Los buques de guerra son caros, muy caros. Y cuando se es una potencia mundial y se pretende controlar los mares del planeta hay que disponer de muchos de ellos.
A veces hay misiones para las que no es necesario un grupo de portaviones, ni siquiera un destructor; de hecho ya hay (y cada vez habrá más) misiones para las que el tamaño, el armamento y los sensores de incluso una fragata resultan excesivos. Para mostrar la bandera, realizar operaciones de desminado o mantener una ruta marítima libre de piratas no es necesario un poder de fuego desmesurado, y para cazar submarinos cerca de la costa un barco pequeño es más útil.
Todas estas consideraciones las tuvo en cuenta la marina estadounidense a la hora de diseñar un nuevo tipo de buque de combate denominado Littoral Combat Ship (LCS, buque de combate litoral). Pero ante todo pensaron en su coste: la idea era diseñar un barco pequeño, ágil y barato con una tripulación reducida y módulos de misión intercambiables para multiplicar su utilidad y su número. Ya hay 6 LCSs en servicio, pero la discusión generada es tan intensa como el primer día. Tanto que se ha reducido la cantidad que se iba a construir, y los ya fabricados van a ser adaptados a un nuevo concepto (‘LCS Fragata’). ¿El motivo? los actuales son propensos a las averías, menos flexibles, más vulnerables y menos peligrosos para el enemigo de lo que se pretendía.
El programa tenía todos los ‘palabros’ de moda imaginables. Automatización para reducir el número de marineros, el principal coste a lo largo de la vida de un buque de guerra; múltiples tripulaciones que se relevan en ciclos para que el barco no quede ocioso; armamento modular para convertir un barco multipropósito en un especialista antiminas, contra blancos de superficie, de captación de inteligencia, desembarco de tropas de operaciones especiales o antisubmarino con unas pocas horas en puerto; velocidad y agilidad supremas para convertirlo en un rival escurridizo; facilidad de navegación en aguas someras y de entrada en puertos pequeños...
Incluso uno de los dos diseños iba a ser un trimarán, rompiendo con la tradición de casco único de milenios y ganándose el apodo de el ‘Pájaro de Presa Klingon’ de la marina, una referencia a los alienígenas más conocidos de la saga Star Trek. Finalmente se optó por mantener en producción los dos diseños, muy diferentes entre sí. Pero el programa LCS ha causado numerosos quebraderos de cabeza, ha sido reformado y reformulado varias veces y finalmente se ha recortado: en lugar de los 52 barcos inicialmente previstos sólo se construirán 40, y aún estos en una única configuración diferente y reforzada. ¿Qué ha salido mal?
Prácticamente todo. Los buques de ambas clases han tenido problemas estructurales, de corrosión, de comunicaciones y de sensores, están poco armados para el combate contra otros buques y tienen dificultades para defenderse de lanchas rápidas atacando en enjambre. Sus reducidas tripulaciones y disminuidos estándares de construcción los hacen frágiles ante posibles impactos enemigos o averías; los primeros del subtipo USS Independence (el trimarán) tuvieron hasta problemas estructurales al enfrentarse a oleajes de mar abierto.
La marina estadounidense reconoce que los barcos no son capaces de sobrevivir por sí mismos en áreas disputadas y necesitarán la cobertura de buques mayores. Ni siquiera serían capaces de resistir los test de resistencia a ondas de choque que se hacen a otros barcos de estándar militar. Los módulos de misión diseñados para facilitar el cambio de especialidad del barco no son tan sencillos de instalar y el sistema de rotación de tripulaciones (3:2:1, tres tripulaciones y dos barcos en preparación y entrenamiento por cada barco en patrulla) no acaba de funcionar y ha contribuido a agravar los problemas mecánicos de algunos navíos. El coste previsto de cada ejemplar era la cuarta parte lo que cuesta un destructor de la clase Arleigh Burke, otra promesa incumplida.
Los dos subtipos que competían eran el LCS-1 clase Freedom y el LCS-2 clase Independence. Los Freedom fueron diseñados por Lockheed Martin y tienen una configuración convencional de casco único que recuerda a una lancha torpedera sobredimensionada: desplazan 3.500 toneladas, el casco es de acero y la superestructura de aluminio y tienen una eslora de 115 m y una manga de 17,5 m. Su principal característica es su enorme velocidad: disponen de un sistema de propulsión mixto que usa motores diésel para marcha lenta y económica que aumente el radio de acción y turbinas de gas para alcanzar velocidades de hasta 47 nudos (87 km/h).
A esta velocidad, y gracias a su casco semiplaneador, pueden superar incluso a muchas lanchas rápidas al coste de enormes cantidades de combustible; también generan una característica ola a popa denominada ’cola de gallo’. El diseño cuenta con una amplia pista para helicópteros y con hangar para un MH-60 Seahawk y hasta 2 helicópteros sin piloto MQ-8B Fire Scout. Además tiene una generosa bodega con accesos al agua para botar lanchas y vehículos navales robóticos. La tripulación básica es de tan sólo 40 marinos que cuando se complementa con los especialistas de los módulos de misión y el contingente aéreo ronda los 75.
Los Independence son trimaranes completamente construidos en aluminio y han sido diseñados por General Dynamics en asociación con la australiana Austal, especializada en ferries rápidos y que también participa en los Expeditionary Fast Transport. Tienen 127,4 m de eslora y 31,6 m de manga, pero desplazan tan sólo 2.300 toneladas con un calado reducido debido a su configuración. Disponen también de propulsión mixta de diésel y turbinas de gas para alcanzar 44 nudos (81 km/h) a través de hidrojets.
