Por Carlos Pagni | LA NACION
De todas las afirmaciones del juez Rodolfo Canicoba Corral sobre la denuncia del fiscal Alberto Nisman contra Cristina Kirchner por el acuerdo con Irán, hay una que los funcionarios y medios de comunicación oficialistas pasaron por alto: el de Nisman es un ejemplo de cómo funcionaría la Justicia si se les otorgara la dirección del proceso a los fiscales.
La alusión de Canicoba a la reforma del Código de Procedimientos puede convertirse en regla universal: el kirchnerismo suele dañarse con instrumentos que él mismo ha construido. Nada que sorprenda. Para ese grupo humano la incoherencia no tiene secretos. Es la conclusión principal, acaso la única definitiva, que se puede inferir de la gravísima imputación de Nisman.
El principal desafío que el fiscal tendrá hoy, cuando justifique su escrito ante la Comisión de Legislación Penal de la Cámara de Diputados, será demostrar que el Gobierno acordó con el régimen de Mahmoud Ahmadinejad el levantamiento de las alertas rojas de Interpol contra los iraníes acusados por el atentado terrorista. Quien fue secretario general de Interpol cuando se firmó aquel memorándum, Ronald Noble, aseguró que Héctor Timerman siempre aclaró que el pacto no implicaba anular esos pedidos de captura. Noble fue más lejos. Dijo que Nisman miente.
El 18 de julio de 1994 el atentado a la sede de la AMIA, en Pasteur 633, dejó 85 muertos y más de 200 heridos. La investigación recayó en el juzgado a cargo de Juan José Galeano, que instruyó la causa durante casi una década y luego fue destituido por el Consejo de la Magistratura, acusado de mal desempeño. Ahora, la pesquisa está en manos del juez Rodolfo Canicoba Corral, mientras que la causa por las irregularidades en la investigación la instruye el magistrado Ariel Lijo
Lo que Noble no está obligado a explicar es por qué Timerman debió ilustrarlo acerca de que el arreglo que había firmado con su colega Alí Akbar Salehi no suponía cesar con la búsqueda de los imputados. La razón es sencilla. Salehi consiguió que Timerman aceptara el inciso 7º del pacto, que dice: "Este acuerdo, luego de ser firmado, será remitido conjuntamente por ambos cancilleres al secretario general de Interpol en cumplimiento a requisitos exigidos por Interpol con relación a este caso". Si no fue una concesión, aceptar la redacción brumosa de esa cláusula fue un enorme error del canciller.
La afirmación de Noble es relevante para la defensa del Gobierno. Pero también para desbaratar algunas de sus acusaciones. Noble fue jefe del Servicio Secreto de los Estados Unidos, que custodia al presidente de ese país. Fue también el responsable de la agencia norteamericana de control de armas de fuego. Y de la oficina de persecución al lavado de activos extranjeros. Dicho de otro modo: Noble es un agente del "imperio". ¿Cómo se puede afirmar, entonces, que Nisman denunció a la señora de Kirchner a pedido de la embajada estadounidense, como sostiene la versión oficial? Es una pregunta que, como tantas otras, la señora de Kirchner no se formula.
Es curioso que Nisman no haya consultado a Noble antes de redactar su escrito. Y que tampoco haya coordinado su posición con Canicoba Corral, el juez del caso. Este magistrado también se convirtió en un puntal para la posición oficial. Dijo que sólo había autorizado una intervención telefónica: la del miembro de la comunidad iraní Jorge Khalil, con quien se comunicarían el piquetero Luis D'Elía y el dirigente de Quebracho Fernando Esteche. De ser así, Nisman sólo tendría las desgrabaciones de los que se comunicaron con Khalil.
El kirchnerismo se prepara para pedir explicaciones. Sus preguntas más elementales: ¿Nisman informó a Canicoba Corral sobre lo que iba descubriendo a través de las escuchas telefónicas? ¿Esos registros fueron sometidos a algún protocolo que garantice su autenticidad? ¿Aparecen en esas escuchas la voz de la Presidenta y del diputado Andrés "Cuervo" Larroque, que está amparado por fueros, o ellos aparecen en la trama por dichos de terceros? Si las irregularidades que viene denunciando el Gobierno, apoyándose en las apreciaciones de Canicoba Corral, se confirmaran, tal vez aparezca en escena Guillermo Marijuan. Es el fiscal originario de la causa AMIA, a quien Nisman, en teoría, prestaba apoyo. Y es también el fiscal en el que recayó la denuncia del director de operaciones de la Secretaría de Inteligencia, Antonio Stiusso, cuando recibió una amenaza en su correo electrónico.
¿Por qué Marijuan estuvo ausente de la investigación? ¿Por qué Canicoba Corral cedió tanto poder a Nisman? ¿Por qué Nisman llega al Congreso en una posición tan vulnerable? La respuesta a estas incógnitas es que, como todo el Gobierno y la justicia federal conocen, en los últimos quince años el verdadero administrador de la causa AMIA ha sido Stiusso, a quien Cristina Kirchner ha jubilado. Y Stiusso desempeñó ese rol porque se lo asignaron los Kirchner.
