Por Hugo Alconada Mon - LA NACION
Tocar a Lázaro Báez es meterse con la familia Kirchner. Así fue desde que se conocieron, hace más de dos décadas, en Río Gallegos. Y así es ahora, mientras el empresario de la obra pública que más creció durante la última década duerme en una celda. Néstor Kirchner y "el Negro", como le dicen sus afectos, se conocieron en la capital de Santa Cruz. Uno era el gobernador; el otro, empleado del banco provincial. Y tejieron una alianza que les permitió crecer. "Lupo" llegó a la Casa Rosada; Báez dejó atrás su destartalado Ford Falcon modelo 1972 y acumuló contratos, uno tras otro, por más de $ 12.000 millones.
Ahora, sin embargo, Kirchner reposa en el panteón que edificó su amigo para homenajearlo. Y Báez afronta el dilema que otros debieron plantearse antes: ¿defender su inocencia o convertirse en el Emir Yoma que señaló a Carlos Menem en el "caso Armas"?
Trazar un paralelismo con aquella causa es inviable. Son varias las diferencias. La primera y más evidente, que Kirchner ya no está. Pero los negocios familiares que el ex presidente dejó inconclusos quedaron en manos de su hijo, el diputado Máximo Kirchner.
Algunos cuentan que Kirchner y Báez se conocieron gracias a Armando "Bombón" Mercado, entonces marido de Alicia Kirchner, y desde entonces unieron fuerzas, tanto que cuando "el Negro" se marchó del banco, pasó a las filas de la Secretaría General de la Gobernación, donde cobró un salario, sin ir, hasta 2007, según los registros de la Anses. Báez ni se molestó en contestarles a quienes lo acusaron de "ñoqui". Estaba ya demasiado ocupado con Austral Construcciones, que nació en simultáneo con el arribo de los Kirchner a la Casa Rosada y se convirtió en la mayor receptora de fondos públicos de la Patagonia.
Las fechas son elocuentes. El contrato social de Austral Construcciones se fechó el 8 de mayo de 2003. Néstor asumió el 25. El 23 de junio se inscribió la empresa ante la AFIP. De inmediato llovieron los contratos de obra pública.
Antes y después, proliferaron los vínculos comerciales entre los Kirchner y Báez. Mantienen un condominio sobre un terreno de 87.000 metros cuadrados; tres complejos de departamentos que "el Negro" construyó sobre terrenos del ex presidente en las calles Mitre, Moreno y Alvear de Río Gallegos; múltiples alquileres, ventas y compras de inmuebles cruzados, alquileres de cientos de habitaciones y salones en los hoteles de la entonces familia presidencial. Para Oscar Parrilli, se trató sólo de "un negocio entre privados".
Ni uno ni otro era tan privado. Porque de un lado estaban Cristina, Néstor y Máximo, y del otro un empresario que logró la remoción de los funcionarios de la AFIP que intentaron investigarlo en Comodoro Rivadavia y en Buenos Aires. E incluso forzó la disolución de la Regional Bahía Blanca cuando seguían la ruta de las "facturas truchas" que terminaron en los libros de Austral. Es decir, una de las hipótesis del presunto lavado por las que ahora el juez Sebastián Casanello lo detuvo ayer.
Queda por delante un muy largo camino judicial. Pero ahora Báez acaso deba mirarse en el espejo de Emir Yoma, aunque él una vez prefirió reflejarse en otro ícono: "Yo no soy el Yabrán de Cristina".
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