Por Jorge Oviedo | LA NACION - Mail: joviedo@lanacion.com.ar
Cristina Kirchner pareció no caber en sí de felicidad y se le ocurrió decir, risueña, que los argentinos han cometido saqueos en el fin de año pasado, pero gastando con sus tarjetas de crédito en los comercios.
Una Presidenta jocosa, risueña, festiva, mientras buena parte del país está más cerca de acompañar el estupor y el llanto de Santiago Kovadloff tras el sepelio del fiscal Nisman . Aquel que, según la primera versión de la festiva mandataria, se había suicidado, y que ahora resulta que ha sido asesinado, con el único objeto de perjudicarla y ocultar que el país está de fiesta loca, de desenfrenadas vacaciones.
En el país que gracias a ella no tiene estadísticas de pobreza desde hace dos años (y en los últimos ocho tampoco eran confiables), que falsifica las de inflación, ella misma decide que la cantidad de veraneantes es récord. Con los mismos soportes probatorios con los que primero habló de suicidio y luego de homicidio de Nisman.
La Presidenta acompaña la trasnochada obsesión de su ministro de Economía -al que convoca en público con las mismas palabras y modos que usará con su caniche- de controlar todos y cada uno de los precios y costos de miles de millones de productos, procesos y transacciones. Un absurdo completo. La tentación de querer ser Dios y manejarlo todo. Un mal frecuente entre los economistas.
CONTROL FALLIDO
Sin embargo, la Presidenta acaba de confesar en público que a casi 12 años de que el kirchnerismo llegó al poder no puede controlar los servicios de inteligencia.
La administración que se obsesiona con fijar el precio del pan no sabe qué hacen sus propios espías. Lo admite en una cadena nacional doliente (de sí misma) para aparecer en la siguiente muerta de risa.
Un reciente trabajo del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas (CISE) de la Fundación Libertad mostró que los saqueos efectivamente ocurrieron en 2014. Pero sus autores no fueron consumidores con sus tarjetas de crédito en los comercios, como dijo Cristina Kirchner. Fueron ella misma y su administración apoderándose del patrimonio de la Anses y del Banco Central. Sin esas "ayudas" el rojo fiscal, dice el CISE (y coinciden otras consultoras), habría sido de alrededor de 233.000 millones de pesos. Con todos los manotazos y los maquillajes, fue más o menos la mitad.
El rojo superó en 70% el de 2013, y el método de "zafar" descapitalizando las agencias estatales que respaldan la moneda y las jubilaciones no fue una novedad, sino la repetición de una tradición del "modelo".
"Los traspasos de estos dos organismos [al Tesoro] han crecido de modo más que notorio en los últimos años. Puntualmente, avanzaron 136 veces entre 2003 y 2014, pasando de 900 millones de pesos a 123.139 millones de pesos el año pasado. Respecto de 2013, las asistencias de ambas entidades se duplicaron", dijo el CISE en su último informe.
PRESIÓN RÉCORD
Ni la recaudación récord, a fuerza de aplicar la mayor presión fiscal de la historia sobre los ingresos provenientes del trabajo personal, alcanza. El peronismo acompaña a una Presidenta que grava de manera inaudita a los trabajadores. Si fuera por la alícuota del impuesto a las ganancias, la Argentina sería uno de los países con más empleados millonarios entre sus habitantes.
Tristemente, no es así. El kirchnerismo, al que el Partido Justicialista sigue defendiendo (al menos, en los dichos públicos de sus principales dirigentes), ha logrado varias proezas: dejar al país sin trigo, sin carne y sin lácteos para exportar y transformar el progresivo impuesto a las ganancias en un tributo de carácter regresivo.
Los gobernadores de Santa Fe y de Córdoba no quieren seguir sufriendo el descuento del 15% de la recaudación bruta de los impuestos cuya recaudación luego se coparticipa entre las provincias.
Ese descuento va a parar a la Anses, de acuerdo con el pacto fiscal que firmaron la Nación y las provincias en 1994, tiempos en los que el menemismo dispuso cubrir de esa manera el bache que produciría en las ex cajas previsionales provinciales el arranque del sistema de las AFJP, a las que presurosos se afiliaron en aquellos tiempos Néstor y Cristina Kirchner.
Las AFJP no existen más y todos los aportes personales y patronales van a la Anses, que muestra así un jugoso superávit. Se usa para sostener el gasto público, cuya enormidad es sólo comparable con su ineficiencia.
¿Puede tener "precios cuidados" un país que no puede custodiar al fiscal especial del caso AMIA? Si no fuera trágico, sería ridículo.
La Anses ha estado vendiendo bonos en dólares, comprando bonos en pesos, todo para sostener la ficción de que el país vive de fiesta y de vacaciones.
Mientras la Presidenta anuncia que dará transparencia a los servicios de inteligencia, dispone por intermedio de sus ciegos seguidores y aplaudidores que la información de empresas y sociedades -sobre todo las de ella- serán cada vez de más complicado acceso para el público y, sobre todo, para el periodismo independiente, centro de los odios presidenciales..
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