Esa gravitación de Stiusso explicaría las fisuras que comienzan a advertirse en la denuncia de Nisman. Las pruebas y los argumentos parecen proceder de alguien confiado en que toda imperfección se podrá zanjar en cualquier momento del proceso. Es la facilidad que tiene el espionaje cuando actúa como agente judicial. El problema para Stiusso es que ya no tiene el respaldo del Estado. Los organismos como la Secretaría de Inteligencia (SI) son cajas negras capaces de convertir lo legal en ilegal y viceversa. Uno de los grandes agravios de Carlos Menem a la democracia fue haber convertido a esa dependencia en un ministerio de Justicia paralelo. Los Kirchner agravaron esa desviación.
Es patético que la Presidenta y sus acólitos descubran el fenómeno recién ahora. En su defensa frente a Nisman, Timerman dijo: "Que los servicios de inteligencia conduzcan al Poder Judicial nos remite a las noches más negras de la historia de las dictaduras en nuestro país y en el resto del mundo".
Alguien debería avisar al canciller que está hablando de su jefa. Lo que ahora sufre ella fue sufrido a pedido de ella por otros ciudadanos. La causa de las coimas del Senado; las acusación contra Enrique Olivera por una falsa cuenta suiza; la denuncia por presunto tráfico de efedrina contra Francisco de Narváez; la divulgación de conversaciones telefónicas de asesores de Ernesto Sanz por investigar esa denuncia; la demanda contra Luis Juez por otra cuenta suiza; la persecución de Ernestina Herrera de Noble y de sus hijos, entre muchas otras prestaciones, fueron montadas y ejecutadas a pedido del Gobierno por los mismos espías a los que el Gobierno ahora repudia. La más notoria de esas maniobras fue la que se dirigió contra Mauricio Macri, por encargo de los Kirchner, a raíz del sistema de espionaje del vidrioso Ciro James.
La acusación contra Nisman por su lealtad canina con Stiusso es una demostración de cinismo. Pero también de ingratitud. Timerman debería saber que, gracias a que el kirchnerismo subordinó la Justicia al espionaje, su jefa, Néstor Kirchner y sus tres secretarios privados, fueron sobreseídos por enriquecimiento ilícito; la Presidenta no fue indagada por el financiamiento ilegal de su campaña; Claudio Uberti no fue vapuleado en los tribunales por la célebre valija de Antonini; ni Juan Manuel Abal Medina -sería interesante escuchar qué opina sobre Stiusso- y Alfredo Scoccimarro por el manejo de la publicidad oficial; y Daniel Cameron apenas tuvo que dar explicaciones por los subsidios a las empresas de Taselli. Si supiera decir "gracias", la Presidenta levantaría un monumento al espía desconocido en la entrada de Alto Calafate.
La incongruencia del oficialismo se agudiza con las crisis. Es conmovedor ver a los funcionarios quejarse porque Stiusso incurrió, al parecer, en escuchas ilegales para dañar a la Presidenta. Parecen Dilma Rousseff o Angela Merkel hablando de Barack Obama y la National Security Agency. Olvidan que Stiusso trabajaba a las órdenes de Héctor Icazuriaga y de Francisco Larcher, a quienes la Comisión Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia ni siquiera han molestado. Es decir, olvidan que trabajaba a las órdenes de la Presidenta. En realidad, no olvidan nada. Hacía tiempo que el director de operaciones se comportaba como jefe de sus superiores, que prefirieron renunciar a la SI antes que pedirle la renuncia. Una pequeña defección en la eterna lucha kirchnerista por subordinar las corporaciones a la política.
La disertación de Nisman ante el Congreso será hoy una invitación a aclarar cuánto hay en su denuncia de judiciable y cuánto de impugnación política. En el plano jurídico, la acusación ya sufrió los primeros contratiempos. María Servini de Cubría, que subroga a Ariel Lijo, se negó a habilitar la feria porque el fiscal no tendría pruebas suficientes. ¿Qué hará Lijo cuando vuelva de sus vacaciones? Canicoba Corral señaló la anomalía de que el expediente haya ido a ese juzgado sin sorteo. Lijo es un juez bifronte. Puede procesar a Amado Boudou mientras su hermano Alfredo oficia como gestor de los problemas judiciales de De Vido, a quien Nisman ha despeinado en su denuncia pero siempre deja a salvo de sus críticas. Lijo estuvo muy cerca de la investigación del atentado. Cuando era secretario de la camarista Luisa Riva Aramayo, la célebre "Piru", se lo señaló como el coautor del plano utilizado por Carlos Telleldín para fraguar una acusación contra policías bonaerenses. Hoy Telleldín aparece en las redes sociales fotografiado junto a Daniel Scioli. Y el juez fue exculpado de esa imputación por una pericia caligráfica del año 2008.
Lijo podría convertirse en el Michelángelo de la simetría. Ya procesó a Carlos Menem, a pedido de Nisman, en un expediente alimentado por Stiusso, por desviar la pista siria. ¿Procesará a la señora de Kirchner, a pedido de Nisman, en un expediente alimentado por Stiusso, por desviar la pista iraní?
