Recibió el nombre de ARA Bouchard. El acto de traspaso al dominio argentino se hizo en el puerto de Toulon.
El 6 de diciembre pasado se concretó la incorporación del buque ARA Bouchard (ex L’Adroit, de la marina francesa) a la Armada Argentina. Recibió el nombre de un navío veterano de la Guerra de Malvinas, el destructor ARA Bouchard (D-26) que junto al gemelo ARA Piedrabuena (D-29) integraron el grupo de combate con el crucero ARA Belgrano y rescataron más de 400 náufragos del crucero luego de que éste fuese torpedeado por el submarino británico HMS Conqueror.
El acto formal de traspaso de la unidad gala al dominio del Estado Nacional se llevó a cabo en el puerto de Toulon, Francia, tras arriar el pabellón francés e izar la Bandera Nacional Argentina en el mástil de la nave. El jefe naval, almirante de Infantería de Marina, José Villán, encabezó la ceremonia junto al director de Material de la Armada, vicealmirante José Burden; participó Alain Guillou, director general del astillero Naval Group, -planta fabril encargada de la modernización del Bouchard y de la construcción de los tres restantes-, además de integrantes de la marina francesa.
Es el primer patrullero oceánico que entrega el astillero Naval Group de cuatro que adquirió el país. El contrato para financiar la compra de los patrulleros oceánicos, tres nuevos y uno usado (el actual ARA Bouchard) se cerró en noviembre de 2018. Se autorizó una cifra de 319.034.689 de euros para la adquisición de cuatro OPV de la clase Gowind OPV-90. A principios de 2022 la Armada recibirá el último de los tres patrulleros nuevos. Dos ya están avanzados en la línea de producción y el cronograma prevé la próxima entrega para mediados de 2020. El navío cuenta con sistemas de combate Polaris, radar de banda L (de búsqueda de superficie y aéreo), 1 cañón de 30 mm y 2 ametralladoras 12,7 mm, tiene una autonomía de 8 mil millas náuticas, y refuerzos en el casco para navegar en aguas próximas a la Antártida.
El comandante del patrullero Bouchard es el capitán de fragata Daniel Giudici, que junto a 32 tripulantes se adiestraron en la operación de la nave y se aprestan a iniciar la singladura de cruce del Atlántico hasta el puerto de Buenos Aires.
El arribo a aguas territoriales se produciría cerca del 23 de diciembre. La ceremonia de recepción e incorporación a la actividad operativa de la Flota de Mar se hará en la Base Naval Mar del Plata. Inesperada marquesina para el primer protagónico del flamante ministro Agustín Rossi. Debutar con herencia positiva en un ministerio de vacas enjutas. Esa base es el asiento de la División de Patrullado Marítimo, desde allí se despliegan los navíos para el control del mar, una tarea que preocupa tanto al Ejecutivo como a los empresarios del sector ya que está comprobada la presencia de cientos de pesqueros extranjeros que capturan recursos, en particular calamar illex, al borde de las 200 millas de jurisdicción argentina.
Estimaciones del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) y del Consejo Federal Pesquero (CFP) coinciden en que el país pierde alrededor de 800 millones de dólares anuales por esa actividad no controlada. El problema viene de lejos. Felipe Solá (designado canciller del albertismo), en 1989, cuando estaba al frente de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación suscribió un convenio con la Armada Argentina para intensificar la vigilancia marítima y otorgó partidas especiales para la operación intensiva de los navíos de guerra en la zona caliente del Atlántico sur.
Por fin una nave moderna para la ARA en tantos años. No es lo sustancial que uno desearía para la Flota de Mar, pero todo suma. Nos afanan 800 millones de dólares al año en pesca, algo hay que hacer.
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