domingo, 26 de marzo de 2017

Las "mini China": los nuevos tigres de Asia copian su modelo

Por Sofía Diamante - LA NACION - Vietnam, Myanmar, Camboya y Laos crecen a un alto ritmo

Mientras China va camino de convertirse en la primera potencia económica, por encima de Estados Unidos, cada vez hay más países del sudeste asiático que buscan imitarla y aplican su misma receta de crecimiento. Con mejoras en sus infraestructuras, bajos costos laborales y mayor productividad, Vietnam, Myanmar, Camboya y Laos se posicionaron en el último tiempo como los nuevos polos industriales del mundo, y llevan un ritmo de crecimiento sostenido de la mano de las exportaciones de manufacturas y commodities.

La explosión económica de las cuatro "mini China" empezó con los pronunciados giros políticos y económicos que aplicaron en los últimos años. Pasaron de sistemas centralizados a un modelo basado en el mercado abierto con estímulos al desarrollo de la empresa privada, que se tradujo en inmensas inversiones y llegada de compañías multinacionales.

Por sus altas tasas de crecimiento, algunos economistas se aventuran a llamarlos los "nuevos tigres asiáticos", en referencia a Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, que entre 1960 y 1990 experimentaron un proceso similar.
Ippoliti

Foto: Ippoliti
"Tres de estos países pasaron de sistemas socialistas y planificados a economías de libre mercado: Vietnam, Laos y Camboya. En tanto, Myanmar terminó en 2011 con una dictadura militar de 50 años y empezó un camino de liberalismo económico", explicó a LA NACION Chris Rowley, del Kellogg College, de la Universidad de Oxford.

El crecimiento de estas economías llevó una serie de beneficios para sus poblaciones: hay más oportunidades de trabajo, crecen los ingresos, hay una optimización de los empleos y más personas se trasladan a las ciudades, lo que les permite acceder a mayores servicios públicos, como salud y educación.

A diferencia de Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán, en su momento, estos países están todavía muy subdesarrollados y gran parte del crecimiento se explica por la baja base de ingresos.

"Vietnam es la excepción, porque tiene una economía más grande y está en la etapa de maduración de sus ingresos medios. Laos, Camboya y Myanmar aún son economías muy pobres, y tal vez es muy prematuro describirlas como «tigres». Además, el PBI es muy pequeño, aunque Myanmar va a ser una economía grande en algún punto, y es una de las que crece a mayor ritmo", expresa Peter Mumford, analista de prácticas asiáticas de Eurasia Group.

Con el cambio de políticas llegaron las inversiones a estos países, que derivaron en mejor infraestructura y más productividad. Los cuatro se convirtieron entonces -casi automáticamente- en lugares atractivos para las empresas multinacionales, que sumado a los bajos costos laborales decidieron instalar sus fábricas en estos destinos.

China, por su parte, está en evolución. Después de décadas de crecimiento del PBI impulsado por la industrialización y las exportaciones, el gobierno decidió transformar su modelo económico y fomentar el consumo privado para que sea éste el nuevo motor de la economía. Sin embargo, esto supone para los países del sudeste asiático un arma de doble filo.

Demanda

"El cambio de China de una economía basada en las inversiones a una basada en el consumo es una buena noticia para los países productores de bienes y servicios que le interesan a China, ya que notarán un aumento en la demanda. Por otro lado, muchos de los países asiáticos que tienen su economía basada en los productos primarios, como el petróleo y los minerales, van a preocuparse, ya que las inversiones que antes se destinaban a ellos se enfocarán en los productos de consumo", indica Mumford.

Pero, además, el gobierno chino necesita que sus ciudadanos tengan mejores remuneraciones salariales, lo que le quita competitividad a sus fábricas. Los salarios del sector fabril en China aumentaron un 14% al año en la última década. El trabajador industrial promedio gana unos 700 dólares al mes frente a los 250 en Vietnam, 140 en Laos, 130 en Camboya y 110 en Myanmar, según un informe publicado por The Wall Street Journal.

Por ese motivo, en términos de producción, China está mudando cada vez más algunas instalaciones a países del sudeste asiático. Sigue los pasos de Japón, que es LA NACION con nivel más alto de inversión en la región. Camboya, Laos y Myanmar ya se incorporan a las cadenas de producción de las empresas chinas: compran bienes intermedios y venden artículos de consumo, como prendas de vestir y zapatos.

"Vamos a ver que más industrias chinas comenzarán a mover sus fábricas para beneficiarse de costos laborales menores, pero también para acceder a mercados que están creciendo mucho, como es el caso de Myanmar y su integración nuevamente al mundo. Esto es interesante para las compañías internacionales, no solamente porque aumentará su demanda, sino porque habrá más competencia en la región para producir exportaciones", explicó Mumford.

Vietnam se caracteriza por estar cerca de la cadena de suministros electrónicos, donde es anfitrión de las fábricas de chips Intel y de la firma Panasonic, además de alojar la planta de neumáticos Bridgestone. Myanmar, por su parte, es uno de los países que más inversión extranjera recibe, las automotrices Ford, General Motors y Mitsubishi son las principales inversionistas. Camboya, en tanto, crece de la mano de la industria textil, donde la sueca H&M es uno de sus mayores clientes.

Sin embargo, la dependencia en una limitada producción y exportación tiene sus desventajas. "Según informes del FMI, la mayoría de las fábricas camboyanas de prendas de vestir se centran sólo en los procesos de corte y confección, que están en el fondo de la cadena de valor y que representan una pequeña parte de la producción total. Por lo tanto, las empresas gozan de una autonomía muy acotada", advierte Rowley.

Si bien China es una de las mayores responsables del impulso económico de los países del sudeste asiático, estas cuatro naciones deberán lograr diversificar su producción y los destinos de sus exportaciones para no caer en la dependencia excesiva de una única economía.

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