lunes, 5 de agosto de 2019

Misiles hipersónicos, robots asesinos y ataques cibernéticos

Por CARLOS TORRALBA - El Pais.
Los avances tecnológicos han alumbrado un armamento de gran capacidad letal en un contexto imprevisible
misiles hipersonicos
Un soldado francés realiza una demostración con un rifle antidrones en un desfile militar, el pasado 14 de julio en París. CHESNOT GETTY

El equilibrio de fuerzas y el sistema de control de armamento establecido entre Washington y Moscú durante la Guerra Fría han desaparecido. El mundo se adentra en una era más insegura e imprevisible, en la que además proliferan nuevos tipos de armamento, exentos de cualquier restricción, que están alentando una carrera armamentística. Pero, a diferencia de la Guerra Fría, la de hoy es una carrera multipolar y tecnológica, en la que se pugna por la calidad y la precisión y no por la cantidad.


Entre las nuevas amenazas ultramodernas destacan los misiles hipersónicos, un viejo anhelo gestado en la Guerra Fría pero solo ahora cerca de ser una realidad. China, Rusia y EE UU trabajan a destajo para desarrollar unos proyectiles capaces de desplazarse a velocidades comprendidas entre los 7.000 y 25.000 kilómetros por hora. Los misiles hipersónicos son más avanzados porque pueden sortear los actuales sistemas de defensa antimisiles, al poder variar su altitud durante el vuelo.

Rusia ya probó el pasado diciembre su misil Avangard. “Si se lanzara desde Moscú, podría impactar en Washington en menos de 15 minutos”, aseguró un oficial ruso. China afirma haber avanzado mucho en el desarrollo de un dron hipersónico con capacidad de transportar armas convencionales y nucleares. EE UU, por su parte, trabaja en nueve proyectos relacionados con los misiles hipersónicos, a los que ha destinado varios miles de millones de dólares. El Pentágono confía en poder realizar los primeros ensayos de al menos dos armas hipersónicas este mismo año.

Los robots asesinos son otra de las grandes amenazas. Pese a estar todavía en fase de desarrollo, las armas autónomas letales pueden abrir una nueva era, una tercera revolución bélica, en los conflictos militares. Ante la falta de controles para desarrollar armas tan peligrosas, 116 especialistas en robótica e Inteligencia Artificial dirigieron una carta a la ONU en 2017, en la que solicitaron la prohibición del desarrollo de robots de guerra. “Serán armas que los déspotas y los terroristas usarán contra poblaciones inocentes, y armas hackeadas para comportarse de manera indeseable. No tenemos mucho tiempo para actuar. Cuando se abra la caja de Pandora, será difícil de cerrar”, rezaba en su último párrafo la misiva, que contaba con la firma entre otros de Elon Musk, fundador de Tesla y SpaceX.

Las tensiones entre Rusia y Estados Unidos reavivan la carrera del rearme. Las tres superpotencias armamentísticas —EE UU, China y Rusia— también compiten por la supremacía en la carrera cibernética: no solo desarrollan herramientas defensivas y ofensivas, sino también estrategias para espiar, censurar y controlar el ciberespacio.

Otro ejemplo más de la transformación militar de las últimas décadas es la defensa espacial. Tanto EE UU como Francia han anunciado que trabajan en la creación de una Fuerza Espacial que se integrará como una rama más de sus Ejércitos con el objetivo de defender sus intereses nacionales más allá de la exosfera. Los nuevos retos y amenazas, y el derrumbe la estructura de control de armamento y desarme, han llevado al mundo a una nueva carrera armamentística.

Pero ya no es una competición entre Washington y Moscú, sino que, en paralelo, compiten por la supremacía militar multitud de enemigos: la India contra China y Pakistán; Corea del Norte contra Japón y Corea del Sur; Irán contra Arabia Saudí e Israel... Mientras tanto, en las tres superpotencias (EE UU, Rusia y China) el nacionalismo impregna el discurso político como nunca desde la Guerra Fría. Esa retórica de Donald Trump, Vladímir Putin y Xi Jinping se adentra peligrosamente en el ámbito militar.

Como consecuencia, el gasto militar en el mundo escaló hasta su máximo histórico el año pasado. La inversión militar en defensa se incrementó un 2,6% respecto a 2017 hasta superar los 1,8 billones de dólares (1,62 billones de euros). Un gasto anual de 215 euros por cada habitante del planeta.

La mayoría de expertos en desarme coincide en la necesidad de buscar acuerdos multilaterales que no se centren exclusivamente en los misiles y el armamento atómico, sino que abarque todo el nuevo catálogo de amenazas surgidas durante este siglo. Olga Oliker, investigadora del International Crisis Group, sostiene que a pesar de haberse mostrado muy reacia a cualquier negociación de desarme, China estaría tentada de poner restricciones a ciertas armas modernas con la intención de limitar los costes de la carrera armamentística.

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