriorizó” públicamente en China durante el mes de Diciembre (sólo hace menos de 100 días) y ya alcanzó a mas de 90 países, infectó a mas de 100.000 personas y mató a unas 3.500. Se expandió rápidamente a Japón y Corea del Sur (por el gran turismo chino a esos países); a Irán, en Medio Oriente; a Europa, con Italia como principal foco, a EEUU y también hacia América Latina, donde hay cada vez más países con casos. Las escuelas en Japón están cerradas; casi en toda Italia se ha creado zonas de aislación epidemiológica para 40 millones de habitantes; Israel ha cerrado de hecho sus fronteras para los extranjeros. Todo esto prueba que el COVID-19 no es una gripe común, como algunos sostenían en forma naif.
De continuar esta situación, las consecuencias económicas globales podrían llegar a complicarse aún más. Los países se aislarán y los menores intercambios entre oferta y demanda producirán un derrumbe del crecimiento económico global; muchos países podrían entrar en recesión y el sistema global incrementará su nivel de individualismo y de lucha por la supervivencia.
Pero en un futuro, que no sabemos si es cercano o lejano, se encontrará la vacuna apropiada para combatirlo. A partir de allí, habrá otro año hasta la total normalización. Quien llegue a desarrollar la vacuna apropiada (si es que ya no la tiene) podría influir notablemente en el escenario global, disponiendo que la crisis económica sea corta o larga, según le convenga a sus intereses nacionales; otra muestra de que los factores de poder (en este caso, el factor científico-tecnológico) influyen notoriamente en las relaciones de poder mundial.
Todo este inédito fenómeno global acentuará los procesos geopolíticos en curso: se consolidará el concepto de los “intereses nacionales primero”, lo que implicará un nuevo retroceso de la globalización. Si bien los virus no respetan fronteras, sus consecuencias determinarán modificaciones en los controles fronterizos, sean personales o económicos. Además, se reforzará la “guerra tecnológica” para proteger la relocalización de industrias (de las nuevas tecnologías) en los países más desarrollados.
Esta situación pone un fuerte desafío para todas las dirigencias políticas, ya que los pueblos no querrán verse perjudicados por la aparición del “virus chino” y reclamarán por la defensa de su seguridad, de sus fronteras, de sus intereses, y probablemente se producirán actos de discriminación. Todos los reclamos se volcarán a las redes sociales y cualquier inquietud social tiene obviamente repercusiones políticas.
Dado que la geopolítica es el faro que ilumina la inserción del país en el mundo, su análisis se vuelve imperioso para entender cómo navegar los embravecidos mares del futuro, esclarecer los caminos críticos más probables, las mejores alianzas y cuáles serían los principales obstáculos futuros que nos desafiarán. No sólo existe la deuda externa; hay todo tipo de acechanzas. La Argentina es uno de esos países que se parecen mucho a los que se denominan de Geopolítica Cero (G-0), siendo que su valor geopolítico objetivo es relativamente importante. Así se denomina a aquellos actores con espacios terrestres, aéreos y marítimos importantes o destacados, pero que en la práctica o por factores ideológicos internos (generalmente grietas artificiales), desarrollan escasos o deficientes poderes terrestre, marítimo y aeroespacial, en relación a sus activos estratégicos.
Lamentablemente muchos de nuestros dirigentes políticos y algunos círculos intelectuales consideran que la geopolítica trata sólo de “temas militares”, lo cual es totalmente absurdo, o creen que se pueden resolver los problemas estratégicos únicamente mediante estudios econométricos o políticos; sus prejuicios los inducen a visualizar escenarios lineales, no sistémicos y menos aún circulares. Creen que los procesos de integración regional o de globalización son irreversibles, viendo sólo sus oportunidades relativas y no sus limitaciones en el desarrollo nacional. Algunos hasta consideran que ya casi no existen “hipótesis de conflictos”; siendo poco realistas al momento de realizar diagnósticos internacionales. Al no desarrollar conciencia demográfica y geográfica no explotan una correcta política estratégica de ocupación y vertebración territorial. A veces se importan teorías geopolíticas aptas para otros países o circunstancias, o bien adhieren a postulados internacionales o ideológicos, o bien se dejan llevar por gurúes de moda.
Las implicaciones de la situación global incidirán fuertemente en la Argentina. A los problemas propios, que son variados y muchos, se le agregará nuevos y aún más complejos. Se hace necesario analizar los escenarios futuros con la mayor precisión posible.
Deuda externa e Inversiones: la baja de las tasas no influye demasiado. La “huida del riesgo” producirá una baja en el valor de los bonos argentinos, poniéndolos a tiro de los valores en que los fondos buitres comienzan a interesarse. Sería repetir errores y un gran problema a futuro. La negociación con el FMI depende del alineamiento geopolítico descripto en un artículo anterior. Si entramos en default con los bonistas las empresas argentinas no tendrán muchas posibilidades de obtener fondos externos para invertir en la producción y lentamente desinvertirán. El desarrollo de una fuerte expansión petrolera en “Vaca Muerta” entra en la zona de conflicto (precio geopolítico del petróleo) y resta al ingreso potencial de divisas. Habrá que “vivir con la nuestro” y ello lleva a “emparejar hacia abajo” trayendo desaliento a los sectores medios capacitados y a los profesionales (proceso de fuga de cerebros). Un “buen” arreglo con los bonistas, ahora en la perspectiva de que hay pocos lugares para invertir globalmente, es lo mejor que le puede suceder al interés nacional y sería la mejor solución. Depende de las habilidades (¿ocultas?) del Ministerio de Economía.
Comercio exterior e inflación: si los valores promedios de nuestras exportaciones de commodities disminuyen, entrarán menos dólares. Si se devalúan las monedas de los emergentes (el problema es Brasil) y el peso argentino no lo hace, tendremos falta de competitividad; si se alinea la devaluación con el real brasileño aumentará la inflación y el acuerdo sectorial se complica (puja distributiva). Aunque haya arreglo de la deuda externa, aún con plazos de gracia sin pagos externos, habrá que conseguir los dólares del superávit. Si exportamos por menor valor habrá que exportar mayor cantidad, o bien importar menos productos (economía de guerra). En este caso habrá que bloquear las importaciones de productos rápidamente producibles localmente: textiles y calzados, y algunos otros, lo cual implica problemas de relacionamiento con China. Muchas fabricas locales son parte de una cadena de valor y traen sus insumos y bienes intermedios de otros países, principalmente de China (Tierra del Fuego, automotrices, maquinaria agrícola, farmacéuticas y otras varias más). Cualquier complicación o falta de insumos trae problemas de oferta y además puede producir cierre de fábricas, incrementando el conflicto social. Complejidades mayores.
Es fácilmente deducible que habrá una gran variedad de escenarios posibles. Para enfrentar esta situación con alguna posibilidad de éxito hace falta precisiones de sintonía fina y mucho trabajo de Inteligencia Estratégica.
Fuente: https://www.infobae.com/opinion/2020/03/11/la-geopolitica-en-tiempos-del-coronavirus/
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