Lo más probable es que el impacto de la denuncia de Nisman se concentre en la política. Por eso algunos diputados analizan presentar pedidos de juicio político contra la Presidenta. O acusarla por traición a la Nación en los términos del artículo 119 de la Constitución, si es que el fiscal los convence de que hubo colaboración con un enemigo del país.
Encuadrar el problema en la política sería también lo más lógico: más allá de sus derivaciones penales, el entendimiento con Irán fue uno de los mayores papelones de la historia diplomática argentina. Primero, porque Irán no lo convalidó. Ahmadinejad se sirvió de la Presidenta y de Timerman para atacar a sus adversarios internos, varios de ellos acusados por el crimen de la AMIA, en una campaña electoral en la que sus propios candidatos salieron derrotados. El pacto fue firmado por el canciller de Ahmadinejad el 27 de enero de 2013. El 3 de agosto del mismo año Ahmadinejad debió dejar el poder a Hassan Rohani, quien había ganado las elecciones con el apoyo de Alí Akbar Rafsanjani, uno de los imputados por el atentado a la mutual judía. El bochorno tuvo una exhibición internacional: el 24 septiembre siguiente, durante la Asamblea General de la ONU, Cristina Kirchner tuvo que pedir a Irán que, por favor, aprobara el memorándum. Por suerte en el recinto había pocos asistentes.
Uno de los méritos de Nisman es dejar más claro por qué la Presidenta y Timerman fueron embaucados por Ahmadinejad y Salehi. Para lidiar con los inventores del ajedrez el Gobierno recurrió a Larroque, D'Elía y Esteche. Y a uno o varios espías cuyo nombre el fiscal no puede revelar por razones de confidencialidad. Sólo falta que, cuando se despeje la incógnita, aparezcan ñoquis de La Cámpora, intoxicados con información provista por los viejos zorros de la ex Side.
El segundo motivo por el cual la señora de Kirchner debería sonrojarse es que todavía no pudo explicar por qué acordó con los iraníes. El pretexto más reciente es que sólo hizo lo que están haciendo los Estados Unidos, es decir, negociar con Irán. Además de ser una excusa inesperada en una líder del antiimperialismo, el argumento encierra un par de desaciertos. Uno de ellos es que Washington no negocia con Ahmadinejad, sino con los reformistas que lo derrotaron. Además, es muy evidente y preciso lo que busca Obama con esa transacción.
Al comienzo la Presidenta dijo que inició conversaciones para que los acusados prestaran declaración indagatoria. Entonces, ¿para qué crear una Comisión de la Verdad que revisara el expediente? Después confesó que, en realidad, siempre había dudado de que Irán fuera culpable. El 4 de marzo de 2013, vía Twitter, agregó otra motivación: su tratado era un aporte para evitar una guerra religiosa a la que estaban llevando a la humanidad por razones geopolíticas. Nada condenable. También Perón tomó decisiones arriesgadas esperando una tercera guerra mundial.
Quizá la multiplicidad de explicaciones se deba a que ella no sabe por qué firmó el acuerdo. O que lo haya hecho, como en el viejo chiste vaticano, perchè mi piace. Lo más eficaz de la denuncia de Nisman fue terminar de correr el velo sobre un fenómeno conocido. La existencia de una corriente del oficialismo que, liderada por Luis D'Elía, habilitó por simpatías ideológicas una embajada paralela con Irán y sus satélites. ¿O quien fuera embajador en Siria, Roberto Ahuad, no manifestó su admiración por Hezbollah? Para muchos kirchneristas esa organización es apenas más temible que el Movimiento Evita o que La Cámpora. Rafael Bielsa y Jorge Taiana siempre estuvieron al tanto de estas conexiones y se mantuvieron alejados. Timerman las quiso liderar. Treinta días después de comenzar las negociaciones con Salehi en Aleppo, el canciller irrumpió con su alicate en un avión de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos con el argumento de que debía prevenir un atentado. ¿Se había embriagado con la sensación de poder interminable que ganó al oficialismo después de las elecciones de 2011? ¿O se sintió avalado por el giro pro iraní de la diplomacia brasileña, que también terminó en fiasco?
La penúltima señal de esta orientación se dio en París, con un canciller que desistió de representar al país en una marcha de repudio al terrorismo. Un desaire innecesario al gobierno de Francia. Y otra muestra de incoherencia: François Hollande colaboró como nadie para el acuerdo con el Club de París y abogó en favor de la Argentina en el pleito con los holdouts. Hollande estaba planeando viajar a Buenos Aires para marzo. Desde la semana pasada comenzó a revisar la decisión.
En julio de 2013, semanas después de las conversaciones de dirigentes oficialistas con Khalil grabadas por Stiusso, Nisman denunció en un informe que Irán había extendido una red de células de inteligencia por América latina. Tal vez pensaba incluir después a Larroque, D'Elía y Esteche. El fiscal fue invitado a defender esa tesis en el Congreso de los Estados Unidos. Pero la procuradora Alejandra Gils Carbó le prohibió viajar. Es interesante que la misma funcionaria lo haya autorizado a presentarse hoy en el Congreso nacional. Otro homenaje a la incoherencia.
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