martes, 16 de diciembre de 2014

Sonoro fracaso y acelerado endeudamiento


Editorial I del diario La Nación

Los pésimos resultados del intento de canjear o rescatar anticipadamente el Boden 2015 exhiben una vez más la impericia del ministro de Economía

El rotundo fracaso de la operación de colocación de nuevos títulos de deuda y del canje de Boden 2015 por Bonar 2024 ha puesto en evidencia la dificultad del Gobierno en el manejo de la deuda pública. La aparente satisfacción del ministro de Economía, Axel Kicillof, por la reducida proporción de inversores que optaron por el rescate anticipado de sus papeles, se diluye frente a las demás señales negativas que ha dejado esta frustrada operación. Más allá de las graves y reiteradas impericias en el manejo, las altas tasas de interés ofrecidas por los nuevos títulos ni siquiera alcanzaron para compensar el riesgo percibido por los mercados.

El desendeudamiento, insistentemente declamado en el discurso oficial, dejó de serlo a partir del momento en que el resultado fiscal pasó de positivo a negativo. De una u otra forma las autoridades nacionales han debido endeudarse para saldar su creciente déficit. Lo han hecho con el público cuando recurren al Banco Central para emitir dinero sin respaldo. Lo hacen con los bancos cuando el Banco Central debe absorber el enorme cúmulo de dinero emitido mediante letras que aquéllos suscriben. Lo hacen con la propia entidad monetaria cuando succionan sus reservas para pagar vencimientos de la deuda pública externa y lo compensan con papeles intransferibles que nunca serán pagados. Lo hacen con la Anses y el PAMI cuando les retiran dinero de sus fondos y les entregan títulos públicos. Lo hacen con los ahorristas y bancos cuando emiten nuevos títulos a una elevada tasa de interés. Lo hacen con los proveedores y contratistas cuando no les pagan en el tiempo convenido. Lo hicieron con los jubilados cuando no se les ajustaron sus haberes de acuerdo con la ley y lo siguen haciendo cuando no les pagan las sentencias judiciales.

La deuda pública bien medida supera hoy los 270.000 millones de dólares y es sustancialmente superior a la de 2001. En un intento de descargo, el Gobierno dice que la deuda intraestatal no debe ser considerada. Asume que no será pagada y que siempre será renovada. Se trata de una peligrosísima forma de eludir la consideración de los efectos nocivos y los riesgos que implica la descapitalización de los entes públicos y particularmente del Banco Central.

El dinero en circulación ya no cuenta con respaldo, lo que podría llevar al Gobierno a un cerrojo cambiario cada vez más duro para evitar cualquier asomo de corrida cambiaria. Las reservas internacionales del Banco Central han menguado sensiblemente a pesar del cepo. Se han limitado al extremo las importaciones, afectando la producción nacional y la salud de los habitantes. Sin embargo, se venden fluidamente divisas de las reservas como "dólar ahorro", con lo que se ha logrado contener la cotización del dólar informal. Al ritmo actual, unos 4000 millones de dólares por año son utilizados con este fin. No es una suma menor si se tiene en cuenta que las reservas de libre disponibilidad se estiman en sólo 11.000 millones de dólares, aun cuando las reservas brutas lleguen a unos 30.000 millones.

No pueden computarse dentro de las reservas disponibles a varios rubros que sólo cumplen un rol contable. Por ejemplo, los encajes de los depósitos en dólares, el canje de monedas con China, el préstamo de Francia, o las reservas comprometidas en importaciones ya autorizadas y concretadas. El superávit comercial como fuente de acumulación de reservas, es cada vez más exiguo y resulta compensado por las salidas por servicios, fletes, intereses y utilidades. El pago inicial por la licitación del 4G es un recurso genuino, pero por única vez.

La política de retraso cambiario acelerará la pérdida de reservas líquidas y en algún momento tocarán fondo y tendrá que limitarse o suprimirse la venta de dólares para ahorro. Cuando esto ocurra, el mercado paralelo volverá por sus fueros arrastrando las cotizaciones del "contado con liquidación" y el "dólar bolsa".

Haber utilizado los fondos apropiados de las AFJP es asumir una deuda que irremediablemente será reclamada cuando se jubilen aquellos que fueron transferidos desde el sistema de capitalización al de reparto. Ésta es una hipoteca gigantesca que heredarán los próximos gobiernos o, mejor dicho, los futuros contribuyentes. Es, además, una injusticia moralmente reprobable.

Sin duda, el Gobierno percibió el riesgo de un agotamiento de las reservas, razón por la cual resolvió operar mediante títulos públicos para hacerse de dólares, aunque sea a un alto costo. La operación fracasó. La emisión del Bonar 2024, con una tasa de rendimiento efectiva cercana al 10 por ciento anual, resultó insuficiente. También se ofreció anticipar el rescate del Boden 2015 usando reservas, o bien canjearlo por el nuevo bono. Sin embargo, apenas se reclamó el rescate anticipado de títulos por 185 millones de dólares, al tiempo que sólo se captaron 286 millones con el Bonar 24. Por lo tanto, las reservas tuvieron un impacto positivo neto de apenas 101 millones de dólares. El canje logró 377 millones de esa moneda sin prácticamente aliviar los vencimientos de 2015.

Se pretendía transmitir una cierta tranquilidad que le hubiera permitido al Gobierno argumentar que no era imprescindible arreglar con los holdouts para financiarse el año próximo. No lo logró, constituyendo éste otro sonoro fracaso de una larga serie del ministro Kicillof. La necesidad de un acuerdo es hoy más evidente.

En definitiva estamos ahora en un proceso más explícito de endeudamiento que seguirá tomando mayor magnitud, se arregle o no con los holdouts, mientras no se corrija el desequilibrio fiscal, que es la madre del problema. Probablemente, hay todavía espacio y tiempo para que este proceso continúe, eludiendo una corrida cambiaria o bancaria, pero manteniendo altos niveles de inflación y profundizando el cepo y la recesión. Posiblemente se llegue así al 10 de diciembre de 2015, sin que se produzca una crisis económica o financiera "explosiva" que ponga en riesgo la supervivencia de este Gobierno. Pero está claro que se acumulan severas cargas que luego costará mucho más corregir..

1 comentario:

  1. La nota es un mamarracho, tiene errores groseros. La deuda publica es del 45 % del PBI y era del 150 % en 2001, y de ese 45% mas de la mitad es entre organismos del Estado , la deuda neta exigible con privados es del 18 % y en moneda extranjera no llega al 10%. Es decir hubo un real desendeudamiento admitido hasta por economistas opositores. Al igual q Clarín , el diario La Nación MIENTE. Roberto.

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