Por Roberto García Moritan -Ex vicecanciller- (Clarin.com) - Los diplomáticos de carrera son minoría en la nueva estructura:sólo el 11% de la planta
La dotación de personal de la Cancillería ha alcanzado niveles gravemente desproporcionados con relación a las responsabilidades específicas que le corresponde. La suma del número de funcionarios y empleados administrativos, conforme a los distintos mecanismos y variantes de contratación, más el personal local de las representaciones diplomáticas en el exterior, llegaría a las 8 mil personas. Los cálculos son aproximados por cuanto la información es compleja de obtener y sintetizar en virtud de los variados instrumentos ad hoc utilizados para la incorporación de personal. La cifra estimativa hasta podría ser superior.
En este contexto, sobre la base de ese cálculo tentativo, el Ministerio de Relaciones Exteriores cuenta hoy con una planta de personal que sería la mitad de los 19 mil funcionarios del cuadro orgánico de todo el sistema de Naciones Unidas. La comparación es ilustrativa ante la asimetría de tareas que le corresponde a uno y otro organismo. El sensible aumento de personal del ministerio tampoco parece responder a necesidades estrictamente funcionales conforme al interés nacional. De hecho, la Cancillería, en los últimos años, ha disminuido áreas de competencia. Las responsabilidades de Comercio Exterior, por ejemplo, han pasado al Ministerio de Economía. No así, en cambio, la planta no diplomática de empleados y funcionarios que ocupaban esa función.
También la Cancillería ha dejado de ser un actor relevante a la hora de estimular acuerdos de profundización bilateral con los países que mantiene relaciones diplomáticas. La Cancillería actual, quizás por falta de visión de política exterior, se ha transformado en un mero instrumento protocolar de tareas encaradas por otros ministerios, en ocasiones de manera directa. La impronta de la mayoría de las iniciativas sustantivas germina en otras áreas de gobierno y en particular en el Ministerio de Economía, Industria o el de Planificación Federal, que estimula vínculos bilaterales sobre la base de criterios propios, como ha sido entre otros los recientes acuerdos con China y Rusia.
En este contexto de creciente incidencia de la llamada diplomacia paralela, no es entendible la novedosa elefantiasis sufrida por el Palacio San Martin, en particular por cuanto ese crecimiento no se ha reflejado en una mejor eficiencia en la gestión administrativa o en la intensidad de la proyección diplomática. Ambas, lamentablemente, adolecen del lustre y calidad profesional adquirida desde el retorno de la democracia.
Los diplomáticos de carrera son minoría en la nueva estructura de la Cancillería, representan sólo el 11% de la planta de personal. El servicio exterior, pese a ser mayoritariamente desaprovechado, sobrevive esperando tiempos mejores. Sin embargo, se mantiene aún vigente con cuadros diplomáticos de distinción académica y profesional que pueden, en algún momento, volver a hacer honor a las mejores tradiciones diplomáticas del país. Es de esperar que eso, finalmente, ocurra para el bien de los intereses de la Nación.
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