Por Daniel Santoro - Clarin.com
Sin reservas. No se sabe ni siquiera cuántos hombres aptos hay. Priorizan la lucha contra la inseguridad sobre defensa.
Desde Menem hasta el actual gobierno no hubo un debate de fondo en el Congreso sobre el nuevo rol de las fuerzas armadas en democracia y tras la terminación de la Guerra Fría y los conflictos limítrofes con Chile y Brasil.
El ex ministro de Defensa de De La Rúa, Horacio Jaunarena, logró que se aprobara una ley de equipamiento que nunca se cumplió. En parte a que la sociedad argentina considera que es más importante la lucha contra la inseguridad que la defensa. Como si viviéramos en un mundo sin nuevas amenazas externas. Aferrados de las encuestas los gobiernos desde 1989 ven a las FF.AA. como un factor de ajuste o un elemento de contención frente a crisis internas.
Menem le dio un golpe mortal a la Defensa en 1994 cuando aprovechando la indignación que produjo el asesinato del soldado Carrasco abolió el servicio militar obligatorio. Así hace 22 años que la Argentina no tiene reservas y ni siquiera sabe cuántos de sus hombres están físicamente aptos para ser convocados ante una emergencia, lo que es aún peor. El ex presidente también vio a las FF.AA. como un factor de ajuste: la participación del gasto militar en el PBI pasó de un casi 4 por ciento en 1989 a menos del 1 por ciento en la actualidad.
Durante la crisis del corralito y la caída de De La Rúa, Jaunarena no olvida a los dirigentes peronistas de peso –uno de ellos era gobernador- pidiéndole que saque las tropas a las calle para contener los saqueos y disturbios. Jaunarena contestó con su actitud zen: “Poner a un militar en la calle que está entrenado para destruir al enemigo a contener una manifestación es una locura. No lo voy a hacer”.
Pero la reducción presupuestaria mayor vino de la mano de los gobiernos de Cristina Kirchner. Por ejemplo, la Fuerza Aérea –el arma que tuvo la mejor perfomance en la guerra de Malvinas- se quedó sin ningún avión de combate supersónico en condiciones de combatir. En otras palabras, un Lear Jet de narcotraficantes puede volar por todo el espacio aéreo argentino con la tranquilidad de que nunca va a ser alcanzado. Por eso el debate sobre la ley de derribo en estas condiciones parece un chiste. Cristina no solo nos dejó sin aviones de combate, sino que también tuvo el récord mundial de haber tenido un barco de guerra hundido en un puerto (El Santísima Trinidad), dejó al Ejército con solo la mitad de soldados voluntarios para hacer guardia en todos los cuarteles y casi pierde la última campaña antártica. Y lo peor permitió que la inteligencia militar que manejaba Milani colaborara, tercerizando servicios, con la inteligencia interior contra opositores, jueces y periodistas.
El actual ministro de Defensa, Julio Martínez, arrancó investigando focos de corrupción y luego tapando agujeros presupuestarios. Su antecesor, Agusín Rossi, le dejó por ejemplo una deuda de 170 millones de pesos por la movilización de militares que significó el operativo Escudo Norte alentado por Milani. Se dio la orden de llevar a los militares al terreno para patrullar la frontera sin pagarle los viáticos y sin un respaldo legal. Gracias a Dios no hubo un solo tiroteo en esos patrullajes. Solo se encontró un paquete de cocaína. ¿Qué hubiese pasado, por ejemplo, si un soldado mataba a un narco? Seguramente, iba a terminar preso por violar la ley de Defensa Nacional.
Llama la atención que ahora sectores kirchneristas pongan el grito en el cielo cuando se debate qué rol de apoyo logístico pueden tener las FF.AA. en la lucha contra el narcotráfico, cuando permitieron a Milani hacer ese tipo de incursiones y decir que apoyaba “al proyecto nacional y popular”. En el debate interno entre los ministros de Seguridad, Patricia Bullrich, del Interior, Rogelio Frigerio y de Defensa se buscaban alternativas para incrementar ese apoyo logístico, “sin ninguna participación en la lucha contra el narcotráfico o el crimen internacional organizado”, subrayó una alta fuente del Gobierno. En esta tímida discusión hay una idea que avanza: sacar a los gendarmes y entregarle a los militares la custodia de los llamados objetivos estratégicos como las centrales nucleares o las represas. Ojalá hubiera un debate más amplio y sin ataduras ideológicas.
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