El venado de las pampas, un ciervo autóctono que vive en los pastizales de la bahía de Samborombón, está hoy a punto de extinguirse. Entre las causas de su rápida declinación se incluyen la caza comercial intensiva y el reemplazo acelerado de los pastizales naturales por tierras de cultivo producido en la provincia de Buenos Aires durante el siglo pasado.
Los números son elocuentes: en la segunda mitad del siglo XIX se mataron casi 3 millones de ejemplares, cuyos cueros salieron del puerto de Buenos Aires hacia diferentes países. Actualmente, sólo queda una ínfima muestra de la población original que sobrevive en una estrecha franja costera de la mencionada bahía.
La historia de la conservación del venado es fascinante por su riqueza y complejidad. A fines de la década del 60 del siglo pasado, hombres e instituciones encabezadas por la Dirección de Conservación de la Fauna del Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires, alertados por la inminente desaparición de este emblemático animal, aunaron esfuerzos en pos de conservarlo. Se inició entonces un proceso -que con altibajos dura hasta nuestros días- que ensayó medidas heterogéneas para evitar su extinción. Estas medidas incluyeron capturas de ejemplares en su medio natural utilizando helicópteros y dardos tranquilizantes con el fin de que se reprodujeran en cautiverio, para liberarlos posteriormente en su hábitat. En los años que siguieron, la especie fue también objeto de estudios que incluyeron censos aéreos y colocación de radiocollares.
Paralelamente se dio el proceso en torno a la figura del venado de una serie de áreas naturales protegidas que aseguraron la conservación del ecosistema donde éste habitaba. Esas reservas fueron creadas mediante normas específicas y son hoy los sitios donde se protege a este animal, que fue declarado Monumento Natural Provincial en 1984, el primero en su tipo en la provincia y en el país.
La historia del venado, que antaño se distribuía por toda la llanura bonaerense, es la del exterminio de una especie y se asemeja demasiado a otras historias, como la de nuestro zorro lobo malvinero, que se extinguió en 1876, o las más famosas y no menos trágicas extinciones por causas humanas del dodó de la isla Mauricio a fines del siglo XVII o la paloma migratoria norteamericana, cuyo último ejemplar murió en 1914, en un zoológico de Cincinnati.
A pesar de que existen normas para proteger al venado, su mera existencia no es suficiente para preservarlo. Para que el venado no se extinga es preciso que se tomen medidas concretas. La inacción es una opción que deberíamos desechar.
Las autoridades ambientales competentes deberían instrumentar medidas concretas y eficaces tendientes a recuperar las poblaciones diezmadas de este ciervo. La situación de este animal, mencionado por José Hernández en nuestro Martín Fierro, constituye un ejemplo de la pérdida de biodiversidad que está sufriendo no sólo la Argentina, sino todo el planeta.
Como hace casi 50 años, cuando comenzaron los esfuerzos para conservarlo, hoy su situación es crítica. Conservar una especie no es sólo conservar una planta o animal: es cuidar nuestra historia y nuestra cultura y dar la oportunidad a nuestros hijos de contemplar su belleza y disfrutar, también, de los beneficios que esa especie puede brindar.
En la bahía de Samborombón pastan hoy los últimos ejemplares de venados de las pampas, ajenos a la situación en la que se encuentran. No hay una, sino infinitas razones para evitar su desaparición..
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