Por Daniel Vittar (Clarin.com) - La red de agentes que la agencia estadounidense había desplegado en Beijing fue eliminada por la contrainteligencia china.
La Agencia de Inteligencia estadounidense (CIA) perdió a gran parte de sus informantes en China. (AFP)
El reacomodamiento de las potencias mundiales y las pretensiones de hegemonía hicieron crecer en los últimos años una sigilosa guerra de espías, convirtiendo la actualidad en otra época dorada de las agencias de Inteligencia, replicando la desmesura de la Guerra Fría.
Los guionistas de Hollywood fueron superados por una compleja realidad donde las conspiraciones, los cruces entre agencias, el hackeo de redes y la vigilancia extrema satelital levantaron un entramado difícil de superar. En este escenario se inscribe la reciente eliminación de una veintena de informantes de la CIA en China.
El dato, proveniente de fuentes de Inteligencia, lo dio a conocer The New York Time. Beijing salió rápido a negarlo, y a calificarlo como un producto de la “imaginación al estilo americano”, “basada en la ideología” propia del país. Pero lo cierto es que entre 18 y 20 informantes chinos de la agencia estadounidense desaparecieron misteriosamente, sin dejar el mínimo rastro.
En la primera década de este siglo, los operadores de la CIA construyeron trabajosamente una red de agentes en el gigante asiático, aprovechando el descontento de muchos funcionarios por el nivel de corrupción de la cúpula de gobierno china. Los fueron captando uno a uno con distintos métodos de acercamiento, hasta contar con un sólido conjunto de espías.
Todos estaban ubicados en puestos relevantes de la burocracia china. Los ex jefes de Inteligencia citados por The New York Times sostienen que la calidad de la información que reportaban “era la mejor que habían tenido en muchos años”.
En 2010 se inició la debacle. Misteriosamente comenzó a reducirse la información que proveían, y uno tras otro comenzaron a esfumarse. Alarmados, el FBI y la CIA instalaron un equipo de contrainteligencia en una oficina secreta del norte de Virginia, para averiguar qué estaba pasando con sus agentes.
Poderío. En los últimos años China incrementó su potencial de inteligencia con equipos de ciberespionaje y guerra electrónica. (AP)
Pronto se enteraron de que al menos una docena habría muerto bajo la acción espejo de la contrainteligencia china. Inclusive, según trascendió, a uno le dispararon en el patio de un edificio gubernamental, adelante de sus colegas, como advertencia ante futuras deslealtades. El resto, alrededor de ocho, terminaron en tenebrosos calabozos.
El quirúrgico desmantelamiento de la red de espías estremeció a las autoridades estadounidenses. Barajaron varias hipótesis. La primera que surgió fue que los chinos habían hackeado el canal de comunicaciones encubierto que servía para transmitir información. Después apuntaron a un supuesto topo, un chino-norteamericano que había abandonado la CIA
La conclusión concreta del equipo de contrainteligencia asignado al tema fue que China había elevado significativamente su capacidad de contraespionaje, desarrollando sofisticados métodos de vigilancia.
En el mundo del espionaje, la determinación y la crueldad son parte del juego. Y los chinos lo juegan tan bien como cualquier otro integrante de este singular cosmos, que las grandes potencias convierten en sombrío instrumento de manipulación.
Gordon Thomas, en su libro “La historia secreta del Mossad”, cuenta una anécdota que describe muy bien la osadía y la belicosidad china. En la segunda mitad de la década del 60 los hombres del servicio de inteligencia chino, conocido como MSS por sus siglas en inglés (Ministry of State Security), se instalaron en Africa Central, donde compitieron con los espías rusos, ingleses y, especialmente, del Mossad israelí. La batalla por el control de países como Etiopía, Yemen, Egipto o Kenia fue particularmente cruel entre chinos e israelíes. No hubo piedad de ninguno de los dos bandos.
“En Zambia, un agente chino fue atado a un árbol para que se lo comieran los leones”, relata Thomas. La venganza llegó pronto: “Un equipo del MSS emboscó a un ‘katsa’ (oficial de inteligencia israelí) en el Congo, lo tiraron a los cocodrilos y filmaron sus últimos minutos en el agua para enviar la cinta al jefe del cuartel local del Mossad”.
El espionaje en China tiene 2.500 años de antigüedad, pero durante siglos fue usado por los emperadores para vigilar especialmente a sus súbditos. Esto cambió con la llegada de Mao al poder, y especialmente durante el gobierno de Deng Xiaoping, que valoraba la importancia de la información.
Ahí comenzó a extender sus redes a través del Pacífico hacia Estados Unidos, Europa y Oriente Medio. Hoy, el sistema de inteligencia chino es sumamente sofisticado, especialmente en el área del ciberespionaje.
Hace poco, el experimentado Vasili Kashin, un militar ruso con acceso a información de Inteligencia, sostuvo que China creó una “Fuerza Estratégica” donde se conjugan las potencialidades de espionaje del inmenso Ejército Popular y de los grupos de Operaciones Especiales. Este nuevo esquema, explica, incluye “la inteligencia tecnológica” y “la cibernética”. “Las nuevas tropas son responsables de la inteligencia miliar y la guerra psicológica”, donde juegan un rol central “la guerra electrónica y los ciberataques”. “Las Fuerzas Estratégicas chinas son una estructura que no tiene análogos en el mundo”, definió.
Esta expansión de las redes de inteligencia fue fomentada en gran parte por el peligroso crecimiento del terrorismo. Pero los objetivos de las agencias suelen ir mucho más allá de la detección de un extremista.
Apuntan, en la mayoría de los casos, al desarrollo de tecnología, de armamento y de explotación de recursos. Y en algunas ocasiones a operaciones de desprestigio contra dirigentes hostiles. Habrá que ver a cuál de estos objetivos buscaba la red de agentes de la CIA que los chinos decapitaron.
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