Por Gabriela Origlia - LA NACION
La Gendarmería y la Aduana no cuentan aún con tecnología para hacer los controles y todo se hace en forma manual; hay decenas de pasos clandestinos
Uno de los pasos ilegales aprovechados por los “bagayeros”: en el fondo casas informales en La Quiaca. Foto: Diego Lima
LA QUIACA, Jujuy.- A 1500 metros del puente internacional que une a La Quiaca, con la ciudad boliviana de Villazón hay, al menos, tres pasos informales, por el que decenas de personas cruzan diariamente sin ningún control. En la llamada frontera "caliente" del narcotráfico y el contrabando, el único inconveniente para los traficantes es salpicarse con el hilo de agua que trae el río que separa a ambos países.
Basta un salto para sortear el problema, aunque los "bagayeros" armaron un prolijo camino de piedras que les facilita los movimientos. Hay anuncios de que se instalarán drones y cámaras, pero hasta ahora los controles son débiles en la zona. En la recorrida que realizó LA NACION no había perros adiestrados para descubrir drogas o explosivos ni terminales computadorizadas para saber si los que ingresan o salen del país tienen algún impedimento legal: sólo se controla, a mano, los documentos, que luego se asientan en una planilla.
Por la calle Jujuy -no se ve desde el puesto control del puente sólo porque el río hace una pronunciada curva- el movimiento es incesante. A pocos metros termina el vallado, que empezó a construir la gestión kirchnerista en 2015 y que no se continuó. "Si el vallado era para disuadir a los que pasan bultos era como darle una aspirina a un elefante con dolor de cabeza", ironiza el dueño de un supermercado en Villazón.
En esa calle, tanto del lado argentino como del boliviano, hay paradas de taxis que esperan a quienes atraviesan el río para trasladarlos. Los "paseros" cobran entre $25 y $50 para cruzar el charco con la mercadería; algunos la llevan sobre los hombros y la mayoría en carritos.
Los otros dos cruces son barrancas que llegan al hilo de agua, llenas de basura y con algunos chanchos alimentándose. Pasarlos es igual de simple, hay piedras acomodadas para no tener que pisar el agua.
"De vez en cuando aparece un gendarme de civil y les quita las cosas", cuenta a esta enviada Rodrigo, un taxista que espera sobre la calle Jujuy. Él ve venir a sus clientes subiendo la cuesta de cien metros que lo separa del río. Cuando se corre la voz de que se acercan los controles, rápidamente todos desaparecen.
Juan Carlos, dueño de una 4x4 con la que hace viajes desde Humahuaca a La Quiaca señala que hay grupos que se encargan de hacer cruzar autos de lujo robados en Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, que luego son canjeados por drogas en Bolivia.
En el puente internacional Horacio Guzmán hay controles de la AFIP, de la Aduana y de la Gendarmería Nacional. Una fuente que trabaja en el lugar admitió a LA NACION que la frontera es un colador, que hay decenas de cruces no autorizados y que pasan mercadería o personas indocumentadas con facilidad.
Flora vende mandarinas en la playa de estacionamiento junto al puente; llega cada mañana desde Villazón. Su marido es "bagayero", en un buen día hace entre diez y doce cruces. "Pero, si le llegan a quitar la mercadería tiene que pagarle la mitad al dueño", dice ella.
Esta enviada cruzó tres veces el río (ida y vuelta) y una vez por el puente internacional. Por allí no fue revisada al igual que el fotógrafo que la acompañaba para esta nota: ambos no debieron declarar sus equipos de trabajo y, al regreso, tampoco fueron revisados. En el puesto hay sólo un vehículo con scanner.
A días de asumir el secretario de Seguridad, Eugenio Burzaco, consideró que la zona limítrofe con Bolivia -como también con Paraguay- es "caliente. Por allí pasa marihuana y cocaína en cantidades" y anunció que se trabajaría en la "frontera que se ha tornado extremadamente permeable". En ese marco se puso en marcha la Secretaría de Fronteras.
Desde esa dependencia señalaron a este diario que, en 2015, por el paso internacional habilitado cruzaron unas 2550 personas por día y, aunque no dieron números sobre decomisos de mercadería y droga, se dijo desde el Ministerio de Seguridad que "se cuenta con estadísticas de actuaciones del Escuadrón La Quiaca, de la Gendarmería. A fin de discriminar las realizadas en ese paso en particular, hemos creado el Registro de Estadísticas de Seguridad en Pasos Internacionales (Respi)".
El titular del área, Luis Green, ratificó a LA NACION que el límite fue "priorizado" en el marco de la "emergencia de seguridad". Hoy todavía no se advierte, simple vista, un refuerzo de seguridad. Con esa percepción coinciden los vecinos de las ambas ciudades y también el intendente de La Quiaca, Miguel Angel Tito, que reconoce que "se está trabajando; ya llegarán la tecnología y los equipos".
En diálogo con este medio, el intendente peronista elegido por el movimiento vecinalista Quiaqueños, subrayó que la frontera "siempre permeable" se complicó más cuando el kirchnerismo trasladó gendarmes al conurbano bonaerense. "Ahora está perforada", reconoce.
Desde la Aduana, un empleado, que prefiere no identificarse, admite que en las bolsas y bultos "los bagayeros puede pasar cualquier cosa". De la misma manera los "paveros" (traficantes de personas) hacen entrar indocumentados.
Aunque prefiere no entrar en detalles presume que desde los escándalos con los jueces federales salteños Miguel Farfán y Raúl Reynoso por su presunta vinculación con los narcos, hay más droga que entra por Jujuy. "El paso de Aguas Blancas quedó más expuesto", razona.
En el Escuadrón 21 de Gendarmería prestan servicio 270 efectivos. Tito insistió en que se necesitan "equipos de última generación, más gente y avanzar con la radarización. El estado nacional invertirá US$ 450.000 dólares en cámaras térmicas y monitoreo". Green agregó que se adoptaron "las medidas requeridas para la adquisición de los dispositivos técnicos materiales y tecnológicos necesarios para el debido control y vigilancia". Aún no hay fecha de cuándo todo estará funcionando.
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