Por Jesko Hentschel y Ede Ijjasz-Vásquez - LA NACION
La Argentina es uno de los países más urbanizados del mundo, con más del 90% de la población viviendo en zonas urbanas. Y esto es una buena noticia, porque justamente es en las ciudades donde está la clave para eliminar la pobreza y aumentar la prosperidad de los argentinos.
Las ciudades son el espacio geográfico por excelencia donde se produce el progreso de un país. La concentración de personas y empresas en las ciudades genera una mayor productividad y promueve la innovación y la creación de empleo. La mayor productividad económica en las ciudades, en combinación con buenas políticas rurales, pueden lograr un desarrollo balanceado del país.
Sin embargo, el proceso de urbanización mal manejado también puede acarrear costos tales como la proliferación de asentamientos informales, la congestión y la polución. Por ello las políticas que promueven el desarrollo urbano sostenible y eficiente con foco en la eliminación de la pobreza, así como aquellas que impulsan la competitividad, son fundamentales para aprovechar al máximo los beneficios derivados de la urbanización.
Durante 2015, junto con investigadores y académicos argentinos, el Banco Mundial analizó la dinámica demográfica, espacial y económica en 31 ciudades y concluyó que existe un potencial de crecimiento económico no aprovechado en las ciudades pues el PBI per cápita no ha crecido de manera comparativa con el de los países más urbanizados del mundo. Y ese potencial económico, a través de creación de puestos de trabajo más productivos, se puede convertir en la fuerza más importante para mejorar la calidad de vida en las ciudades.
Se estima que 7 de cada 10 empleos urbanos en la Argentina están en sectores de bienes no transables, es decir, servicios que se producen y consumen sólo a nivel local , desde la educación, la salud y los servicios públicos hasta ventas minoristas, entretenimiento, contabilidad, servicios inmobiliarios y seguridad. La experiencia de otros países nos muestra que es precisamente el empleo en los sectores de bienes transables (desde la agroindustria hasta las finanzas y otros servicios basados en los conocimientos) lo que da prosperidad a las ciudades.
Por otra parte, la población urbana y la actividad económica del país siguen concentrándose en el Gran Buenos Aires, generando una gran brecha con el resto del país. Una evidencia de esto es que, en 21 de las 31 ciudades analizadas, la prosperidad -medida por la productividad, el empleo y el nivel de pobreza- es menos de la mitad que la de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Al igual que sucede en otros países de América latina, las ciudades argentinas también enfrentan el desafío generado por la expansión urbana no planificada y de baja densidad. Entre 2001 y 2010 casi todas las ciudades analizadas, excepto Corrientes, registraron una disminución de su densidad. Esta dinámica ha afectado la productividad y el bienestar en las ciudades, generando costos más altos en la provisión de servicios, problemas de cobertura, aumento del tráfico y deficiente conexión entre las zonas residenciales y las actividades económicas. Además, la baja densidad y la urbanización fragmentada han exacerbado la desigualdad y la exclusión social en las ciudades argentinas.
En el año del Bicentenario, el país tiene la oportunidad de liberar el potencial de sus ciudades para promover la prosperidad y el bienestar de todos sus ciudadanos, especialmente los más vulnerables.
Mejorar la coordinación de las políticas urbanas tanto a nivel municipal como metropolitano ayudaría a revertir las tendencias actuales de expansión desmedida y desarrollo fragmentado, además de mejorar la calidad en la prestación de servicios públicos. Pero ello debe ser acompañado de medidas para el empoderamiento de las municipalidades, aumento de sus recursos y mejora de sus capacidades para la gestión y la planificación. También es clave reorientar las políticas de vivienda y de transporte para mejorar la conectividad de las personas con los centros de trabajo y así incrementar las oportunidades laborales, especialmente para la gente de menores ingresos. Y serán fundamentales las políticas públicas enfocadas a promover la innovación y la formación de capital humano para que las ciudades puedan diversificar su economía.
En última instancia, se trata de transformar las ciudades argentinas para que sean motores del progreso económico y social aprovechando el talento de su gente, el recurso más valioso del que dispone el país para enfrentar estos retos.
Hentschel es director del Banco Mundial para la Argentina, Paraguay y Uruguay; Ijjasz-Vásquez es director global en Desarrollo Social, Urbano y Rural, y Resiliencia del Banco Mundial
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