Por Cecilia Di Lodovico |Perfil.com
Allí confluyen tres naciones y los tres delitos más pesados: el narcotráfico, la trata de personas y el lavado de dinero.
Zona caliente. El río Paraná es la vía que utilizan los narcos paraguayos para ingresar marihuana en territorio argentino. Lo hacen en botes y a fuerza de disparos de FAL. Foto: Sergio Koltan / Ministerio de Seguridad de la Nación
En la Triple Frontera confluyen tres naciones y los tres delitos complejos más pesados: narcotráfico, trata de personas y lavado de dinero. En el extremo norte argentino, la inmigración ilegal es un problema grave, así como también la adulteración, el contrabando (principalmente de cigarrillos y celulares) y el blanqueo de vehículos robados. En la época del cepo cambiario florecieron, además, importantes causas de defraudación al Estado. Incluso se investiga el posible lavado de dinero del terrorismo en la zona.
“La frontera es un colador”, ilustró a PERFIL un importante funcionario de la zona que espera que la nueva política de coordinación y unificación de fuerzas federales del Ministerio de Seguridad de la Nación, comandado por Patricia Bullrich, pueda detener a las organizaciones delictivas.
Pero el problema más grande, en este momento, es el narcotráfico. Misiones es una de las regiones que forman parte del Operativo Fortaleza, un plan del Gobierno para blindar las fronteras con los países productores de droga, en este caso, Paraguay, vinculado al tráfico de marihuana. Un país que no colabora con las investigaciones y los pedidos de información del lado argentino, un problema que se busca revertir con la reciente creación de un mesa de enlace de investigación conjunta del narcotráfico.
A diferencia de las provincias del norte argentino, como Salta, Chaco y Jujuy, donde la droga es arrojada desde avionetas o enviada a través de mulas, en la ciudad de las Cataratas la metodología está, principalmente, concentrada en los pasos fluviales, donde la Prefectura y la Gendarmería, y ahora la Policía Federal, deben luchar contra el clima, la densa vegetación y otros aspectos geográficos de la región que aprovechan los narcos para ingresar a este lado de la frontera.
A los botes. A pocos kilómetros del punto tripartito, impulsados por la corriente y sólo con la fuerza del remo, los narcos se animan a cruzar el río Paraná en bote, amparados por la oscuridad de la noche. Esos minutos son claves. Es el único momento en que pueden ser descubiertos por los prefectos que vigilan el cruce. Una vez que llegan a la costa, usan los “piques” –senderos que se elevan por la pendiente de unos 17 metros de altura– y desaparecen entre la maleza con mochilas o bultos, donde cargan marihuana. Si son descubiertos, el desafío de los agentes de Prefectura es atraparlos sobre el espejo de agua del lado argentino, antes que alcancen la costa, donde abandonan el cargamento y corren hacia barrios humildes, donde se esconden. De allí, les quedan unos 6 kilómetros de monte hacia la ruta.
En esta zona, transitar el río Paraná es muy peligroso. Es frecuente que los narcos disparen ráfagas de FAL al notar embarcaciones de la fuerza de seguridad argentina desde el otro lado de la línea divisoria.
Los narcos hacen “inteligencia” previa. Utilizan perros adiestrados para sentir el olor de los agentes de las fuerzas de seguridad argentinas y cuentan con personas que simulan ser pescadores para actuar de “campana” al vigilar los puntos de Prefectura. Las “rancheadas” de los “pescadores” se pueden detectar en la noche, las fogatas las delatan en medio de la vegetación.
De toda la extensión que controla Prefectura en la frontera con Paraguay (unos 87 km), hay siete kilómetros que son críticos. Se trata del espacio acuático comprendido desde Puerto Libertad en adelante(km 1927 al 1920), donde el curso de agua se hace más angosto y hay saltos que dificultan el tráfico de embarcaciones con motor.
Las fuerzas federales argentinas mantienen puntos de control ocultos en medio del monte, donde un grupo de efectivos pasan diez días alejados de la civilización. Duermen en tiendas abiertas y en cuchetas especiales que los aislan de los insectos. Si bien evitan los enfrentamientos, están fuertemente armados. En ese lugar también están expuesto a los disparos de los narcos que, al ser detectados, escapan disparando a los uniformados que los persiguen.
Zonas críticas. Los espacios despejados también son peligrosos. En el punto tripartito llevar uniforme es de alto riesgo. En la “T”, un punto de control vehicular en el cruce de las rutas 12 y 101, no es extraño que los gendarmes sean arrollados por autos en fuga. Este paso es utilizado por personas que intentan llevar droga a Buenos Aires, a Chile o a otros puntos urbanos pero que desconocen los caminos secundarios. Al mediodía y por la noche, son los horarios en los que intentan traspasar sin ser percibidos. También buscan los cambios de turno de gendarmes y federales.
Los narcos pueden transportar 300 kilos en autos, 1.000 en camionetas y hasta 6.500 en camiones. Meses atrás, se detectó que Misiones es ahora también utilizada como una ruta alternativa de los productores de cocaína, el mercado controlado por capos narcos bolivianos que usan logística argentina. Se decomisa de 2 a 3 kilos de cocaína por semana.
El tránsito constante de drogas deja secuelas en Puerto Iguazú. Sus habitantes denuncian que crecieron “las bocas de paco” y que la delincuencia y la violencia va en aumento. “La situación empeoró”, dijeron a PERFIL, aunque confían en que el desembarco de fuerzas federales y la promesa de equipamiento tecnológico actuén como una barrera.
Un reclamo latente es a la Justicia y al Servicio Penitenciario. La primera, con poca actuación y presencia en la zona, y el segundo, con poca operatividad y plazas. Los detenidos pueden quedar alojados en los calabozos de las dependencias de fuerzas federales por más de seis meses sin encontrar lugar en las prisiones. Al igual que en otras provincias, hay sospechas sobre la connivencia de la policía local con narcotraficantes y contrabandistas.
Drones y radares como en Israel
PERFIL acompañó a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; el secretario Eugenio Burzaco, y el ministro de Seguridad Interior, Gerado Millman, a recorrer los puestos de las fuerzas federales en la Triple Frontera. La comitiva también estuvo compuesta por el jefe de la Policía Federal, Néstor Roncaglia; el jefe de Gendarmería, Gerardo Otero, y autoridades de Prefectura.
En cada puesto, gendarmes, prefectos y federales mostraron los elementos con los que contaban y pidieron mayores equipamientos, infraestructura y tecnología a la ministra. Los efectivos de las fuerzas mostraron el funcionamiento de escáneres móviles, elementos de criminalística, el uso de canes que, desde 2012 son entrenados también para detectar efedrina, y el uso de drones, útiles para poder divisar desde el monte el movimiento en los ríos y arroyos desde 500 metros de altura. Uno de los reclamos más importantes es la instalación de radares terrestres, como los que son utilizados por las fuerzas de seguridad en Israel. Las características del territorio, sinuoso y de monte y selva, hacen poco útiles los de aire.
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