Debido a la forma del casco tanto la pista de aterrizaje como la bodega de los Independence son enormes; los barcos pueden utilizar hasta 2 helicópteros SH-60 Seahawk o un CH-53 Sea Stallion al mismo tiempo que múltiples aparatos no tripulados, aunque tan sólo llevan en su hangar un SH-60 y dos Fire Scout. La bodega de misión es tan amplia que puede servir como transporte de material y personal además de almacenar un segundo módulo de misión para complementar al instalado, aumentando la flexibilidad. El casco trimarán le confiere una gran estabilidad, aunque a costa de una cierta sensación de mareo para los marinos a bordo. La tripulación es también de 40 personas y hasta 35 más en los módulos de misión.
Ambas versiones están armadas con un cañón de 57 mm en una torre a proa y con 4 ametralladoras de calibre 50 (12,7 mm). Para la lucha antiaérea cuentan con un sistema Raytheon SeaRAM CIWS de defensa de punto que combina los sistemas electroópticos de un Phalanx con un lanzador de misiles antiaéreos RAM con 11 disparos. Como parte del Módulo de Guerra Naval de Superficie ambos pueden llevar además dos torretas cada una con un cañón de 30 mm Mk44 Bushmastery está planeado que reciban 24 misiles AGM-114L Hellfire, la versión naval del misil antitanque estándar en el ejército estadounidense. Ambas versiones disponen de radar 3D (aunque no del sofisticado tipo Aegis), de sistemas de guerra electrónica y de camuflaje ante ataques con cebos y sistemas de ocultación. Como parte del módulo de guerra antisubmarina pueden llevar un sonar remolcado y el módulo antiminas incluye un vehículo submarino no tripulado.
Los abundantes problemas
Aparte de su fragilidad, derivada de su tamaño, sistema y estándares constructivos y escasa tripulación, los LCS han tenido desde su entrada en servicio una larga retahíla de problemas que los han convertido en buques muy polémicos. Para empezar, incluso con los módulos de guerra de superficie se considera que carecen de capacidad letal después de que se cancelara la inclusión de un sistema de misiles antibuque originalmente previsto. En simulaciones realizadas contra buques de potenciales rivales y de tipo más convencional, la elevada velocidad de los LCS no fue suficiente para evitar que resultaran derrotados con facilidad. En maniobras incluso han tenido dificultades para defenderse por sí mismos de ataques de lanchas en enjambre armadas con ametralladoras y lanzacohetes antitanque.
A esta vulnerabilidad se añade la escasa capacidad de encajar daños de la estructura y de la reducida tripulación, sometida a ritmos de trabajo frenéticos que reducen su eficiencia. El asunto ha llegado a ser tan serio que la marina exigió cambios en el diseño de los buques para hacerlos más resistentes y recientemente aceleró la implementación de estos cambios. A partir de 2018 los nuevos barcos serán más recios, con mejoras en su protección y blindaje, y estarán mejor armados con un misil antibuque de distancia intermedia (versión ‘fragata’).
Pero aparte de problemas conceptuales, en la práctica los barcos han tenido muchos problemas serios, quizá más de los que cabría esperar en una nueva clase de buques. Los del subtipo 'Independence' carecen de alas de puente para reducir la firma radar, lo que ha resultado ser tamaño problema en las maniobras que se han incorporado a los barcos en construcción y serán instaladas en los ya en servicio. Para colmo, el USS Independence, primero de la clase, sufrió graves problemas de corrosión en su casco de aluminio que llegaron a poner en riesgo su integridad; los sucesivos han tenido que incorporar nuevos sistemas de prevención.
Los de la subclase 'Freedom' han tenido reiterados problemas con la compleja transmisión que hace posible usar motores de dos tipos diferentes (diésel y turbinas de gas) con el resultado de que varios de ellos han quedado paralizados y fuera de servicio durante meses, incluso en puertos extranjeros (Singapur). Y lo que es peor; las averías parecen tener diversas causas, desde procedimientos de mantenimiento mal realizados a problemas de 'software' e incluso físicos, lo que dificultará su eliminación.
Los costes tampoco han sido tan reducidos como se esperaba. Unos 500 millones de dólares por unidad no era lo previsto, y para resolver los problemas de mantenimiento y disponibilidad la armada EE UU está pensando pasar del sistema de tripulación 3:2:1 a dos tripulaciones completas por buque como se hace en los submarinos nucleares; esto aumentará el número de tripulantes y por tanto los gastos. De modo que además de la versión ‘fragata’ con estructura reforzada y armamento extra (y que algunos no creen vaya a resolver todos los problemas) se ha decidido que para 2018 se descartará uno de los dos modelos con el fin de ahorrar cerrando una cadena de producción. La idea original era mantener ambas al considerar que los dos tipos se complementan, pero la realidad se impone: a partir de 2019 sólo habrá una clase de LCS y el número total que llegará a la flota será menor del inicialmente previsto.
A pesar de que se han conseguido ventas a terceros países (Arabia Saudí ha comprado 4 de una versión mejorada del 'Freedom' y otros países han mostrado interés) este nuevo tipo de barco no se puede considerar un éxito. De hecho ya se empieza a trabajar en el diseño de sucesor, que probablemente será más grande y resistente, tendrá dientes más afilados y será más caro. Por lo que parece, la solución a los problemas del LCS es que deje de ser original y revierta a lo convencional. Nunca nadie acusó a las marinas del mundo de ser partidarias de la innovación radical. (Fuente: Por Pepe Cervera - El Confidencial)
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