(Sputnik Mundo) - El oficial ruso Alexandr Projorenko, fallecido durante la liberación de Palmira, desempeñaba una de las tareas militares más sofisticadas. Sirvió de controlador aéreo avanzado (CAA), un trabajo arriesgado confiado solo a los mejores.
El trabajo de un CAA consiste en estar en la línea de frente o dentro del territorio del enemigo y transmitir datos precisos sobre sus posiciones a los aviones de combate que se preparan para un ataque. Están considerados como las fuerzas especiales de la aviación, explica el diario Moskovski Komsomolets.
La tarea de esta unidad es imprescindible para llevar a cabo ataques precisos contra la infraestructura más vulnerable del enemigo y evitar daños para los civiles. Por eso, en cualquier campo de batalla estos especialistas militares son odiados por la parte enemiga. En Afganistán, por ejemplo, los líderes de los islamistas ofrecían enormes fortunas a cualquiera que lograra asesinar —o capturar para después ser torturados— a un CAA soviético.
Debido al riesgo asociado con el trabajo de los controladores aéreos, a menudo ni siquiera revelan su profesión a sus propios familiares para que no se preocupen.
Hace muchos años estos soldados jugaron un importante papel en la operación militar soviética en Afganistán. En aquel entonces, solo unos 20 especialistas de este tipo servían en las fuerzas soviéticas en el país asiático. Todos estaban bajo una enorme presión, porque actuaban siempre en el ‘horno’ y realizaban sus operaciones de forma sorpresiva, así que muchas unidades no sabían de sus misiones.
Los CAA eran llevados a las posiciones enemigas en helicópteros y desde ahí se movían a pie. Ellos se encargaban de anotar los lugares de mayor concentración de yihadistas afganos, monitoreaban sus movimientos, avisaban a los pilotos sobre la defensa antiaérea y, tras entregar coordenadas, llamaban a los bombardeos por radio.
Los militantes islamistas sufrían daños severos por las acciones de los CAA por eso siempre les perseguían. Los jefes de los yihadistas ofrecían grandes recompensas por la cabeza de un controlador aéreo avanzado, sumas comparables con el premio por un avión entero derribado.
Así, estos soldados hacían todo lo posible para confundir a la inteligencia enemiga y solían ocultar su grado militar o usar el uniforme de otras ramas del Ejército. Ni siquiera los pilotos sabían sus nombres, y les reconocían solo por su voz o su nombre cifrado.
Los CAA iban al frente preparados. Tenían equipamiento pesado: estación transmisora de 20 kilos, fusil de asalto Kalashnikov, municiones, comida para varios días y un saco de dormir. No utilizaban cascos y chalecos antibalas porque en una situación extrema no les salvarían la vida. Estas unidades servían durante un año en la zona de conflicto antes de ser reemplazados por su colega.
Cada uno de los controladores aéreos avanzados entendían el riesgo de su trabajo y de hecho muchos estaban dispuestos a hacer todo lo posible para no ser capturados con vida. En Afganistán, los radicales buscaban torturar a los oficiales soviéticos para sacarles información sobre las operaciones de la URSS, las contraseñas utilizadas y los nombres en clave de otros CAA. Además, los odiaban tanto que trataban de vengarse de ellos con las torturas.
Durante la batalla por Palmira, Alexandr Projorenko se vio rodeado por los yihadistas. En el poco tiempo que le quedaba para actuar decidió que los islamistas no iban a cobrarse su vida, sino que sería él quien les privaría de las suyas.
Así, Projorenko siguió su tarea hasta el final y fue un profesional hasta su muerte. Unos once días después de su sacrificio, el Ejército sirio, apoyado por los aviones rusos, liberó Palmira y echó a los yihadistas de la antigua ciudad.
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