Desde la llegada de Trump, los militares cuentan con más autoridad para lanzar ataques aéreos o decidir en el terreno. Foto: Reuters / CARLOS BARRIA
WASHINGTON.- Semana tras semana, país por país, el Pentágono está tomando discretamente mayor control sobre las decisiones de las guerras en las que participa Estados Unidos. Está enviando a cientos de soldados más a la guerra con poco debate público mientras busca mayor autoridad para combatir a los extremistas en Medio Oriente y África, pero delegar más autoridad al Pentágono conlleva sus propios riesgos militares y políticos.
La semana pasada fue Somalia. El presidente Donald Trump dio a los militares estadounidenses más autoridad para lanzar ataques aéreos ofensivos contra milicianos vinculados con Al-Qaeda. Anteayer atacaron Siria.
El próximo frente podría ser Yemen, donde los líderes militares norteamericanos quieren proporcionar más ayuda a Emiratos Árabes Unidos en su lucha contra los rebeldes respaldados por Irán. También están en la mira decisiones clave sobre Irak y Afganistán, desde eliminar los límites al número de soldados hasta relajar las reglas que guían a los comandantes en el terreno.
Los cambios en los primeros meses de gobierno de Donald Trump subrayan su voluntad de permitir que el Pentágono tenga el control de las operaciones diarias. Bajo el gobierno de Barack Obama, los líderes militares estaban irritados por la gestión de política y la obligación de los comandantes de buscar la aprobación para tácticas de rutina sobre objetivos y movimientos de tropa.
Sin embargo, el otorgar más autoridad a los líderes militares -y las decisiones de combate a los oficiales de rango inferior- tiene sus riesgos. Los más graves pueden ser el aumento del número de víctimas, sean civiles o soldados estadounidenses.
La creciente participación en batallas de contrainsurgencia -desde las calles de Irak hasta incursiones clandestinas en Yemen y otros lugares- aumenta las probabilidades de que mueran soldados estadounidenses.
Tales tragedias podrían enfurecer a los votantes y crear problemas políticos con el Congreso en momentos en que el gobierno de Trump está tratando de acabar con el grupo Estado Islámico en Irak y Siria, además de ampliar los esfuerzos contra los grupos de inspiración similar.
Del mismo modo, el permitir que comandantes de menor nivel tomen decisiones con celeridad sobre ataques aéreos en zonas muy pobladas como las calles de Mosul, en Irak, puede resultar en más bajas de civiles. El ejército está investigando varios bombardeos en Mosul a mediados de marzo que habrían matado a 100 personas. También está sopesando nuevas tácticas y precauciones en medio de pruebas que indican que los extremistas están llevando a civiles a inmuebles y que luego engañan a la coalición dirigida por Estados Unidos para que los ataquen.
Alice Hunt Friend, investigadora senior en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, citó otra preocupación: las operaciones militares "divorciadas de la política exterior general" podrían hacer que los líderes civiles y los militares sean vulnerables a eventos imprevistos.
"Los líderes políticos pueden perder el control de las campañas militares", advirtió.
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